El 26 de septiembre llegamos al barrio San Cristobal en el municipio de Simití, al sur de Bolívar, con disfraces, tambores y maracas. La gente nos recibió como lo reciben a uno en los pueblos, con amabilidad, aunque al principio con mucho recelo, pues no olvidan cuando llegaron los paramilitares. Con la música y los colores las cosas son distintas, pero con la Policía no es igual. Nuestras pintas y tatuajes les asustaban porque nos veían como malandros o viciosos.
En la noche, mientras nos disponíamos a comer y a descansar, llegamos al parque, y en la iglesia La Original, patrona de Simití, estuvimos observando la placa de su historia y construcción. En ese momento, nuestro compañero Álvaro Hernández se alejó un poco del grupo para llamar a su familia desde su celular. Intimidado por la tosquedad de la Policía, no encontró palabras frente a la actitud de los uniformados que insistentemente le exigían una requisa y lo trataron como a un delincuente.
Los demás compañeros llegamos a ver lo que sucedía y tras cuestionarlos sobre las razones por las cuales procedían, ellos respondieron que la comunidad les había informado que había gente extraña en la iglesia. Luego les dijeron que había consumidores en el sitio.
El uniformado acentuó su poder al tomar posesión del morral y demás objetos personales de Álvaro, por lo cual, nosotros, los jóvenes que nos encontrábamos junto a él, exigimos que se le respetara la intimidad, le dieran un buen trato y lo trataran con respeto. Pero el informado respondió: “Si quiero, me lo puedo llevar para la estación y le hago quitar todo para requisarlo. Ustedes no me van a enseñar cómo hacer mi trabajo, denúncienme si quiere”.
Como la Legión del Afecto queremos informarles que actividades como las que hacemos en Simití hacen parte de nuestra labor para llevar, cariño y afecto, nuestra arma más contundente, a las comunidades que lo necesitan. No queremos ser más estigmatizados por llevar las pintas que llevamos, o por el simple hecho de ser ser jóvenes.
Las personas de Simití nos contaron lo que pasa con la pesca ilegal. Lo han denunciado desde una Asociación de pescadores artesanales de anzuelo y atarraya: hay un grupo de pescadores ilegales que usan el trasmayo (una red de nylon sintético, con un trenzado de 4 cm. de diámetro), que ubican en el medio, más unos tapones de la ciénaga, y tamizan indiscriminadamente a los peces grandes, pequeños, y en general cualquier especie acuática no apta en el tallaje, para el consumo, pero necesaria para la perpetuación de los ciclos reproductivos de este frágil ecosistema.
“Los del trasmayo a veces se meten en la noche y ahí la policía no hace nada. Hay varios inconformismos desde diferentes puntos, pero la Policía no hace lo que debe”, señalan los vecinos de Simití.
Son estas cosas en las que la autoridad debería estar ayudando a su pueblo. Nuestro compañero Álvaro se llevó un buen susto por cuenta de la Policía, pero los uniformados, frente a los argumentos de Jhon Deybi Aleman, un legionario y objetor de conciencia, quien les habló del trabajo de los jóvenes, y de nuestra estadía por lo que queda del año en el pueblo y las veredas, fueron muy arbitrarios. Ellos respondieron: “Deje así, váyase”.