Llevo unos seis meses de campaña antiabuso de mi WhatsApp. Me da pena decirlo tan crudo, pero después de la fabulosa columna de mi colega Wilson Ortiz, deduje esa descripción que considero precisa.
Nadie niega que WhatsApp es una gran herramienta de comunicación inmediata: se sabe si los hijos llegaron bien, se aclaran dudas de cualquier tipo, se hacen consultas al jefe, evitan que uno siga metiendo la pata con algún comentario y hasta se hacen encargos de última hora por si se olvidó algo en la lista del mercado. Sin embargo, como por arte de magia se volvió un tormento.
Si el asunto es personal, casi nadie ha escapado a los grupos del colegio, de la familia, los de ideologías políticas, los religiosos… y qué me dicen de los de pensamientos con dibujitos infantiles y todo. Muy pocos preguntan si uno quiere pertenecer, porque la mayoría lo incluye a uno a la brava, sin preguntar. Y si es laboral, no sé si a las demás profesiones les pasará lo mismo que al periodismo, pero en mi caso es todo un desastre: invitaciones, comunicados de prensa, memes, consultas… podría hacer una gran lista. Aquí vuelvo a la columna de Wilson: ¿el uso de la línea celular es pública o privada?
Casi nadie ha escapado a los grupos del colegio, de la familia,
los de ideologías políticas, los religiosos…
y qué me dicen de los de pensamientos con dibujitos infantiles y todo
Pues si es un teléfono suministrado por la empresa en la que se trabaja, ahí sí prevalecerán las normas del empleador. Pero quién va a saber eso… A lo que voy es que esto tal vez sea para mi una lata, para mí que no crecí con la tecnología, que me aterrizó de pronto y me ha tocado aprenderla a la brava, y en la que creo debe haber una etiqueta, unas normas de uso, de respeto mínimo.
Pero como eso no existe, me inventé una metodología propia que me ha dado mucho resultado.
- A cada persona que me escribe sobre trabajo mi día de descanso, se lo digo; si reincide se lo repito y listo, no lo vuelve a hacer. Nada de no contestarle; eso me parece grosero, entonces le digo lo que es, la verdad, que es mi día de descanso. No lo vuelven a hacer.
- A quienes me envían un mundo de documentos con información, invitaciones y demás, les doy mi correo electrónico para que sea ahí a donde me escriban, les cuento que estoy en el proceso de limpiar mi WhatsApp porque estoy agobiada y les solicito que por favor solo me escriban al correo. Santo remedio.
Eso sí, a todos, sin excepción, les doy las gracias por ayudarme con el proceso. Como decía mi mamá, es mejor una vez colorado que mil descolorido. El teléfono, en mi caso y tal vez el de muchos, es personal pero multiusos… qué pereza cargar con varios.
Mi recomendación para todos es que el respeto se debe trasladar también a la tecnología y que el abuso del WhatsApp tiene sin duda sus límites.
¡Hasta el próximo miércoles!