Efraín de Jesús López, de vendedor de hielo a alcalde de El Bagre

Efraín de Jesús López, de vendedor de hielo a alcalde de El Bagre

Nació en Yarumal, al que sus habitantes describen como el pueblo de las tres efes: frío, feo y faldudo. Según cuentan los que lo conocieron, su vida la hizo a pulzo

Por: Carmelo Antonio Rodríguez Payares
noviembre 16, 2022
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Efraín de Jesús López, de vendedor de hielo a alcalde de El Bagre

Para quienes conocieron en sus mejores días en El Bagre al señor Efraín de Jesús López, es decir, cuando apenas la diosa de la Fortuna le comenzó a sonreír después de hacerle muchos intentos en vano, les hubiera sido imposible imaginar que ese personaje había tenido que pasar por un sinnúmero de peripecias, avatares y vicisitudes, las cuales gracias a su tenacidad supo sortear antes de pasar a vivir las maduras, pues cuando le tocó atravesar el camino de las incertidumbres y de conocer las verdes en todo su esplendor, fue quizá el período de dónde sacó la conclusión de que la vida pone obstáculos para que uno aprenda a apreciar aquello que se ha conseguido a punta de sacrificios y privaciones, para luego gozar de ellas y saber que no se ha pisoteado a nadie para alcanzar ese propósito.-

En palabras de Manolito, el eterno amigo de Mafalda, cuando hace referencia a cierta gente que ha ganado dinero en forma sospechosa y poco honrada: "Nadie puede amasar una fortuna sin hacer harina a los demás".- Sin embargo, al entrar en los detalles de lo que fueron los comienzos de este comerciante que llegó a El Bagre como muchos otros ciudadanos, detrás de los cantos de sirena y del becerro de oro que esta vez estaba camuflado en la figura de una empresa minera que se asentó en la región a comienzos del siglo pasado, se puede concluir que el malpensado de Manolito esta vez no tenía razón.-

Sus orígenes se remontan a Yarumal, un municipio al que sus mismos habitantes lo describen como el pueblo de las tres efes: frío, feo y faldudo, un epíteto que comparte con otros pueblos de Antioquia por tratarse de cabeceras en donde se dan silvestres estas tres características.-

Pues bien, allá nació el sábado 24 del mes de febrero del año 1923. Fue criado en un hogar en el que al decir de quienes conocieron de cerca los tropiezos de aquellos años, en donde “abundaban las necesidades”, pero en cambio nunca perdió las esperanzas de que con su trabajo honrado y con la responsabilidad que le inculcaron, aquellos obstáculos que a veces pone la pobreza se pueden derribar y de esta forma sacar adelante los planes y los sueños que se hayan construido.

Prueba de la falta de dinero que tenían en su hogar fue que solo pudo estudiar hasta el primero de primaria, lo cual quiere decir que a duras penas alcanzó a conocer las primeras letras y algunos números, situación que lo obligó a ejercer tareas en el campo y de esta manera tratar de solventar las primeras necesidades que le permitieran tener una vida digna, o por lo menos no hacerla más pesada.-

Es así como, por ejemplo, cuando le llegó la fecha de compartir por primera vez el cuerpo de Cristo en forma de hostia, su madre, María Hermelina López, se vio en calzas prietas para salir de semejante y colosal compromiso porque requería, sin duda, de una buena suma de dinero para que el nuevo integrante de la iglesia católica recibiera la sagrada comunión sin mayores reparos.-

Y es allí en donde la imaginación puso a jugar a los protagonistas del evento porque a pesar de haber llegado a la cita trajeado con un buen un atuendo, meritorio para aquella ocasión única y especial, tuvo el infortunio a la hora de plasmar ese evento en una foto, la misma que todos conservaron por muchos años en sus albúmes familiares – casi tanto como a la del día del matrimonio –ya que el fotógrafo tuvo que tomársela de las rodillas hacia arriba por una razón que hablaba por sí sola de las precarias condiciones en que arribó aquel domingo a su consagración: no tenía zapatos.-

Aquello, aparte de ser una anécdota que con el paso del tiempo lo ayudó a seguir con sus trabajos, le abrió un nuevo capítulo en su vida y de esta manera decide convertirse en uno más de los habitantes de las calles de la ciudad de Medellín, esa que no tiene contemplaciones para nadie y menos para los que no cuentan con los recursos suficientes para prodigarse un buen techo, una cama y las tres raciones diarias.- Contar estas cosas siempre será fácil y lo hace uno en un par patadas, vivirlas es otra cosa.-

En esta ciudad pasó dificultades propias de quienes no tienen un trabajo y menos un apoyo conque enfrentar el frío, el desamparo y el hambre que lo golpearon hasta el punto de hacerlo desistir de esa idea y retomar, cual hijo pródigo, el camino a su casa en donde lo esperaba su madre y atender un compromiso con el ejército colombiano hacia donde acude como buen ciudadano, a pesar de que tal como sucede hoy, este servicio es de obligatorio cumplimiento y conseguir la libreta militar en aquellos tiempos era una alternativa para soñar con un buen empleo.-

