Pasó el Zoncolan, el infame puerto, el que acaba con todas las ilusiones, toda la fe. Egan nunca la había subido. Habían nervios. Simon Yates parecía listo para demostrarle a Bernal que no iba a ser un rival fácil de vencer. Su equipo, el Ineos, otra vez estuvo imperial. Si bien el Astana había estado dominando la carrera en los primeros kilómetros, el Ineos, faltando 10, se puso a tirar. Egan quería ganar la etapa pero ya la fuga había tomado suficiente distancia. Faltando tres kilómetros, cuando las rampas ya estaban al 18% atacó Yates. El único que se le pudo pegar a rueda fue Egan. Atrás Remco Evenepoel, el belga destinado a ser el próximo Eddy Mercx, se retorcía de dolor. Egan aguantó tranquilo el embate de Yates y, faltando trescientos metros, lo soltó y alcanzó a sacarle 10 segundos a su principal rival. Egan cada vez es más líder.
Había que pasar el puerto más duro del Giro para tener las cosas más claras. Sus rivales perdieron con el colombiano y, de no pasar un accidente, una enfermedad, si la salud lo acompaña, Egan será campeón en su primer Giro a sus 24 años, la segunda vuelta, el retorno glorioso de un joven que pensó lo peor cuando la espalda le falló en su defensa al Tour.
Egan está cada vez más fuerte. Mañana vendrá etapa de transición donde deberá estar atento a cualquier sobresalto. El lunes deberá preparar una de las batallas decisivas. Por ahora solo Yates -después del desfallecimiento de Nibali- es el único que pareciera disputarle la carrera. Grande Egan, gracias por darnos esta alegría en momentos tan oscuros.