Habían pasado casi cuatro décadas después de que Bernard Hinault subiera a lo más alto del Podio en los Campos Elíseos durante el verano de 1985. Después Francia se acostumbró a ver extraterrestres como Induraín, Armstrong, Froome, Quintana. Todas las promesas se quemaron en el asfalto de los Pirineos, de los Alpes, ahí cayeron Jalabert, Virenque y Jean Francois Bernard. Las cosas habían cambiado, en este 2019 las grandes estrellas del ciclismo internacional, Froome, Dumolin se habían ausentado. El camino quedaba abierto. Al principio el gran momento de Thibout Pinot ilusionaba. Tenía 29 años, había llegado a la madurez, estaba listo para ganar. El triunfo en el Tourmalet ratificaba el favoritismo. Para acabar de completar el marco, el único que podía quitarle la alegría parecía ser Julian Alaphillipe. El joven de 27 años era la sorpresa del Tour. Nos habíamos acostumbrados a verlo como un corredor explosivo, que siempre ganaba al embalaje. Pero, después de la contrarreloj en Pau, donde se impuso, parecía un líder fuerte. Había soportado sin problemas los Pirineos, en los Alpes también lucía fuerte. Además sus rivales de Gran Bretaña, Alemania y España no parecían tener fuerza. Todos parecían mermados, menos el colombiano.
Egan Bernal atacó en los dos techos del Tour, en los lugares donde el aire escasea, donde solo las águilas vuelan. Los que lo intentaron seguir desfallecieron. Valverde explotó, su líder y actual campeón del Tour Thomas también lo persiguió pero se quemó. Era la rueda a seguir en la etapa del 26 de julio. Ya en el Galibier demostró su fortaleza, de un solo arrancón descontó 30 segundos, estaba a un minuto treinta segundos de la ansiada amarilla. Hoy sería la jornada decisiva. Egan era el único que podía atravesarse pero si fallaba Julian ahí estaría Pinot.
Cientos de miles de personas se apostaban en las estrechas carreteras alternas de Francia para ver como el camino hacia Paris se achicaba cada vez más. La antepenúltima etapa era la batalla previa a la final. Habían llegado desde el miércoles, apostados en carpas o en carros-casa con las banderas de Francia. El primer campanazo para el público francés fue la cara descompuesta de dolor de Thibaut Pinot. No pudo concluir el primer puerto del día. En medio del llanto se bajó de la bicicleta. Ahora solo quedaría Alaphillipe quien lucía fuerte. Subían el penúltimo puerto del día, iban por la mitad cuando tiró del grupo Thomas, Egan se puso atrás de Alaphillipe, sintió su respiración entrecortada, la agonía de haber estado al frente durante dos semanas de la competencia deportiva más exigente del mundo. Egan, fuerte, orgulloso, lo atacó y lo dejó sembrado en el asfalto. No hubo reacción. En el grupo de los favoritos nadie respondió. Egan, en unos cuantos metros llegó a la fuga grande pero uno a uno los fue acabando. Terminó con las aspiraciones de Uran, Nibali y Yates y pasó en solitario en el col de L’Iseran.
En el descenso un alud de barro y nieve bloqueó la carretera. La carrera se paralizaba, se tomaban los tiempos del premio de montaña, con ellos Egan es virtual líder. Solo falta una sola etapa de montaña, tres puertos mañana para que Colombia viva algo que parecía completamente irrealizable: Ganar el Tour de Francia.