El afán de callar voces es la principal causa de muerte para los líderes sociales en Colombia. Los casi trescientos lideres asesinados en el 2020 en Colombia tenían entre sí algo en común: no se quedaban quietos ni callados ante las problemáticas de sus determinadas regiones.
Juana Perea, la líder ambientalista asesinada en Nuqui, Chocó el pasado 29 de octubre no era la excepción. Perea era lideresa comunitaria de Termales, un corregimiento de Nuquí en donde dirigía un hotel ecoturístico. Su cuerpo sin vida fue encontrado frente a la estación de policía del municipio, en la playa y hoy poco se sabe sobre las personas responsables de dicho homicidio.
A Nuqui Perea llegó a enamorarse hace más de 5 años. Ella y su esposo, un ciudadano estadounidense que trabaja como bombero contratista en Afganistán, habían comprado diez hectáreas de tierra en la zona de Termales, donde pululan las bandas de narcotraficantes y paramilitares. Desde su llegada empezó con su activismo para cambiar dicho entorno.
Con el puerto de Tribuga, Juana Perea fue de las más férreas opositoras. Sus redes no escatimaban en mensajes de rechazo contra la propuesta y la compleja situación de DDHH que la rodeaba en la región. En su Facebook, Perea también se mostró muy crítica al gobierno de Iván Duque y su incapacidad de salvaguardar las vidas de los líderes sociales cuya lista de muertos sigue creciendo.
En una de sus publicaciones, Juana dejó ver la sencillez con la que empezó a construir su vida en el Chocó. Con un rancho improvisado en el lote comprado, Juana vivía sola esperando que su esposo Dave volviera a Colombia. Como dijo en varias publicaciones, su vida permanecía rodeada de sapos, serpientes y mucha selva, lo cual, según ella, les daba todo el sentido a sus días.