Bradley Wiggins, después de que Egan Bernal explotara en el Gran Colombier, la etapa en donde su espalda lo paralizó, afirmó que el colombiano se había ganado el Tour de Francia del 2019 de Chiripa. Es que, durante la antepenúltima etapa, cuando Egan lanzó el ataque demoledor que destrozó a Julian Alaphillippe, una nevada truncó el final. También el invierno canceló la etapa posterior. Los detractores del colombino se equivocaban. Egan hubiera ampliado aún más la ventaja de haber podido correrse la etapa con normalidad y en su totalidad. Por la altura en la que se corría, más de dos mil metros sobre el nivel del mar, muy acorde con el entorno natural en el que se crio, y etapas de puertos encadenadas, Egan podría haber sacado más diferencia.
Por eso, el principal afectado por el recorte que sufrió la etapa de este lunes 24 de mayo fue el colombiano quien se frotaba las manos pensando en todo el daño que podría haberles hecho a sus rivales. Pero en la Marmolada y en el Porloi, los dos puertos que cercenaron, el frío rozaba los cero grados. Había lluvia y nieve pero ¿de eso no se trata el Giro, la carrera más dura de todas? ¿acaso Nairo no ganó la edición del 2014 después de estar a punto de congelarse? Las protestas de algunos equipos hicieron que la etapa reina fuera apenas una etapa princesa. Y ahí, en el frío más inclemente, Egan se crece y se vuelve un monstruo, algo parecido a lo que era Nairo Quintana en sus años felices, por ahí en el 2015, cuando, bajo el clima más hostil, se impuso con autoridad de dictador en la Tirreno Adriático.
De la etapa no pudimos ver nada, sólo los últimos cuatrocientos metros. Egan venía exultante, feliz, fresco. Se nota que está bien de salud, que los dolores de la espalda son parte del pasado y que es el gran monarca de este Giro. Las diferencias parecen casi insalvables contra sus rivales quienes parecen machacados como Simon Yates quien parecía su rival más fuerte pero hoy perdió absolutamente todo. Faltando trescientos metros, con la etapa ganada, Egan incluso no se preocupó por sacarle más diferencia a Damiano Caruso, su rival más directo, sino que se sacó su chubasquero, se lo metió en el bolsillo de atrás de su maglia rossa y celebró a rabiar pero sin la emocionalidad con la que ganó su primera etapa de este Giro en Campo Felice.
En Europa hablan de la suerte que tiene Egan pero, por favor, qué injusticia tan grande. Si se hubiera corrido la etapa completa la diferencia hubiera sido aún más abismal. Lo que queda es esperar que no sufra ningún inconveniente, ninguna caída, que no hayan enfermedades, contagios, una gripa mal cuidada. Si todo sale bien Egan ganará, a sus 24 años, su segunda gran vuelta. Hasta los 25 un corredor todavía es considerado joven. Si hace más frío será mejor para él. Entre la nieve no hay un monstruo que ruja más rápido.