La pregunta surge ante la andanada de críticas que le han comenzado a hacer al alcalde de Cali debido a la actitud conciliadora y a la tendencia a evitar conflictos, que ha mostrado en los meses que lleva en el poder.
Los cuestionamientos más recientes surgieron a raíz de la reunión que Eder sostuvo con algunos miembros de la llamada Primera Línea. Y el más fuerte se lo hizo el abogado Abelardo De La Espriella.
En su cuenta de la red social X, De la Espriella se despachó contra Eder: “Hay algo tanto o más nocivo que la izquierda radical y violenta: los cobardes, que sin ser zurdos, son pusilánimes y contemporizan con los enemigos de la República, buscando agradar a la bestia, con la ilusión de que así no serán devorados por ella”.
“La primera obligación de un gobernante es no tener miedo a morir, si es el caso, por defender el orden, la libertad y la institucionalidad”, concluye De La Espriella no sin antes de tildar a Eder de fiasco y de santista (¿).
El alcalde de Cali en un tono sereno pero contundente le respondió al reconocido jurista: “hay personas como este servidor que nos jugamos la vida diariamente para proteger las instituciones y la democracia. Lo hacemos fomentando el orden y la reconciliación”. Y añade el mandatario: “Lo que sí no permitiré es que sigan intentando incendiar nuestra ciudad desde afuera, promoviendo el odio y el radicalismo”.
Lo curioso es quienes cuestionan la presunta tibieza de Eder, son los mismo que critican la beligerancia del presidente Gustavo Petro. Entonces, qué es preferible, un mandatario que busque reconciliar a sus gobernados o uno que opte por dividirlos y enfrentarlos.
A los gobernantes los elige una parte de los electores, grande o pequeña. Pero desde el mismo momento en que se imponen en unos comicios tienen que cambiar el chip y entender que deben gobernar para toda la población y no solo para quienes votaron por ellos.
Parece que Eder entendió claramente esa máxima de la democracia. El que no parece haberla asimilado es Petro. Como lo demostró en su discurso del primero de mayo. Y muchas veces más.
El presidente se la pasa invocando al pueblo como la razón de su trabajo. Pero él entiende el pueblo como sus votantes, que, máximo constituyen el 30 % de los electores. O sea el 10 % de la población. Los que están por fuera de esa categoría son oligarcas, arribistas, estúpidos, egoístas, elitistas o todas las anteriores.
En alguna ocasión, Antonio Navarro, que conoce muy bien a Petro desde las épocas del M-19, me dijo que el problema de este personaje es que no ha desarmado su espíritu, que sigue pensando como guerrillero.
Y Petro actúa en consecuencia. Para él no hay sino dos tipos de colombianos: los que están con él o los enemigos. Y la forma de enfrentarlos es muy clara: o se convierten a su causa o hay que aniquilarlos. Como en el monte.
Su interés nunca será lograr un consenso entre los colombianos, sino imponer sus puntos de vista. Doblegar al enemigo. Nunca buscará la reconciliación, siempre irá tras el triunfo.
Eder también actúa de acuerdo con su experiencia y con su pasado. Él dirigió durante años la Agencia Nacional de Reconciliación. Por eso, su prioridad es que los caleños se reconcilien, superar los odios que durante tanto tiempo nos ha dividido. No se puede confundir ser conciliador con tibieza-
No se puede confundir ser conciliador con tibieza
Para ello tiene que acercarse a todos los caleños, a los que piensan como él y, sobre todo, a los que no. Y así como debe tener cercanía con la clase dirigente y con los empresarios tiene que aproximarse a los sectores marginados, a la Primera Línea y a todos los que integran esa otra Cali que muchos no conocen. “No permitiré que sigan intentando incendiar nuestra ciudad”.
Quienes vivimos en Cali y padecimos el llamado Estallido Social tenemos claro que reconciliar a esas dos ciudades es fundamental para que ambas vivan en paz. Los habitantes de Aguablanca están tan marginados que cuando vienen al centro o al oeste de la ciudad dicen que van “para Cali”. Eso no puede ser.
En lo que Eder no puede ser ‘tibio’ es en el manejo de los abusos y excesos que ocurren al interior, tiene que ser implacable con los subalternos que se aparten del código de transparencia que él quiere imprimirle a su gobierno. En eso sí siento que a Eder le ha faltado contundencia. Porque con los vivos y con los laxos moralmente no hay reconciliación posible.
Pero los caleños debemos agradecer que tenemos un alcalde que quiere gobernar para todos, que quiere derrumbar las fronteras invisibles que dividen a la gente de esta ciudad y que no está dispuesto a permitir que la “incendien”. ¡Imagínense lo que ocurriría en Cali si estuviéramos en manos de un pirómano temerario como Gustavo Petro!
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