Al preguntarles por las negociaciones en curso que ha llevado el Gobierno de Colombia con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) por más de un año, bajo la presidencia de Juan Manuel Santos, su cara se hace más optimista al recordar aquel momento desgarrador, en el que su vida pendió de un hilo sádico de personajes sin escrúpulos, donde por fortuna del destino, continuaron con vida, asimilándola en dos ruedas, viendo como todo bajo la legislación va quedando impune.
Así evidencian estos oficiales del ejército, quienes en diferentes tomas guerrilleras perdieron la movilidad de sus extremidades tras dichos atentados. Sucedió para el Mayor de la Policía en el año de 1985 tras una toma guerrillera al departamento de Antioquia. Allí nueve tiros afectaron su médula espinal. Algo similar relata el Teniente del ejército (quienes pidieron confidencialidad de sus nombres); En una toma al Departamento del Caquetá en 1986. Así como ellos, son innumerables las víctimas que ha dejado el conflicto interno armado en Colombia.
Un recuento de las víctimas del conflicto, deja cifras alarmantes. Quizás y muchos pensarían “por fortuna” no hemos vivido una dictadura como muchos de los países Latinoamericanos han padecido; sin embargo son 5.5 millones de víctimas reconocidas, porque no se debe dejar de lado todos aquellos que desaparecieron, mataros y quedaron en el recorrido de un río al olvido.
¿Cuál será el sentimiento de éstas víctimas? Relatar sobre este tema deja frustración, pues el viacrucis que han vivido en carne propia por diferentes delitos que van desde el desplazamiento forzado, abuso sexual, minas antipersona, desaparición forzosa y masacres se ve desde lejos y se reclama sin pertenencia.
Así se manifiestan estos oficiales, quienes ven lejos y en el olvido una respuesta a las víctimas del conflicto, el cual se extiende a familiares, amigos, vecinos, ciudadanos. Colombianos.
Los militantes de estas guerrillas han cambiado sustancialmente el rumbo de sus vidas, y han marcado con sangre la historia de Colombia. En la actualidad y con recelo se cree o se ven favorables los diálogos de paz quizá sin profundidad o desde el noble conocimiento de muchos colombianos que ven dos extremos: paz o guerra.
Los oficiales, por ejemplo, desde otra perspectiva ven poco sensatas las intenciones del gobierno nacional en la intención de colaborar con las víctimas, pues han padecido el abandono de éste en tanto a los implementos y tratamientos médicos necesarios para su mejoría y su movilidad.
Igualmente se presenta en la restitución de tierras, al verse la corrupción de las instituciones para tergiversar los trámites y poner todos los obstáculos posibles quedándose y apropiándose cínicamente de los terrenos trabajados y labrados por los campesinos e indígenas que llegan a las capitales sin rumbo alguno.
Finalmente entre muchos otros aspectos se asimila lo que sería el postconflicto colombiano. Agregan ellos y para conclusión que la educación sería la herramienta que debería reforzar sus bases para evitar que nuevos grupos fueran surgiendo así como las Bandas Criminales Emergentes “Bacrim” y la delincuencia común. “hay que evitar que la juventud se desvíe, en ellos está el futuro, y se puede ver un buen porvenir, mientras la guía sea adecuada y se acompañe en familia”.
