El absurdo de los taxis en El Dorado - Bogotá

El absurdo de los taxis en El Dorado - Bogotá

Normas absurdas, nada funciona y escasean

Por: Adriana Arcila
julio 02, 2014
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El absurdo de los taxis en El Dorado - Bogotá

El aeropuerto de Bogotá y su sistema implementado para el manejo de taxi, es uno de los tantos ejemplos de lo absurdo de las decisiones que se toman en este país. El nuevo aeropuerto El Dorado aumentó su número de vuelos entre ciudades y países, y es según los medios uno de los más modernos de Latinoamérica pero sigue con el mismo sistema de taxis que desde hace años moviliza a sus pasajeros hacia y desde de la ciudad.

Mi última experiencia ocurrió el fin de semana pasado, cuando una tía llegaba de viaje e íbamos dos personas a recogerla. No tenía sentido ir en dos carros, así que yo tomé un taxi para encontrarme con mi primo en el aeropuerto y recoger juntos a mi tía juntos de un vuelo que llegaba casi a la media noche. Al estar cerca al aeropuerto le pedí el favor al conductor del taxi que me dejara en llegadas internacionales. Con gran sorpresa al llegar al nivel de llegadas del aeropuerto, nos paró un agente de tránsito y nos dijo que no se puede dejar pasajeros en el terminal de llegadas! “¿Cómo así?”, pregunté. Me explicó que si usted va a recoger a alguien en el aeropuerto y llega en taxi, sólo puede entrar por el terminal de salida de pasajeros. Es decir, en el aeropuerto internacional El Dorado en Bogotá un taxi sólo puede dejar pasajeros en el terminal de salida, y no en el terminal de llegadas. Por lo visto, quien diseñó el sistema nunca se lo ocurrió que alguien en un taxi pueda tener algún motivo para ir al terminal de llegadas.

Traté de preguntarle al agente la lógica detrás de esta regla. Aunque muy amable, fue claro que lo absurdo de la medida era tan evidente para él como para el conductor de mi taxi y para mí. Sin embargo, su función es cumplir la instrucción y no cuestionarla. El taxista y yo no fuimos tan disciplinados, y mientras que dimos la vuelta para bajarme a donde no quería ir (el terminal de salida), nos aventuramos a adivinar  si en algún momento se pensó en el pasajero y cliente del aeropuerto cuando se llevó a la toma de esta decisión. No tuvimos éxito.

Algunos días después tomé el primer vuelo a Bogotá desde Medellín. Llegaba ya con sueño y con ganas de estar en mi oficina de donde ya me habían llamado varias veces. Desde que me bajé del avión mi mente estaba ocupada organizando la lista de tareas que me esperaba, los mensajes para las primeras reuniones, y mirando alternativas para solucionar varios problemas que teníamos con un cliente. Cuando salí de reclamar la maleta, me encontré con dos filas larguísimas para poder tomar un taxi, dos puntos igual de demarcados  y de concurridos, y con taxis que aparecen en intervalos de minutos para evacuar una fila u otra a criterio del organizador que más se haga notar. Mientras que estuve en fila durante más tiempo que lo que tomó el viaje de Medellín a Bogotá, pude ver varios taxis que bajaban de la rampa vacíos luego de dejar pasajeros. A pesar de la fila de gente esperando para tomar un taxi y la imposibilidad del organizador de conseguir más taxis: “usted sabe el tráfico de Bogotá”, “es que amaneció lloviendo”, “a esta hora llegan todos los vuelos al tiempo” etc., me informaron que era prohibido tomar los taxis que quedan libres  en la terminal de llegadas luego de dejar los pasajeros.

Nuevamente la pregunta, “¿a quien se le ocurrió esto?”, ¿pensó en algún momento en el pasajero que llega a El Dorado”. Algo está mal cuando uno se demora menos de Medellín a Bogotá que lo que se demora tomando un taxi para salir del aeropuerto, y peor aún cuando hay docenas de taxis que quedan libres a solo unos metros.

Algunos pueden decir que hay unas motivaciones técnicas detrás de estas medidas, o que son políticas para proteger al ciudadano, o que por seguridad se definió de esta manera, pero al final es claro que quienes toman estas decisiones no hacen la fila para tomar un taxi o recogen a sus familiares en taxi. Estos absurdos tal vez son vistos de una manera distinta desde los ojos de ellos. Sin embargo, me hago otra pregunta. Al final, ¿las políticas de servicio están destinadas a favorecer a quién? Si nos parecen absurdas a nosotros, tal vez es hora de repensarlas.

 

 

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