Hace unos días revisaba mi celular y reparaba en la futilidad de algunos mensajes. Y no es que yo piense que todo en la cotidianidad deba ser relevante y profundo, porque nada hay más pretencioso que restar importancia a las pequeñas cosas y experiencias de nuestro entorno, sobre todo aquellas que nos hacen reír y relajarnos un poco.
Para ser sincera, no podría imaginarme una vida llena de pensamientos, palabras y actitudes netamente racionales e inteligentes (sería por definición aburridísimo y por praxis inaguantable).
Pero al hablar de sentimientos las historias cobran un carácter trascendental y uno espera que por lo menos haya congruencia entre lo que se dice y lo que se hace y un mínimo de honestidad, sobre todo en un escenario en el que muchos se sienten rotos, quebrados, solos y engañados.
Las palabras que se pronuncian al fragor de las conversaciones nocturnas suelen estar disfrazadas de un aparente interés en la persona, en su esencia y en lo que realmente es; pero, cuando uno profundiza en las expectativas del otro, suele encontrarse con la llanura de las emociones vanas y una autenticidad bastante austera.
Como cuando te encandila el dorado de una joya y asumes que es valiosa, pero descubres que solo la primera capa está bañada o a lo sumo laminada en oro y el resto... ¡el resto es cobre!
Este catálogo de hermosas piezas de bisutería adornan los "Instagram" de tu escaparate de posibilidades y llenan el buzón de tu "inbox".
El engaño del mundo digital te hace creer entonces que tu Facebook tiene la compañía precisa y la pieza idéntica que encaja en el espacio abierto de tu corazón; pero esa pieza también ha dado "likes" y "me encanta" a otros 45 o 46 rompecabezas, y suele llamar "amor", "cariño", "hermosa" o "hermoso" a otro par de contactos de WhatsApp.
Construir lleva tiempo, pero primero es necesario analizar la solidez del terreno, llevar las miradas al plano artesanal, validar las sonrisas frente a frente, sostenerse las manos, caminar lado a lado, encender las luces de vez en cuando, coincidir y no estar de acuerdo, permitirnos la molestia de tolerar algunas manías y sopesar la verdad de las palabras, la originalidad de los momentos. Porque en asuntos del corazón no están revaluadas las formas tradicionales.
Mientras salimos al pas, de esta pandemia de "sexting" y abrazos virtuales, permítete conocerte un poco más a ti mismo para saber que no estás defectuoso ni falta que te completen, que no se ama por necesidad, sino por el gran placer de compartir, y sobre todo que "el amor" suele saltar pantallas y romper esquemas pero no necesita filtros de embellecimiento y sobrevive aunque se caiga el "wifi".
