No fue un año fácil: diferencias mil, desencuentros muchísimos. Pero ahí está el país y, sus protagonistas que no se ponen de acuerdo en nada, perdón, en nada diferente que el disenso y la pugnacidad, varias reflexiones realizamos sobre esos puntos. La sociedad está atropellada por los debates, algunos, también hay que decirlo, con buenos propósitos. Ahhh y, a ello agregarle la confrontación, que más que elección, fue, insisto, la confrontación por el poder, por la Presidencia de la República que, superada, no ha alcanzado, ni logrado bajar las aguas, para que el entendimiento sobre lo que se encuentra como lo fundamental se produzca. Lamentable.
No se trata de buscar o empujar unanimismos o, la creación de disciplinar a la sociedad. Ni más faltaba; pero son muchos las necesidades que se deben solucionar, para el bienestar público: el sector agrario aún espera respuesta total a sus requiebros, en especial con respecto a la protección que, por los tratados de libre comercio se debe otorgar; el de la educación que, por fin enfrenta una realidad que debe ser atendida por el Estado: hizo crisis, no por las Universidades tradicionales, esperamos, sino —por algunos— por la inadecuada aplicación o entendimiento de la autonomía universitaria y, la libertad de instrucción que, ha resultado un negocio de la mayor dimensión y, solo ello; el judicial que ni hablar podemos: la crisis, total.
Pero esa visión, bien que pesimista, debemos cambiarla, si se tiene en cuenta que, la infraestructura y, su economía han venido en consolidación la primera y, en crecimiento la segunda. No hay duda. Necesidad sentida, qué bueno. Resaltable también lo es, se debe aceptar, las implementaciones y mejoramientos en las autopistas de la información, la tecnología y, la comunicación: sus efectos en los negocios en general, en la instrucción y, en desarrollo sostenible rural. Buenísimo.
Pero se ha de concitar, llamar a un pensamiento por evitar la neurosis y el revanchismo generalizado: resaltar los galardones que, por el deporte, Colombia, disfrutó, pensó, se unió y, nos tratamos, por una vez, como compatriotas. Qué orgullo.
Ahora, recuperar los trenes, los movimientos de educación que permitan la expresión de las artes, como sucedía en épocas de las retretas, los recitales, las bandas infantiles, en fin, la cultura. Ello además de unir, como así sucedió, invita a una cultura de paz, como lo requiere el país. Pero miren esto: ¿desde cuándo los trenes, las vías férreas y, sus implementaciones se perdieron, cuando en países del todo de menor desarrollo lo poseen y en qué dimensión?; otro tanto, con las expresiones culturales: cuándo deprimimos las bandas, las retretas, las orquestas de menores; solo quedaron como propósito de concursos —destacables— y, no como una actividad permanente y, rentable; sí, rentable para el crecimiento de la concepción de ciudadanía y civilidad. ¿Ustedes lo recuerdan? ¿Qué afición?, ¿qué producción? Qué delicia. Y, a la vuelta de la esquina, en otras latitudes, cómo reconforta, cómo nace el apego de las gentes y, los pequeños. Las vías férreas y, la cultura, están incorporadas al sentimiento y a la vivencia generalizada.
Son pues ideas sueltas, consideradas importantes; en palabras sencillas, permitirnos comportarnos como cuando avanzamos en los aeropuertos internacionales y, lo que encontramos son colombianos, de las mejores condiciones de ánimo, de los especiales modales. Qué cambio.
¿Será pues, el año de la paz? No sabremos; la paz, sus implementaciones, la consolidación, no poseen, ni pueden poseer, como lo desean o quieren algunos sectores oficiales, tiempos exactos, como si se tratara de un artículo con fecha de vencimiento. No, no lo creemos, pero es factible que algo suceda. Pero lo que si es cierto es que, repensemos las relaciones de construcción social, en una actitud menos beligerante y más productiva, proactiva.
Mientras… Felices fiestas navideñas, venturoso año nuevo.
