Corría el segundo semestre del año 2000. El Congreso de la República de Colombia era, como de costumbre, el punto de encuentro de los representantes de nuestra sociedad, lo que equivale a decir que se asimilaba a una maqueta a escala del desorden mayor que ha sido nuestro país desde que nos reconocemos como tal.
Por aquella época ocupaban sus curules personajes tan pintorescos como el inolvidable Carlos Abraham Moreno de Caro, memorable por no haber hecho nada que deba ser recordado. Así mismo, ocupaba su eterna curul el senador caldense Víctor Renán Barco López, de quien muchos hubiéramos preferido que tampoco hubiese hecho nada, en lugar de todo lo que hizo en su propio beneficio y en detrimento del país y de la región que decía representar.
El senador Moreno, a falta de algo que hacer, dedicaba su tiempo y parte de sus ingresos oficiales como senador a atormentar a sus compañeros, a torturar el idioma español y a llevar al Hemiciclo una serie de animales, entre los que recordamos gallinazos y ratones enjaulados, mariposas y otros.
Cierta tarde de sesiones ordinarias particularmente aburrida, estaba el senador Barco dormitando en su curul. En la fila de atrás, se sentó el inquieto Moreno con una pequeña caja de cartón. De un momento a otro, cuidadosamente procedió a abrir la caja y con unas pinzas de cirujano extrajo un alacrán vivo, el cual colocó delicadamente en la espalda de Víctor Renán. Liberado de su encierro, el pobre animal comenzó a patrullar la espalda del curtido senador, desde el lugar cerca del cuello donde había sido colocado, hasta la mitad de la espalda; desde donde se regresaba para reiniciar su recorrido.
Un colega del doctor Barco, quien se hallaba sentado junto a él y vio la maniobra del malvado Moreno de Caro, con sumo cuidado procedió interrumpir la siesta del padre de la patria, para notificarle lo ocurrido. “Oye”, le susurró al oído al senador caldense, “ten cuidado, porque Moreno te acaba de colocar un alacrán vivo en la espalda y te está caminando. ¿Quieres que te lo quite?”
Ya me di cuenta, respondió serenamente Víctor Renán. Pero no me lo quites. Voy a esperar a ver si el animal me pica, para ir a mi oficina por un revolver que tengo allá y pegarle un tiro a este HP.
Cuando Moreno entendió que el HP al que le iban a disparar no era el alacrán, sino a él, procedió discretamente a retirar el animalito de la espalda y ambos se retiraron por la puerta del salón de sesiones, con dirección a la cafetería del Congreso a ufanarse de su hazaña.
Nuestro presente tiene a varios payasos diabólicos parecidos al senador Moreno y casi 50 millones de personas aguardando pacientemente a que nos ataquen los alacranes que nos caminan por la espalda, para entonces proceder a dosificar nuestra indignación y nuestra ira, de tal manera que se justifique la violencia de nuestra reacción. Mala idea. Las picaduras de estos representantes de la familia de los arácnidos son especialmente dolorosas; y en algunos casos hasta mortales. No tiene ningún sentido esperar a que el dolor agudo nos sirva de justificación para levantarnos y reaccionar, ya que es posible que el bromista que nos encimó el bicho ya no se encuentre a nuestro alcance, sino que haya partido a resguardarse en alguna embajada europea o en un fuero de ex que lo haga intocable.
Una abrumadora mayoría de los colombianos, más del 68 %, aunque discapacitados en aritmética como el senador Armandito Benedeti lo traten de minimizar, sabemos que los alacranes con los que decidió confraternizar nuestro actual gobierno son de la peor ponzoña; que jugar con ellos o permitir que caminen por nuestro cuerpo no pueden reportar ningún tipo de beneficio; y que en consecuencia va a ser inevitable que terminemos lamentando sus picaduras.
Cuando el dolor del aguijón y su veneno nos hagan reaccionar,
de nada va a servirnos salir a buscar el arma
para vengar la afrenta sufrida
Cuando por fin el dolor del aguijón y su veneno nos hagan reaccionar, de nada va a servirnos salir a buscar el arma para vengar la afrenta sufrida. Los alacranes ya habrán cumplido con su cometido, y los responsables de dejarlos caminar libremente por todo nuestro cuerpo se habrán ido, rodeados de un aura auto forjada de adalides de la paz; de visionarios que supieron desafiar la lógica, la historia y el clamor de la inmensa mayoría, que de todas las formas posibles manifestaron su total desacuerdo con la aventura irresponsable en la que nos embarcaron.
Y serán otros los que deberán enmendar el error que hizo retroceder varias décadas a nuestro país, para volver a generar las condiciones de seguridad, convivencia y respeto a la ley que se feriaron por andar persiguiendo los espejismos que crearon los mismos estrategas de imagen y medios que lograron vendernos el paquete chileno que hoy estamos sufriendo.
No es inteligente esperar a que las cosas malas sucedan.
Publicada originalmente el 12 de abril de 2016