No habían pasado 48 horas de haber recibido la noticia de la pérdida de su representación de la marca de vehículos Hyundai en Colombia, después de 23 años de haberla tenido, cuando Carlos Mattos decidió ponerle la cara a sus 4.000 empleados. Se presentó en sus cuarteles empresariales de la autopista norte con calle 233 y citó a una reunión de urgencia. Quería confirmar la noticia de primera mano y calmar los nervios, pero también anticiparles el adiós. Allí formaban entremezclados desde sus vicepresidentes Pablo Salcedo y Edgar Martínez, hasta empleados de todas las áreas y niveles, con años en la compañía.
Fueron unas últimas palabras con sabor amargo, esta vez frente al taller de su empresa, y no en su oficina blindada, ubicada como una vitrina de venta de autos en todo el centro de la sede de su conglomerado en Bogotá, a donde llegaba cuando aterrizaba proveniente de Madrid, España, donde reside. Algunos de ellos ni siquiera lo conocían en persona y la única referencia que tenían era por sus apariciones públicas generalmente en eventos sociales en Cartagena o en cocteles en Bogotá.
Mattos habló con rabia y melancolía. Recordó sus primeros años y, como en un esfuerzo mancomunado, vendieron carros, lograron dominar el mercado de taxis minis y también llegaron a convertir a Hyundai en una marca reconocida con su oferta de vehículos de distintas gamas en toda la geografía nacional.
Vendedores, gerentes, secretarias y hasta empleadas del servicio murmuraban mientras escuchaban, quizá las últimas palabras, de un jefe que por años les produjo un respeto que rayaba con el miedo. El ímpetu al que Carlos Mattos los tenía acostumbrados parecía desmoronarse.
En esa sala del taller se respiraba un ambiente de solidaridad frente a la adversidad que los involucraba a todos, desde los ejecutivos hasta los mecánicos, amenazados todos con perder sus puestos, como seguramente ocurrirá al final del año cuando la representación de la marca Coreana quede en manos de la familia ecuatoriana Eljuri, a la cabeza de Juan Eljuri, archienemigo de Mattos.
La relación de Mattos con la casa Matriz en Corea se fue deteriorando en un momento en el que se juntaron muchas cosas en su contra. Su esfuerzo, de la mano del presidente de la Cámara colombo-coreana Carlos Ronderos, por lograr la firma del TLC con el que se estrenó la ministra Cecilia Álvarez-Correa, se convirtió en un búmerán: la nueva realidad comercial le abrió las posibilidades a los coreanos para poder prescindir de su intermediación.
Además, el efecto en sus balances financieros, producto del alza del dólar, también se hizo notar. En el primer semestre de 2015, por primera vez Mattos reportó pérdidas que lo hicieron vulnerable frente a sus competidores, el grupo ecuatoriano Eljuri, que controla la distribución de vehículos Hyundai en Ecuador y tiene la representación de la marca Kia en Colombia a través de la firma Metrokia.
A Carlos Mattos la suerte comenzó a sonreírle durante el gobierno de César Gaviria. Hasta entonces, un empresario vallenato de una familia acomodada que terminó estudios de economía en Estados Unidos, quien se desempeñaba en distintos frentes. Pero fue con la apertura económica de 1991 que vio la oportunidad de su vida y viajó a Corea para conocer la industria automotriz de primera mano. Conoció a Chung Mong Koo, el Presidente a nivel mundial de Hyundai y lo invitó a conocer el país y su entorno personal. En una cancha de Golf en Barranquilla, cuando aún era un aprendiz, Mattos cerró el negocio más importante de su vida: la representación exclusiva para importar vehículos Hyundai en Colombia cuando nadie conocía la marca.
Una verdadera mina de oro que le permitió darse unos lujos que tenía aplazados como tener un avión particular y casas de recreo en Baru, Cartagena, Barranquilla, Bogotá e instalar su residencia en Madrid, España.
Fundó Car Mattos y no se detuvo durante dos décadas en la importación de camiones, buses, vehículos económicos y de alta gama. Con los Hyundai Atos, utilizados como taxis, logró afectar sensiblemente ese mercado. Los beneficios tributarios del gobierno Uribe fueron una nueva oportunidad para Mattos ensanchar su negocio. Se la jugó por integrar verticalmente sus operaciones con la creación de otras empresas que le proveían los servicios necesarios para la comercialización de los vehículos: a través de la empresa Car Hyundai, prestaba el servicio post venta de mantenimiento, a través de Hyundai Seguros proveía los repuestos, a través de su financiera Hyundai Créditos otorgaba los préstamos para adquirir los vehículos y a través de sus empresas inmobiliarias obtuvo los inmuebles donde operan todas sus sedes.
Se aventuró a cruzar fronteras y buscar conquistar los mercados de Venezuela y Ecuador con los vehículos Chinos de la marca Cinascar, que también vende en Colombia, sin los resultados esperados por los vaivenes políticos de los gobiernos de Chavez y Rafael Correa.
La pelea con el grupo ecuatoriano Eljuri tiene antecedentes judiciales desde el 2005. En ese entonces, a través del abogado Jaime Granados, Mattos los demandó por robo y estafa acusándolos de usurparle 774.131 acciones por las que pagó 1,2 millones de dólares a Invelei, la firma de Juan Eljuri, las cuales según Mattos, fueron ´´desaparecidas y anuladas de un brochazo jurídico´´. El Tribunal Superior de Bogotá no le concedió la razón y falló a favor de los ecuatorianos.
La rivalidad y la pugna siempre ha estado latente hasta que finalmente reventó por decisión de la casa matriz coreana que le dio el puntillazo a un negocio que nunca se creyó podría tambalear; y ahora, enfrentar la realidad de sus cuatro mil empleados, puede ser finalmente tan difícil como tener que aceptar que rodaran automóviles coreanos sin el sello de Carlos Mattos.