El Banco de la República alberga hasta el 19 de octubre, el Agnus Dei como obra invitada del Museo del Prado, en complemento con el San Francisco recibiendo los estigmas, que es parte de la colección permanente del pintor español Francisco de Zurbarán. Pintor del Siglo de Oro que tuvo, por un lado, la fuerza pictórica de don Diego Velázquez y por otro, la dulzura de Bartolomé Esteban Murillo. Dos estilos que no le hicieron la vida fácil.
Francisco de Zurbarán nació en Fuente de Cantos en 1598. De joven recibió un buen entrenamiento como dibujante en carboncillo y poco a poco, fue armando su estilo propio. El realismo de las naturalezas muertas de Zurbarán podemos definir exactamente el material de cada objeto. Su obsesión por los contrastes de luz marcan el pliego del hábito de San Francisco, las elegantes telas que llevan sus bellas santas mártires.
El Agnus Dei, en español significa Cordero de Dios. Una alusión a Cristo que viene a morir para quitar los pecados del mundo. Este bello cordero está pintado con todos sus detalles. Tiene la anatomía de un joven animal que va a ser sacrificado porque sus cuatro paticas inocentes están amarradas con una rústica cabuya. Su posición es de sacrificio, mientras acostado espera la muerte en una tabla de madera pintada de gris azulado. El fondo oscuro resalta los colores blancos y cafés que con pinceladas pequeñas construyen la textura de la lana y marcan los detalles que en pequeñas pinceladas, otorgan emoción al cuadro. Los ojos resignados con las pestañas caídas, el hocico rosado de una juventud tierna, produce alguna especie de inconformidad en el espectador. Este sentimiento es lo que hace que el Cordero de Dios no sea una naturaleza muerta. Sin duda, se trata de un pequeño gran cuadro que el Museo de Prado presta para conseguir fondos.
Zurbarán se casó tres veces, tuvo tres hijos y vivió gran parte de su vida en Sevilla. Su único hijo hombre fue Juan que como fue pintor, lo ayudaba en su taller donde aprendices pintaban sus cuadros para América, a donde los enviaba con un cuñado capitán de navío. Sus pedidos religiosos eran la orden del día y sus apostolados de tamaño natural fueron uno de sus temas principales.
Con el Banco de la República se realizó la exposición sobre Zurbarán en América. No me acuerdo la fecha exacta pero sí haberle hecho una visita guiada al entonces presidente Virgilio Barco. Algo así como 1988. Ya para entonces habíamos encontrado el San Francisco en una pequeña capilla de la entrada de la Iglesia de San Francisco en Bogotá. Esa joya deteriorada era ignorada hasta por los propios sacerdotes que vivían con la obra. El Banco la rescató. Cecilia Álvarez hizo la restauración en la que borró el serafín que desde el aire le producía los estigmas en las manos a San Francisco. Los estigmas son la representación del sacrificio de Cristo cuando lo clavaron en la cruz. Sí quedó un cuadro limpio que respeta más el estilo de Zurbarán, aunque he visto muchos serafines con San Francisco.
Para esa exposición se trajeron de Lima 12 enormes cuadros que representaban a cada uno de los apóstoles. Pero ahora con el tiempo, sé que el mejor es el que se encuentra en la catedral de Guatemala. Son cuadros importantes del taller y Zurbarán vendió tantos que le quedaron hasta cuentas pendientes en Buenos Aires.
Zurbarán murió pobre en Madrid en 1664. Y sin duda el cuadro de San Francisco es de Zurbarán.
Posdata
El cuadro San Francisco recibiendo los estigmas, que necesita permiso para la reproducción comercial por parte del superior de los franciscanos, fue patrimonio público por más de 20 años. El comodato entre los franciscanos y el Banco de la República finalizó, ahora quién tendrá la responsabilidad de la integridad única de la obra mientras se encuentre bajo la custodia de la Orden a cargo.
