Uno si es bien pendejo en esta vida. Pensé que esta cuarentena o aislamiento iba a servir para estrechar lazos afectivos, pero claro estamos en Colombia y pues desde la institucionalidad empezaron las alarmas por el incremento en las denuncias de abusos hacia las mujeres y menores de edad.
Y pues muchos dirán que no es así, que una gran mayoría se está portando bien en sus hogares teniendo más cercanía con sus hijos, complementando su educación y formación.
Escuchar a las autoridades distritales como en el caso de Bogotá, que durante el simulacro de confinamiento se triplicaron las denuncias, es preocupante, porque en vez de aprovechar esta crisis como una oportunidad para el afecto, sea una excusa más para agredir a los más cercanos.
Pero aún es más inquietante que desde varios sectores “justifiquen” que el encierro genera estrés y que por tal motivo los violentos tienen otra excusa para generar violencia a las mujeres y niños.
Es importante resaltar que de parte de los gobiernos locales y seccionales destinen recursos para acompañamiento psicológico de las personas ante una posibilidad de encierro, de hacinamiento y demás, que implica estar en un mismo espacio muchas personas, escenario inusual para los que no necesariamente comparten, por estar pensando en el día a día para sobrevivir.
Y claro, todo tipo de programas y planes son necesarios y ayudan a mitigar los riesgos de los diferentes tipos de violencia en el hogar. ¿Pero es que el llanto de un niño, sus jugarretas en casa, sus gritos o, por otro lado, una comida sin sal, un jugo insípido, son un motivador para generar agresión hacia el otro? ¿Entonces para qué se trajeron niños a este mundo si ni eso toleramos? ¿No será hora de aceptar que somos humanos y que por ende podemos cometer errores, lo que no puede ser un estimulante para una bofetada, un madrazo o palabras de menosprecio?
Pobrecillos esos padres y madres que se enfrentan en el aislamiento al quehacer diario e intenso de tener a sus hijos, en estos momentos que están cerrados los jardines y colegios.
Por otro lado, para los y las “machistas” se les llegó la hora, de cambiar códigos, esta es una oportunidad casi única para usar este tiempo en cambiar usos y costumbres, conocerse más.
Pero claro en la convivencia se presentan múltiples inconvenientes porque cada uno somos una historia, pero no hay de otra, nos toca hacernos este rato ameno, respetarnos y sobre todo, no agredirnos.
Para concluir, o tenemos autocontrol, o las emociones nos hacen perder lo mucho o poco que tenemos, porque desde el establecimiento muy pocas van a ser las respuestas porque hay que entender que van a estar enfocados en salvar vidas. No nos podemos convertir en otros aportantes a la emergencia.