En los años 2011 y 2014 Julio Correal era uno de los pocos actores en el país que tenía el privilegio de estar trabajando constantemente. Algunas series eran muy taquilleras como Los Tres Caines, La viuda negra, y un sinfín de títulos más. Organizado y espantado además por los rumores que pueblan el gremio, Julio ahorró esperando que llegaran las vacas flacas. Además tenía que escuchar las terroríficas historias de sus compañeros más veteranos contando como nadie les tendía la mano cuando envejecían y dejaban de ser bellos. Entonces, en el 2014 creo con otros colegas la ACA, la Asociación Colombiana de Actores e inmediatamente a Julio le dejaron de ofrecer trabajo. En los últimos siete años puede contar con los dedos de la mano.
Julio es un intelectual, un escritor, un tipo que ve cine, que tiene opiniones críticas contra el gobierno, uno de los primeros, mucho antes de Julián Román y compañía, que dijo sin temor a las consecuencias que era de izquierda. En estos siete años de militancia Caracol es la empresa que más le ha dado trabajo y luego RCN. Hay otras empresas de las que jamás lo volvieron a llamar.
Julio no es paranoico y cree que esos no llamados no se hacen sólo por su posición política, que también puede influir la opinión de un director de casting de decir “con este man no trabajo” El punto es que es un tipo talentoso y valiente, el hombre que ha dejado la mezquindad, los intereses personales, para pelear por los derechos de los actores que, como sucede con el caso de Jaime Barbini, postrado en una cama en Tunja y pidiendo morirse porque se le acabaron las ganas de vivir. Correal es la última esperanza para todos los ídolos de nuestra infancia, los que nos educaron divirtiéndonos y que ahora, con muy pocas excepciones deben aceptar la tragedia de vivir en un país en donde se desprecian a los artistas.