Recién hablé con mi amigo François para oír su opinión respecto al trino de una senadora colombiana quien, con mariapalitos en la cabeza y fuera de sus cabales, ha tuito-execrado contra el país galo:
“Francia Márquez debe ser coherente y cambiarse el nombre: Francia fue imperio colonizador esclavista en Senegal, Sudán francés, Benín y Costa de Marfil en África. Es tirano colonizador en su verborrea mamerta. En vez de tumbar estatuas con la primera línea, debería cambiarse el nombre”.
He aquí, en resumen, lo que me dijo el amigo desde la Ciudad Luz:
Salut, César Auguste. De la France avec amour pour la Columbie.
Lo primero es reafirmarte que amamos a Colombia y toda su gente bella, ya sea del presente ―con eso de las elecciones presidenciales debe estar candente―, o de su pasado: Policarpa, Manuela Beltrán, Bolívar, Padilla, Shakira, Luis Díaz ―¡qué golazo ante el Benfica!―, la “Toti” Vergara ―¡quelles courbes, mon Dieu!―, Botero, García Márquez, el “Pibe” Valderrama que jugó por acá en el Montpellier, Nairomán, el Egan Bernal que ganó el último Tour de France, Cochice, etc.
El pueblo francés también ha tenido sus personajes: Juana de Arco, Brigitte Bardot, Simone de Beauvoir, Sartre, Victor Hugo, Antoine de Saint-Exupéry, Proust, Jules Verne, Renoir, Delacroix, Chopin, Pierre y Marie Curie, Rodin, Robespierre, Marat, Voltaire, Descartes, Alekhine, Le Corbusier y muchos otros. Y claro que tiene una historia compleja, como todas las historias de todos los países de nuestra cada vez más contaminada biosfera.
Por lo que me he desayunado, Francia Márquez es la fórmula vice de Gustavo Petro, aspirante a la presidencia por la alianza Pacto Histórico, con miras a las elecciones presidenciales del 29 de mayo. Aquí en mi tierra las presidenciales serán este domingo 10 de abril, siendo favoritos el actual mandatario Emmanuel Macron y la ultraderechista Marine Le Pen.
Si ningún aspirante logra una mayoría absoluta, habrá balotaje quince días después, o sea el 24 de abril. Por acá es muy fácil organizar elecciones en dos semanas, ya que las comunas tienen consejos electorales superágiles y seguros. Según me he enterado, por allá esto de las votaciones es un verdadero despelote.
Te respondo: eso de tratar a Francia de “imperio colonizador esclavista” también se le puede aplicar a Inglaterra, España, Portugal, Italia, Japón, Alemania y un extenso etcétera. Cabe aclararle a la doña que también hay tiranías internas en algunos países, como precisamente acontece en Colombia, que arrastra una larguísima historia de explotación de amos criollos medio chapetongos ―hoy dueños de latifundios, bancos y el poder político― sobre mestizos, negros, aborígenes y otros caucásicos, y ya se sabe que es uno de los países más violentos, corruptos e inequitativos del mundo. Es la gran verdad monda y lironda, como dicen ustedes.
Y ya que nos referimos a nombres y países, debo agregarte que en mala hora referenciaron tu precioso terruño con el apellido de Cristoforo Colombo, un navegante saqueador de oro. ¡Qué bien que derriben todas sus estatuas y las de tantos conquistadores predadores!
De ninguna manera voy a decirles a las mujeres que lleven el nombre de Colombia que se lo cambien, entre las que se contaba la actriz Lucy Colombia Arias. Ni digo que cambien el nombre de la república, que data de 1863, denominativo impulsado por el dictador Tomás Cipriano de Mosquera y ratificado por la Convención de Rionegro con reforma constitucional a bordo. Lo que sí es necesario es cambiar su justificación por otra que les dé a tu nación una mejor certeza de identidad nacional.
Si te parece, se podría activar un reacomode cultural para que el apelativo Colombia aparezca sustentado por el nombre científico de la paloma común ―que tantas veo cuando voy por allá al pasear por la Plaza de Bolívar de tu aire-acondicionada capital―, o sea de la Columba livia, ave de la familia Columbidae.
Es cuestión de redactar un articulito en que se honre la paz como fundamento del topónimo Colombia. De manera alusiva y como sustentación, se pueden basar en el origen del símbolo palómico de la paz, que se remonta al Génesis, en el que hace su triunfal aparición la famosa paloma de la paz. Cabe a cuento traer la historia.
Resulta que los descendientes de Adán y Eva se multiplicaron como panes, conejos, hormigas o estrellas y se olvidaron del Creador y sus principios, en especial el de no ser explotadores, venales y segregacionistas.
Fue ahí que el Todopoderoso decidió acabar con la humanidad a excepción de Noé y su familia, a quienes ordenó la construcción de un arca para que sobrevivieran al diluvio que luego mandó y fue así que durante cuarenta días y cuarenta noches llovió a cántaros en la faz del planeta de tal forma que hasta la cima del Everest quedó sumergida en el océano global.
Al cabo de este lapso cuarenténico, Noé soltó una paloma que se perdió en el horizonte y que a los siete días regresó con una rama de olivo en su pico, lo cual indicaba que las aguas habían bajado y que pronto el arca atracaría en el monte Ararat, en Turquía, y fue así que los descendientes de Noé volvieron a repoblar la tierra ligando unos contra otras, en una explosión demográfica que sigue hasta nuestros días.
En el ámbito internacional, el logo palómico de la paz fue aprobado por el Consejo Mundial por la Paz, que difundió un afiche del pintor cubista Pablo Picasso para el efecto, en 1949. Por cierto, Picasso tuvo una hija llamada Paloma.
Bueno, mon amí Quiurveló, te dejo porque voy a un mitin para apoyar la candidatura del Jean-Luc Mélenchon, que tiene opción de clasificar a segunda vuelta si logramos dar una sorpresa y dejamos viendo un chispero a la Le Pen.