Uno de los fenómenos políticos del 11 de marzo/2018 fue el crecimiento electoral de Jorge Enrique Robledo y del Polo.
La mayoría de analistas apostaban a que su alianza con Sergio Fajardo le quitaría votos a él y a su partido. No sucedió así.
Robledo pasó de 191.990 en 2014 a 226.099 en 2018, y el Polo pasó de 541.145 en 2014 a 736.367 en este año.
¿Cómo se explica esa situación? ¿Qué implicaciones tiene hacia adelante? ¿Qué incidencia puede tener ese resultado en la política del Moir en el inmediato futuro?
Mi tesis: Robledo perdió algunos votos entre gente muy “izquierdista”, pero ganó entre sectores medios y empresariales que nunca lo habían escuchado, y el Polo avanzó en conjunto con la llegada de Leonidas Gómez, la “duplicada” de Alexander López y otros aportes electorales importantes.
Pero no es que Fajardo personifique a la “burguesía nacional” sino que representa a unos empresarios cansados de pagar impuestos que quieren modernizar el aparato estatal y, también, están cansados de la guerra y de la falsa polarización.
Ahora que el tema de la lucha contra la globalización ha terminado dirigida por derechas como las de Uribe (Trump en USA y los Le Pen en Europa), hay que volver sobre el pasado y revisar lo hecho por Francisco “Pacho” Mosquera, fundador y dirigente del Moir. Hoy podemos asimilar a Fajardo con Galán; en 1986 había que apoyarlo porque él representaba a una débil burguesía que de alguna manera -en el tema de la economía criminal y mafiosa- asumió la autonomía frente a una lumpen-burguesía que al igual que el Imperio, solo le interesaba canalizar los recursos del narcotráfico para sus bancos y empresas. Por eso lo mataron.
En ese sentido, y solo en ese sentido, Galán era “nacional”.
Hoy, frente a la división del partido liberal, entre Cesar Gaviria-De la Calle y Santos-Cristo, hay que ser muy flexible. Creo que la coyuntura obliga a que Fajardo reciba el apoyo de De la Calle, dado que es evidente que toda la maquinaria liberal ya está con Vargas Lleras. Hoy De la Calle quedó bastante “desparasitado” y cualquier tipo de acercamiento con él es ganancia para la Coalición Colombia. El problema, claro, es cómo hacerlo.
Ahora bien, Sergio Fajardo debe distanciarse totalmente de Uribe, ya no puede seguir planteando el “ni-ni”, que envía un mensaje de indecisión o tibieza. Ahora es el momento de fortalecer su identidad política, transformando el “ni-ni” en un "no-no”, contundente contra Uribe (Duque), y un no absoluto a Santos (Vargas).
El no a Duque es porque Uribe está detrás y este simboliza el odio y la pugnacidad; y el no a Santos es porque tiene delante a Vargas, quien encarna a las mafias de todo tipo, a los carteles de la contratación y de “La Toga”, y a los supermillonarios (Luis Carlos Sarmiento Angulo y compañía) que no tienen la más mínima ética ni sentido de patria (con fiscal, incluido).
¡Se puede!