El abismo que se abre entre charlatanes y gente que sabe

El abismo que se abre entre charlatanes y gente que sabe

Muchos son amantes de las historias paranormales y sobrenaturales. Menospreciar a la pseudociencia ha sido un grave error, pues llega a un público más amplio

Por: fernando garcía ortega
enero 20, 2022
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El abismo que se abre entre charlatanes y gente que sabe

Los científicos no hemos sacado el tiempo ni la paciencia para contrarrestar los disparates de pseudocientíficos y enemigos de la ciencia. Por eso, especialmente en los últimos 200 años se han dedicado a decir sandeces impunemente y a encaramarse en cátedras universitarias y consejos editoriales.

Y siguen socavando universidades, debilitándolas. Menospreciar a la pseudociencia ha sido grave error, porque llegan a un público mucho más amplio. Los medios de difusión conveniente y generosamente pagos publican relatos de presuntas experiencias paranormales y sobrenaturales, mientras que rara vez publican nuestras críticas.

Las facultades de humanidades están llenas de docentes repitiendo dogmas irracionales y anticientíficos, sin argumentos. No debe extrañar que, llegados al poder, se empeñen en desmantelar institutos de investigación científica y en degradar la enseñanza de la ciencia. El debate entre científicos y seudocientíficos en medios televisivos no es objetivo.

Vende más el misterio y, consecuentemente, la mayoría del tiempo del debate es cedido a cualquier clase de brujos, videntes, astrólogos y otros ejemplares, con mínimo tiempo para nosotros. Existen canales de televisión y de radio en diversas partes del mundo dedicados de manera exclusiva a espacios seudocientíficos y religiosos.

Pero, además, utilizan argumentos falaces que, salvo si los científicos participantes en el debate no somos entrenados, pues no seríamos capaces de desenmascararlos en el poco tiempo dado. Por ejemplo, si criticamos a la astrología, nos impiden hablar del tema, ¡pues no somos astrólogos y, consecuentemente, somos incompetentes! Si usamos términos simples para el público, ellos los tapan con terminología  rimbombante para hacernos parecer ignorantes.

Si hablamos de convicción unánime de los sabios, hablan de complot y se comparan con Galileo, colocando a  la numerología, la ovnilogía, la telequinesis y la parasicología como víctimas inocentes que la historia reivindicará algún día.

Cualquier cosa que diga el científico, a menos que esté de acuerdo con el charlatán de turno, puede ser descalificado, achacado a un complot gubernamental, de la ciencia internacional o de otros siniestros, sin pruebas objetivas de tal complot ni razones lógicas para que exista, ni mucho menos cómo se hace para que una comunidad internacional conocida por su individualismo e independencia intelectual se ponga de acuerdo en ocultar cierto tipo de evidencias.

Se colma al televidente con falacias de autoridad, de prestigio de las revistas, de humilde referencia a los “hechos”; de la experiencia metódica contra los investigadores cargados de títulos que a su vez son acusados de “pseudosabios”. Los magos y videntes apelan al testimonio de millones de tontos detrás de ellos, porque no pueden estar equivocados tantos...

Gracias a la libertad de prensa y medios electrónicos, sicópatas y charlatanes delirantes se oyen más que los científicos. Los libros de iluminados (bajar de peso sin dejar de tragar alarmantemente, horóscopos, percepción extrasensorial para toma de decisiones, cómo alcanzar juventud eterna, atlantes en construcciones mayas, extraterrestres disfrazados de terrícolas, reptilianos dominando el mundo o revelaciones de gurús orientales) se venden incalculablemente mejor que los de científicos respetables. Los timadores pululan; es mucho más difícil encontrar libros de escépticos porque no venden.

Cualquier persona brillante y curiosa pero mal preparada puede encontrar libros, programas de radio y TV que traten en forma fabulosa y acrítica temas como la Atlántida, el triángulo de las Bermudas, ovnis, conspiraciones y creer que dicha terminología, es parte de la ciencia. La pseudociencia parece prodigio. La ciencia es maravillosa, pero no la hemos hecho digerible para el público en general, de modo que popularizan más los seudocientíficos, los charlatanes, los timadores; prosperan rápidamente y lo hacen sin escrúpulos…

Al discutir de heterodoxia científica, son inútiles los argumentos racionales. Aquellos que están de acuerdo no necesitan educación en lo que se refiere a cuestiones triviales. Intentar convencer a los que no están de acuerdo es arar en el desierto. Perdemos frente a creencias adquiridas en la infancia: o nunca son abandonadas, o bien son superadas (si la persona es suficientemente inteligente y sincera consigo misma). Si un fundamentalista protestante está convencido de que la Tierra fue creada hace 6.000 años, y que además es plana, nada ejerLa pseudociencia invade cerá el más mínimo efecto sobre su ignorante mentalidad.

En lo que se refiere a la parapsicología, a veces se puede llegar a convencer a alguien acerca del predominio del fraude y la pobreza franciscana en lo que se refiere al diseño experimental, pero aún así, los argumentos apenas afectarán al creyente convencido. En conclusión, es un debate imposible. Los científicos y los pseudocientíficos hablamos idiomas diferentes; las palabras se parecen, pero los significados y la lógica son distintas. Y no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Así, considero un deber ético el motivo para escribir estas cuantas páginas, tratando de combatir a la pseudociencia, al fraude paranormal, el timo de lo alternativo y complementario, porque el legislativo colombiano y las instancias gubernamentales se encuentran infiltradas por seudocientíficos y políticos, a quienes he venido comunicando inquietudes y reparos frente a la legalización de prácticas graciosas, simpáticas, pero inútiles, algunas muy irracionales, sin obtener una respuesta lógica ni coherente al respecto; los parlamentarios han avalado el ejercicio de chamanes (protección de derechos étnicos minoritarios), naturópatas, homeópatas, acupunturistas y ayurvédicos, argumentando falacias de antigüedad, de número (chinos e indios son la mitad de la población mundial) y el “no se cómo, pero a mí me funciona”.

También lo hago porque muchos políticos y gobernantes creen que no deben preocuparse por algo en que la gente cae por su cuenta y gusto (supuesta libre elección), lo cual considero como una actitud totalmente fascista; es quitarse de encima su responsabilidad con la obligación constitucional de garantizar entre muchas cosas, salud y derecho a información veraz de los ciudadanos.

El Senado colombiano incorporó ayurvédica, naturopatía, acupuntura, homeopatía y chamanismo en la ley de talento humano en salud desde 2007. Es decir, la pseudociencia infiltrando la política, antes que enfrentar el escrutinio científico, en donde no tiene posibilidades.

Algunas de estas prácticas seudocientíficas cuentan con programas de posgrado en facultades de prestigio, nacionales y extranjeras. Hasta la Universidad Nacional de Colombia decidió ingresar al mundo de la fábula y la superstición. Argumentaron que también lo hacen en Alemania, en Estados Unidos y en Francia… como si estulticia y falta de sentido común no existiese en dichos países.

Si no existe una postura racional del científico apagado a la mejor evidencia posible, un pensamiento crítico que discrepe frente a los desafueros y extravagancias de los seudocientíficos promotores del mundo alternativo, complementario, el pueblo seguirá en manos de traficantes de ilusiones; esperanzado en falsas creencias y expectativas, perdiendo dinero en grandes cantidades y vidas en no pocas oportunidades.

Hay que luchar incansablemente porque despierten algún día. Educar es obligación moral de médicos y científicos, en toda la extensión de la palabra.

 

 

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