Soy médico y patólogo anatomista y clínico. Me explico, durante muchos años interpreté biopsias y autopsias con sus correlaciones clínicas. Esta es la parte anatómica de mi especialidad. Además me entrené en el uso y manejo del laboratorio clínico. He enseñado durante años el buen uso de esas herramientas tan poderosas que son las pruebas de laboratorio para el diagnóstico médico. Por esto y ante la urgencia de una pandemia quiero decir tres cosas sobre la prueba del Coronavirus (o COVID 19 o “nuevo” coronavirus como usted quiera llamarlo)
1-La prueba no es perfecta. No hay prueba diagnóstica perfecta en medicina. Todas tienen falsos positivos y falsos negativos. Eso explica que la medicina como oficio siempre se ejerza con un grado de incertidumbre. Los que diseñan y producen las pruebas o tests intentan mejorarlas pero siempre hay un límite para esos instrumentos tecnológicos. Y más en la situación actual en que fue necesario desarrollar una prueba para millones de personas en tres o cuatro meses.
En el caso del COVID 19 se pensó en dos tipos de test: uno, el más usado ahora, que detectara fragmentos del material genético del virus. En la actualidad hay varias versiones de la prueba. La china, la de la OMS, la de la CDC, y una o dos desarrolladas por laboratorios privados. Las primeras que se usaron tenían un veinte o treinta por ciento de falsos negativos, en otras palabras personas que tenían la enfermedad por clínica, imágenes o epidemiología resultaban negativas en las pruebas. Esto ha mejorado mucho en las últimas semanas pero aún no sabemos cuánto porque no tenemos estudios con un gran número de personas (decenas de miles) a quienes se les haya realizado la misma prueba en iguales condiciones, casi el mismo laboratorio en manos del mismo analista clínico, con muestras siempre buenas de la boca, nariz o secreciones del tracto respiratorio. Este último factor es clave: quizás el personal clínico, un poco asustado, con máscara o sin ella, no toma siempre la muestra adecuadamente. Somos humanos. Quizás la muestra se contamina con otra o se daña por condiciones de temperatura, almacenamiento, etc. Las pruebas de material genético se contaminan muy fácilmente con material extraño. Por todo lo anterior muchas veces o rutinariamente en algunos protocolos hay que repetir la prueba. No se asuste por ello.
Pero la prueba tampoco es voluntaria. Debe ser pedida tras una consulta al personal de salud que debe interpretar sus resultados y antes que nada juzgar la necesidad de ella. En Colombia no estamos acostumbrados a estas circunstancias porque comúnmente el ciudadano entra al laboratorio y pide las pruebas que desea. Esta no es la mejor manera de manejar un instrumento diagnóstico pues los resultados no son simplemente un sí o no, la cosa es más compleja.
El segundo tipo de test busca anticuerpos en la sangre de personas infectadas. Pero el sistema inmune tarda semanas en desarrollarlos. Y precisamente es necesario diagnosticar a la persona infectada muy temprano en el curso de su infección para proceder a su aislamiento, estudio de su historia de viajes, contactos y otras características epidemiológicas. Entonces estas pruebas pueden ser más baratas, con muestras más fáciles de controlar pero menos útiles para detener el avance de la enfermedad que se fundamenta en el diagnóstico temprano de los casos.
2-Aunque no hay prueba perfecta, la clínica ayuda a su interpretación. Mis estudiantes de años atrás siempre recuerdan mi “evangelio”: el paciente siempre está por encima de las pruebas diagnósticas. Si la prueba es positiva y el paciente viene de Wuhan, Italia o España (por poner un ejemplo) debo tratarlo como un infectado y proceder a su aislamiento y pesquisa epidemiológica. Si la prueba es positiva y el paciente viene de Tunja (donde hasta anoche no se habían reportado casos) y sólo de Tunja (para recordarle al Alcalde de Popayán) debo considerarlo como un falso positivo hasta repetir el examen y confirmar por algún otro medio la infección. Por esto hay que conocer muy bien la historia del paciente y el paciente tiene el deber, en una pandemia, de ser sincero con el personal de salud.
3-Una persona con el virus y asintomática no tiene necesariamente la enfermedad pero es más peligrosa que un enfermo. Porque no se cree enfermo y no se comporta socialmente como enfermo. Esto es una verdad médica y siempre causa sorpresa que el ciudadano común y corriente no lo entienda. Yo acostumbro ilustrarlo con un viejo ejemplo quizás políticamente incorrecto: muchos tenemos el bacilo de la tuberculosis pero no somos tuberculosos. Andamos por ahí repartiéndolo y a un niño desnutrido o a un paciente inmunosuprimido puede causarle la enfermedad. Igual pasa con el coronavirus. Según la revista Forbes un 17.9% de los pacientes infectados no tienen síntomas y no saben que están infectados pero reparten el virus. Por supuesto eso depende del país, de la prueba diagnóstica y de la población que puede estar o no consciente de su “resfriadito” sin fiebre ni tos pero con el virus en las narices.
Esta enfermedad, la neumonía (estrictamente neumonitis) intersticial por COVID 19, no tiene límites claros como la mayoría de las enfermedades. Porque las enfermedades no son cosas que se ven, siempre igual a sí mismas como un edificio o un carrito de bomberos de juguete. Las enfermedades son decisiones clínicas que se toman entre el paciente y su médico o profesional de la salud. Y debe existir confianza entre ambas partes. Si algo bueno puede dejar esta pandemia es que crezca la confianza en el personal de salud, más allá de aplausos, videos de Youtube y canciones pegajosas. No somos siempre héroes o mártires, somos simplemente servidores de la salud de la comunidad. Y muchas veces funcionarios de un sistema de salud que frecuentemente criticamos pero siempre necesitamos.
Por último, ya lo sabemos: lávese las manos a cada rato, no tosa al aire o en sus manos peladas, cumpla la cuarentena y repórtese a las autoridades de salud si piensa que tiene la infección aunque no se sienta enfermo.