El aguacate ha dejado de ser un simple manjar infaltable en los platos de los colombianos para acompañar almuerzos y ha pasado a ser una mina de oro en la producción agrícola, llamado el oro verde. Cada vez son más los países que disfrutan esta fruta, lo que la ha convertido en uno de los principales renglones de exportación y el segundo en el segmento de las frutas, solo por detrás del banano. En 2022, se exportaron aguacates por un valor de USD 178 millones y en 2021 se logró superar la barrera de los USD 200 millones con USD 203 millones.
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Ahora bien, se habla mucho de los efectos que tiene la venta de aguacate en intercambio comercial, pero muy poco de las graves afectaciones que la producción genera en el medio ambiente.
Según Water Footprint Network, red que adoptó el concepto de huella hídrica para utilizarlo como indicador del gasto de agua dulce con el fin de promover la transición hacia un uso sostenible de este recurso, para producir un solo kilo de aguacate se necesitan 2.000 litros de agua, cantidad que excede bastante lo utilizado en la producción de otras frutas como las naranjas o los tomates.
Asimismo, varias organizaciones del Eje Cafetero, una de las regiones donde más se produce aguacate en Colombia y particularmente del Departamento de Quindío, han denunciado que en los últimos años se han deforestado grandes áreas de tierra para darle paso al cultivo de este producto.
Una situación similar se ha vivido en Michoacán, México, donde el aguacate se ha llevado por delante miles de hectáreas de bosque forestal. Tanto allá como aquí, además del gasto desmedido de agua, se ha evidenciado pérdida de biodiversidad.