Miguel Ángel Rojas presenta una interesante exposición en la Galería Casa Riegner, que por lo que entiendo será una de las ultimas que sucedan en ese lugar. El titulo me gusta, Una y otra vez, las tardes suspendidas.
Tardes suspendidas es una difícil tarea que comenzó en el 1979, cuando ser homosexual no era parte de nuestra vida de todos los días.
Muy por el contrario, era un tabú profundo. Un mundo completamente suspendido y marginal donde los hombres como él tenían que refugiarse en lugares sórdidos y oscuros porque su mundo sexual era parte de un desvío de lo normal y siempre condenados a ser una especie de aberración individual.
Como lo hizo el británico Francis Bacon, quien pintaba su vida con algún sentido de delirio, donde borraba como una actitud estética algunos gestos en su pintura. Era una manera de sabotear la estética por la ética de su pintura y triunfó rotundamente.
Otro inglés David Hockey lo hizo también a su manera. El desnudo masculino dejó de ser un tema para convertirse en un asunto de dignidad. Los cineastas franceses e italianos lo hicieron magistralmente.
Miles de escritores mantuvieron su condición como pie en la tierra. Empezando por el minucioso trabajo de Marcel Proust en sus relatos sociales En busca del tiempo perdido que iba más allá de los límites establecidos del siglo XIX, con todos los “poetas malditos”.
En Colombia, la primera vez que leí un poema bello y sensible que hablaba sobre el amor fue uno de Darío Jaramillo.
En 1973, Miguel Ángel Rojas se interna en el mismo mundo para reivindicarse como un marginado de la sociedad mientras, como un suicida, va a tomar fotos a esos lugares oscuros de encuentros sexuales en el Teatro Faenza, en el barrio las Nieves, y se atreve escondido a tomar fotos de todo lo que sucede a oscuras: la narrativa de los homosexuales en los años setenta era los encuentros en lugares de mala muerte. Porque nada estaba permitido en su clase social.
Él tomaba fotos detrás de una puerta porque quería reivindicar una condición personal, pero al mismo tiempo existía el horror de los encuentros clandestinos. Y con ellos llego el sida, la lepra del siglo pasado, porque en medio del horror mental también había la necesidad del anonimato perverso.
Volviendo a Miguel Ángel Rojas, creo que en la fotografía ha realizado obras muy buenas como lo muestra en el arriesgado mundo oculto en la oscuridad de los baños del Teatro Faenza hasta como ya dentro del ámbito político lo realizó con su foto del David. Ese soldado desnudo y mutilado se encuentra, hoy en día y para mi sorpresa, en muchas colecciones. Y eso nos muestra la aceptación de la violencia, la condición de un ser que perdió la vida en una guerra infame y su condición de homosexual es un aire de tranquilidad.
Miguel Ángel Rojas, es un buen artista que tiene metas. Las de hoy tienen que ver con la perversión y la manipulación del tema del negocio de narcotráfico. Dólares cortados en pedacitos que arman la palabra DINERO.
Quién será el culpable?