El alcalde de Armero que gritó lo que iba a pasar y nadie escuchó

El alcalde de Armero que gritó lo que iba a pasar y nadie escuchó

Ramón Rodríguez murió enterrado con los otros 22 mil armeritas a pesar de que le advirtió al gobierno sobre la avalancha

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noviembre 13, 2020
El alcalde de Armero que gritó lo que iba a pasar y nadie escuchó

La noche en que desapareció Armero, Ramón Rodríguez hablaba por el radio con un voluntario de la Cruz Roja cuando empezó a ver que por debajo de la puerta de su casa entraba un lodo espeso acompañado del ruido sordo que hace la tierra cuando ruge. “Esto se está inundando” fue lo último que dijo antes de que la señal se perdiera. Rodríguez, como otros 22 mil armeritas, quedaría sepultado para siempre en el valle sin sombras en el que quedaría convertido Armero.

“Moncho”, como le decían, dedicó buena parte de los dos años que sirvió como alcalde para advertirle al país de los peligros que corría su pueblo al estar a 42 kilómetros del Volcán Nevado del Ruiz. Él conocía el informe que había escrito el coronel Joaquín Acosta publicado por la Academia de París en 1849 en donde relataba la erupción del Volcán y la posterior inundación que sufriría Ambalema matando a cerca de 1000 cultivadores de tabaco cuatro años atrás. En el informe Acosta advierte que, teniendo en cuentas las erupciones que tuvo el Ruiz en 1592, 1700 y 1845, la próxima ocurriría la segunda semana de noviembre de 1985. Sabía que el 22 de diciembre de 1984 una explosión de color verde limón salida desde lo profundo del volcán había originado un incendio forestal. Ramón Rodríguez escuchó el relato de los campesinos de la cuenca del Otún, del Recio y de lagunillas que habían visto a miles de peces muertos a la orilla del río envenados por el azufre que resurgía después de un letargo de siglo y medio. Pero nadie le hacía caso: decían que era un jaramillista jodón que quería hacer quedar mal a las huestes de Alberto Santofimio Botero.

Con las pruebas en su mano viajó a Ibagué a reunirse con el entonces gobernador del Tolima Eduardo García Alzate para demostrarle que la avalancha que borraría a Armero cinco meses después era inminente. García Alzate entre risas y palmadas en la espalda lo trató de exagerado y a partir de allí se refería a Rodríguez como el “loco”. El alcalde no era el único que se había enloquecido. Los investigadores Marta Calvache y Eduardo Parra le entregaron al presidente Belisario Betancur, en junio de 1985, un estudio en donde quedaba claro la actividad que presentaba el volcán. En febrero de ese mismo año Ingeominas contrató al montañista suizo Antoine Faber para que subiera hasta el nevado y allí comprobó que en cualquier momento haría erupción. El mismo concepto lo emitió el famoso vulcanólogo Haroun Tazieff. Guillermo Cajiao, agrónomo y aviador había notado, desde 1977, la reactivación del Ruiz. Su insistencia lo hizo acreedor al remoquete de “El demente de los Volcanes. El 24 de septiembre de 1985 el representante a la Cámara Humberto Arango Monedero convocó a cuatro ministros para advertirles del peligro que corría Armero. Su llamado no sólo no tenido en cuenta sino que trataron a Arango Monedero de apocalíptico y pensaron que tan sólo quería que su nombre tuviera algún tipo de figuración en los medios.

Faltando veinte días para que la avalancha de treinta metros de altura cubriera a Armero, Ramón Rodríguez le escribió este telegrama al presidente de la República: “Preocupados situación fenómeno natural ocasionado por Volcán Nevado del Ruiz imprevisible precisar momentos críticos amenaza población armerita. Solo estos momentos conlleva aprender próximos peligros como enorme represamiento rio Lagunilla se formó hace más de ocho meses por invierno que ahora vuelve repercutir en eminente bomba de tiempo por los problemas Volcán Nevado del Ruiz. Alertados por los científicos como lo conoce el gobierno y opinión publica. Razón suficiente hace pedir al gobierno nacional urgente atención para constituir obras de prevención donde épocas atrás en similares fenómenos río Lagunilla penetró desastre en la población. Siendo hoy de incalculables proporciones por la superpoblación actual de la ciudad. Agradecemos la atención a este SOS de la ciudadanía Armerita”.

La ayuda nunca llegó. El 13 de noviembre en la tarde, desesperado, envió una comisión encargada de verificar el estado del Río Lagunilla. Las noticias que llegaban desde allá eran preocupantes: El millón de litros cúbicos represados amenazaban con fugarse. Llamó al gobernador del Tolima para solicitarle la evacuación inmediata de los 25 mil armeritas, además del desalojo de prevenir a los municipios de Lérida, Ambalema, Cambao, Mariquita y Honda. La secretaria del alcalde, sobreviviente de la tragedia, cuenta que el gobernador no quiso pasar al teléfono porque estaba jugando billar. Desesperado convocó a las cinco de la tarde a Evelio Buitrago, jefe del puesto de policía y juntos con un megafono, cuando ya una capa de ceniza y arena empezaba a cubrir a Armero, recorrieron sus calles para alertarle a los pobladores que algo terrible podría bajar esa noche desde el Nevado.

La preocupación de Rodriguez contrastaba con la homilía que dio el párroco del pueblo promoviendo como único plan de contingencia ponerse un pañuelo mojado en la boca para burlar las emanaciones de azufre que ya, a las seis de la tarde de ese 13 de noviembre, eran intolerables. Una vez terminó la misa el sacerdote se montó en un carro rumbo a Ibagué dejando solos a sus feligreses.

A las nueve y media, mientras la población veía Millonarios-Deportivo Cali por televisión, se escuchó un estruendo desde el nevado: la erupción había comenzado. Dos horas después el alud que viajaba a 40 kilómetros por hora borró del mapa a Armero.

Sólo en ese momento empezaron a creerle a Ramón Rodríguez.

Artículo publicado originalmente en noviembre del 2016

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