El título de esta columna es engañoso, ya que, el gobierno se alista para avanzar en dos procesos de negociación diferenciados y que resulta erróneo etiquetar bajo el simplista paraguas de una negociación con las disidencias de las Farc.
Por un lado, en pocas semanas se iniciará la fase pública del proceso de diálogo con el autodenominado Estado Mayor Central (EMC) de las Farc -considerado por el grueso de la opinión pública como la mayor disidencia fariana-; y, por otro lado, se está a la expectativa de conocer los términos del proceso que se adelantará con la reincidencia de la Segunda Marquetalia; así, el gobierno tendría una estrategia de negociación activa en tres frentes (ELN, EMC y Segunda Marquetalia).
A continuación, pasaré a presentar los aspectos más relevantes de esa estrategia de negociación (con la información disponible).
¿Qué diferencia al EMC de la Segunda Marquetalia?
Resulta muy importante precisar la naturaleza de cada organización armada. Aunque ambas tienen su origen en la extinta guerrilla de las Farc-Ep, les asisten diferentes trayectorias. Mientras que el EMC reúne una serie de combatientes de diversos frentes que nunca se acogieron al proceso de paz, es decir, que nunca ingresaron a una Zona Veredal para iniciar la ruta de desarme y desmovilización; la Segunda Marquetalia -liderada por Iván Márquez- surgió años después de firmado el acuerdo de paz y en su “frente madre” se reagruparon comandantes que sí se acogieron al desarme y al modelo de justicia transicional.
Esta distinción no resulta para nada menor, pues cada organización tendrá incentivos particulares al momento de negociar.
Si el EMC desconoce el acuerdo de paz y se proclama como “las mismas Farc de 1964”, se sobreentiende que su proceso implicará el diseño de una política de desarrollo rural y participación política sin las famosas “líneas rojas” de La Habana; contrario sensu, sí en el origen de la Segunda Marquetalia se encuentra el entrampamiento auspiciado por el exfiscal Néstor Humberto Martínez y una arraigada sensación de perfidia, el punto de partida -en un gobierno que se dice comprometido con lo acordado- será el acuerdo de paz.
¿Será un proceso parecido al que se adelantó en La Habana?
Las condiciones sociales y políticas han cambiado bastante desde el 2012. De ahí que las variables que cruzarán las negociaciones serán muy diferentes a lo visto con el proceso de La Habana. Tal vez, se retomarán aspectos de orden metodológico (ciclos y delegaciones) o temáticos (agenda rural, participación política o justicia), pero las negociaciones tendrán una dinámica propia y autónoma, con dos agravantes: el tiempo será limitado ante la imposibilidad de una reelección; y, la ciudadanía se percibe apática a la salida negociada con dos grupos de reciente creación y que no representan para las élites el “coco histórico” que en su momento sí encarnaron las Farc-Ep.
¿Cómo se relacionarán las negociaciones con el proceso que se viene adelantando con el ELN?
Con la guerrilla del ELN ya se acordó una agenda sin “líneas rojas” -donde se espera tocar el modelo económico y el régimen político- y en pocos días iniciará la discusión del primer punto relativo a la participación de la sociedad civil. En contraste, todavía no conocemos la agenda temática que se discutirá con la delegación del EMC y mucho menos con la Segunda Marquetalia (su proceso sigue en fase exploratoria).
Pero no resultaría descabellado pensar que las agendas, dada la amplitud de la acordada con ELN, se pudieran complementar en aspectos de orden temático; especialmente, por la importancia que el EMC le busca dar a la base campesina que habita en sus áreas de influencia.
No sería la primera vez que las guerrillas comparten una “causa común” en un escenario de negociación política, tan solo hay que recordar la experiencia de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar a finales del siglo pasado; sin embargo, eso sí dependerá exclusivamente de la voluntad tanto del ELN como del EMC, ya este último dio un primer paso en ese sentido cuando invitó al ELN a “parar la guerra”. ¿Podría ser el punto de partida de una eventual coordinación entre estos grupos en el proceso de negociación?
De concluir el proceso, ¿habrá nuevos partidos políticos y otra jurisdicción especial?
Si ambos procesos prosperan durante este gobierno y concluyen en acuerdos de paz, seguramente implicarán desarrollos institucionales en clave de política pública o reformas constitucionales.
No es claro si el EMC buscará repetir la clásica receta de “partido y curules” o si mejor demandará la profundización de espacios de democracia directa en sus áreas de influencia (asumiendo que sus reivindicaciones son de naturaleza localista); además, su desconocimiento del acuerdo de paz lleva a pensar que se deberá diseñar un modelo de justicia transicional que no se asuma como una mera “extensión” de la JEP.
Con la Segunda Marquetalia el análisis se torna más complejo por tres factores. Primero; algunos de sus máximos comandantes fueron directamente expulsados por la JEP a finales de 2019 por “incumplir gravemente el régimen de condicionalidad”; segundo, su agenda política no resulta clara en un gobierno cercano al acuerdo de paz; y tercero, el 14 de junio de 2019 el Consejo de Estado le decretó la muerte política a Iván Márquez, su principal referente político.
Sin lugar a dudas, las negociaciones con el EMC y la Segunda Marquetalia todavía encierran más preguntas que respuestas. No será fácil. Serán procesos complejos, que, por el momento, no se cubren en su totalidad con un ABC. Las preguntas planteadas en esta columna solo son un vago insumo para una discusión que pinta bastante retadora.