El agarrón de Doris Salcedo con Iván Márquez por la escultura con las armas de las Farc

El agarrón de Doris Salcedo con Iván Márquez por la escultura con las armas de las Farc

Recorrió el país 30 años buscando a los que la guerra trituró. Tuvo fama mundial y la indiferencia de Colombia. Su obra sobre el conflicto es el centro de la polémica

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agosto 28, 2018
El agarrón de Doris Salcedo con Iván Márquez por la escultura con las armas de las Farc

En septiembre de 2017 Yolanda Sierra, investigadora de Derecho Constitucional de la Universidad Externado y experta en temas de arte y justicia transicional, organizó el coloquio ‘El monumento con las armas fundidas de las FARC-EP ¿Quién/cómo/donde debería ser/ hacer o estar el monumento?’ Víctimas, académicos y hasta juristas redactaron al final del encuentro un documento con 29 recomendaciones para la elaboración del monumento símbolo del final de una guerra de sesenta años.  El Alto comisionado para la paz Rodrigo Rivera y Victoria Sandino, en representación de las FARC, recibieron el documento. El proyecto debería seguir esos cánones

Seis meses después, el 27 de abril, se designaba la obra Fragmentos de la escultora  Doris Salcedo. Ivan Márquez, el jefe del equipo negociador de las Farc, no tardó en expresar su voz de protesta. Una posición que recogía la visión de la organización más cerca de una escultura realista y descriptiva, tal vez en la tradición del realismo socialista, referencia para los comandantes de la guerrilla que estudiaron en la Unión Soviética.

La idea de Doris Saledo, tal vez la artista colombiana con más reconocimiento internacional, recientemente ganadora del premio de las Artes Suecas, consagratorio en el mundo de la escultura, era otra. Su intención era levantar un contra-monumento que rompiera con el imaginario de  “un monumento monumental que jerarquiza y presenta una visión triunfalista del pasado bélico de una nación. Su principal función es someternos o empequeñecernos como individuos frente a una versión grandiosa y totalitaria de la historia”.

Detrás de su propuesta estaban 35 años de vida recorriendo el país y obras con valor universal atadas al dolor de la guerra colombiana que están en grandes museos como La grieta en la Tate Galery de Londres o en el MOMA en Nueva York.

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'La Grieta', de Doris Salcedo.

Iván Márquez le apostaba a la monumentalidad de una escultura vertical de varios metros de altura, levantada con el hierro fundido de los fusiles de la guerra. La de Doris es por el contrario, un piso de hierro colocado en la casa colonial que en durante 80 años perteneció a una familia del centro bogotana.

Quise conocer la obra. Y llegué hasta el centro de Bogotá donde permanecerá la obra de Salcedo. El viento bajaba furioso de los cerros. Traía lluvia y trocitos de hielo. Una mano invisible destruyó mi paraguas. Desafiando la cachetada helada el recorrido empezó en la calle octava. Nos escurrimos por detrás de la iglesia de Las Nieves y llegamos a lo que fue una vez una casona gigante de principios del Siglo XX. Tocamos la puerta de metal y un policía nos abrió.

La veintena de obreros que trabajan bajo la dirección del arquitecto Carlos Granadas en los más de 3.000 m2 de la construcción, no sentían frío. El trabajo material para plasmar la obra seguía igual de intenso cavando el suelo fangoso, levantando las bases para los tres espacios que la componen. En esas están desde principios de junio y la meta es concluirlo  en  noviembre.

El piso de la estructura está hecho con las armas fundidas de las Farc y readecuadas por mujeres que sufrieron abuso sexual durante la guerra.  Un sector de la casa se mantendrá. Son ruinas marrones que semejan montañas, evocaciones fuertes y contundentes, pero nada explícito.

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Parte de la obra 'Fragmentos', el monumento que Doris Salcedo está haciendo en Bogotá con las armas de las FARC.

Tenía 27 años y acababa de regresar de Nueva York de completar una maestría en escultura. Había sido asistente del curador Rosenbaum y descubrió al gran artista alemán Joseph Beuys quien la influyó para siempre. Su aterrizaje en Bogotá fue chocante. En la mañana del 6 de noviembre de 1985 una vez concluyó su jornada de trabajo en la Biblioteca Luis Ángel Arango salió al mediodía a la calle. Se encontró una ciudad horrorizada por el caos: la gente corría atemorizada sin saben que ocurría mientras un humo espeso se levantaba en la  Plaza de Bolívar. Y luego el Palacio de justicia en llamas, pero   Doris Salcedo quedó marcado por el olor no por las imágenes del edificio incendiado con vidas adentro. Su perspectiva frente a su creación artística habia cambiado. Irrumpió en su sensibilidad el dolor de las víctimas.

La túnica del huérfano de 1998 marca un camino.  Empieza sus correrías con sus sentidos puestos en el dolor de  guerra. La niña de seis años sin nadie, abandonada en un hospicio en el Cauca la desgarró. De su pasado sólo le quedaba un vestido blanco cosido por su mamá; el mismo que tenía puesto cuando la vio caer humillada por los paramilitares al suelo de la humilde casa y luego verla morir de dos tiros en la cabeza.

Después vino en los años 90 su obra Casa Viuda, la huella de las viviendas arrasadas por la guerra reconstruidas con los pocos objetos que la gente pudo salvar, o en el 2002 las Sillas colgadas frente al Palacio de Justicia, o su obra Atrabiliarios que fue tal vez la primera en mostrar la tragedia detrás de las desapariciones forzadas.

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Se entusiasmó con la posibilidad de la paz con la guerrilla de las Farc en octubre del 2012 pero se derrumbó en el 2 de octubre del 2016 cuando se hundió el Plebiscito. Pero reaccionó con fuerza con su única arma: la creación. Llamó a amigos como María Belén Sáez de Ibarra, Maria Jimena Duzán, Diego Bautista, el equipo completo del museo de la Universidad Nacional y en pocas horas consiguieron 7 mil metros de tela y una volqueta de cenizas que sirviera como tinta para escribir el nombre de miles de personas caídas en la guerra. Por ellas, por su memoria, el proceso de paz no podía frustrase; la gente lleno de nombres la gran tela tendida en la Plaza de Bolivar. La obra Sumando ausencias fue efímera, como la vida de tantos en Colombia.

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Después del plebiscito de 2016 Doris Salcedo decidió llenar la Plaza de Bolívar cientos de metros de tela blanca. Sobre estas , escribió con cenizas los nombres de miles de víctimas del conflicto armado.

En febrero de 2018 la Ministra de Cultura Mariana Garcés abrió la convocatoria por cumplir con el mandato del Acuerdo: con las armas entregadas por la guerrilla se alzarían tres moumentos: en Bogotá, en La Habana, sede de los diálogos, y en Nueva York desde donde, en las Naciones Unidas, se vigilaría lo firmado.

Doris Salcedo se alista para batallar con la misma fuerza con que ha enfrentado a su obra y que espera vencer definitivamente su última amenaza: el cáncer de colon. Para ella, la huella que ha dejado tanto dolor vivido y sentido, en su propio cuerpo.

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