La era de Laura Sarabia como la funcionaria más poderosa de la Casa de Nariño llegó a su fin de una manera triste y dramática. La joven, que hace apenas tres semanas era seleccionada por Forbes como una de las cien mujeres más influyentes del país y perfilada por el diario español El País como la única que podía entrar al despacho del presidente Gustavo Petro sin anunciarse y ejercer voz de mando ante los ministros, fue notificada la noche del primer día de junio de que tendría que renunciar.
No se irá sola. Con ella se marcha también el hasta hoy embajador en Caracas, el excongresista Armando Benedetti, el hombre que le abrió las puertas del servicio público y con quien ella probó las mieles del poder cuando trabajó, primero, como su asesora en el Senado de la República y luego como asesora de primera línea de Petro, cargo para el que él la recomendó.
Los dos quedaron atrapados en medio del escándalo que estalló cuando se supo que ella sometió a una prueba de polígrafo a la niñera de su hijo, a la que hizo conducir a los sótanos del edificio Galán -al frente de la Casa de Nariño- y la interrogó, con la ayuda de sus servicios de seguridad, sobre el paradero de un maletín repleto de dólares que se desapareció de su apartamento a comienzos de años.
El escándalo cobró su punto más alto de ebullición el jueves primero de junio, cuando el fiscal general; Francisco Barbosa, reveló que los teléfonos de la niñera Marelbys del Carmen Meza y otra mujer identificada solo como Fabiola, empleada del servicio doméstico de Sarabia, habían sido “chuzados” y plantados por un analista de policía judicial en el expediente de una investigación contra jefes del clan del Golfo.
En el entretanto, el nombre de Benedetti había entrado en escena en medio de versiones encontradas que él se encargó de alimentar en sus redes. Benedetti llevó a la niñera en un vuelo charter a Venezuela con un propósito no claro. Según Laura Sarabia el embajador llevó a Marelys con el propósito de activar un mecanismo de extorsión que consistía en amenazarla a ella con revelar la desaparición de la maleta de dinero si no le cumplía una oferta burocrática que consistiría en llevarlo al cargo de ministro de Defensa.
Según Benedetti, él solo quería ayudar a Laura para evitar que el caso trascendiera a los medios, sobre todo cuando ambos sabían que era inminente su publicación por parte de la revista Semana.
El affaire tomó por sorpresa al presidente Gustavo Petro durante su visita oficial a Brasil. A juzgar por el tono de sus trinos, el mandatario quiso inicialmente restarle importancia a la versión sobre el uso del polígrafo y habló de “nuevas mentiras de los medios”. Pero lo que sí pareció descomponerlo fueron las palabras usadas por el fiscal Barbosa -con quien viene sosteniendo un pugilato- cuando habló de que el gobierno estaba estableciendo una “Gestapo” en Colombia.
Las palabras de Barbosa refrescaron la memoria colectiva sobre aquellos tiempos en los que magistrados de la Corte, periodistas y líderes sociales y de oposición eran “chuzados” con métodos muy similares a los usados ahora: plantar sus teléfonos en expedientes de casos ajenos y hacerlo con el argumento fácil de que se había tratado de una “equivocación”. Se trataba, al fin y al cabo, de métodos que Petro cuestionó y denunció desde su curul en el Congreso.
En medio de ese clima de tensión y zozobra surgió una noticia según la cual Petro quería ver en la base del Comando Aéreo de Transporte Militar (Catam) a Benedetti, en cuanto su avión aterrizara de regreso de Brasil. Era obvio que quería ajustar cuentas con él.
La bitácora de la guardia de esa unidad de la Fuerza Aérea registra que en efecto Benedetti ingresó a la base la tarde del jueves. Sin embargo, el presidente no lo atendió allí. El oficial de servicio le dijo al embajador que la seguridad o acompañaría a una casa quinta de cerros orientales de Bogotá donde lo esperaría el mandatario.
Allí lo esperaban Petro y Laura Sarabia. La jefe de gabinete de la Casa de Nariño miraría a Benedetti, a quien culpaba de su desgracia, con ojos distintos. Al diario español El País ella le había dicho días antes: “Con él (con Benedetti) lo aprendí todo. Es un zorro político, una persona compleja. Aprendí a tener cuero”.
Ese cuero se resquebrajó cuando el presidente Petro les dijo a ambos que era mejor que se fueran de sus cargos por el bien de su gobierno. Su presencia resultaba insostenible.
Las recomendaciones de Benedetti a Laura Sarabia jugaron en la vida de ella para bien y para mal. Para bien cuando la tuvo en el Congreso y cuando la llevó a la campaña de Petro. Para mal, cuando le recomendó a la niñera que también, según él, le robó en el pasado cinco millones de pesos. Esa niñera, para despecho de ambos y a lo mejor para bien de la justicia, terminó llamando la atención sobre el movimiento de dineros que Sarabia y Benedetti preferían manejar por fuera de la corriente legal del sistema financiero.
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