Allá en el cuartel recibía de vez en cuando una ayuda económica que su madre le enviaba producto del pago de lavar ropa ajena, convencida como todas las mamás, de que sus hijos cuando visten el camuflado le esperan tiempos difíciles.-

Cuentan que en esa época fue cuando logró forjarse como una persona agradecida, al punto de que no gastaba los centavos que con esfuerzos le giraba su madre, porque sabía que era con “sacrificio, sudor y esfuerzo” y por eso los guardaba y cuidaba como su más valioso tesoro, tal como le dijeron que hiciera con su fusil de reglamento.- Al salir de aquel compromiso ineludible y con su libreta militar en la mano, escuchó unos comentarios de cierta compañía minera llamada Pato Gold Mines, ubicada en un pueblo fundado a orillas del río Nechí al que llamaban Zaragoza de las Palmas y de la Piña de oro, fruto de una leyenda que venía de los tiempos de la Colonia.-

Cuando el almanaque señalaba los años 50, y luego de hacer las gestiones y cumplir con los trámites y demás requisitos, logra ingresar a la nómina de la empresa gringa y se propone permanecer un tiempo razonable que le permita reunir alguna suma de dinero para luego salir a buscar mejores horizontes.- Entonces un amigo cercano le habla de un caserío vecino que al principio le decían Bijao por las hojas que usaron para techar las casas, pero con el paso del tiempo fue conocido como El Bagre en homenaje a un gran pez que fue por años de fácil captura en sus ríos y así se quedó hasta el sol de hoy.-

Fue en aquella población en donde comenzó a desempeñarse en las más variadas de las actividades comerciales, desde manejar una cantina o un bar, o estar al frente de los juegos de azar, con tal de que esos trabajos le permitieran ganarse el pan diario como lo mandan las sagradas Escrituras.-

Estando allí y en pleno ejercicio de aquellas actividades es cuando conoce a una mujer de nombre Carmen Rosa Cangrejo Niño, a quién de manera cariñosa le decían Margarita López, porque además de su simpatía y sus encantos femeninos, tenía en su árbol genealógico un personaje que por muchos años fue un reconocido ídolo del ciclismo colombiano: era prima hermana del penta campeón de ese deporte llamado Rafael Antonio Niño Munévar, hoy retirado de la actividad y que en sus tiempos de gloria compitió en las décadas del 70 al 80 y aún posee el récord de ser el ganador de más ediciones de la Vuelta a Colombia y del Clásico RCN, que eran las competencias ciclísticas más importantes del país.-

Ella nació en un municipio de la sabana cundiboyacense llamado Sibaté, pueblo que fue habitado por los Chibchas, de allí su apellido Cangrejo que le hacía honor a sus ancestros de Cundinamarca.- La pareja alcanzó a conformar una familia con sus hijos Luisa, Efraín, Félix, Hermelina, Cristina, Elkín más conocido como Pacho y Carmen, a la que le decían la Tata.- Al nacer su primera hija tiene el doble compromiso de cambiar su estilo de vida y con ella su actividad económica, lo que en otras palabras era alejarse de bares y cantinas y demás tareas que para el momento no eran tan edificantes, aunque como todo trabajo, eran tan dignos como respetados.-

No era difícil tomar una decisión a sabiendas de que se encontraban en un pueblo en donde el oro era peste y la mayoría de sus primeros pobladores hicieron de la búsqueda del mineral una forma de vida y deciden abrir una compra de oro, o más bien de pelusas como se decía en aquella época cuando no se tenía el músculo financiero suficiente para hacerlo a tope y luego venderlo al Banco de la República en la ciudad de Medellín.-

De modo que con meras pelusas era difícil alcanzar los mismos recursos que le dejaban esas otras actividades, pero ya tomada la decisión no tenían otro camino de retorno.- Sin capital de trabajo suficiente tampoco era posible obtener ganancias apreciables que les permitiera conformar un capital de trabajo y en principio lo que adquirían lo tenían que vender a otros compradores de la plaza, como era el caso de un señor llamado Suso Londoño, quien se destacaba como hombre de negocios que estaba al frente de su propia ferretería y era de los más prósperos de esos tiempos.-

Con la confianza que se ganaron no vieron otra ruta que acudir al propio señor Londoño para que les hiciera un préstamo que con el paso de los meses lo alcanzan a cancelar, junto con los intereses que generó ese capital.-

Y como el pueblo se encontraba en crecimiento continuó, decidieron ingresar a otras actividades como la venta de hielo que requerían los pescadores y las llamadas fresquerías ubicadas en el parque de la Madre, además compraban las cosechas de arroz que salían de la Pajuila; vendían carbón y más tarde distribuyeron productos como gaseosas y la cerveza de alta demanda en ese pueblo de clima cálido.-

También incursionaron en el comercio de la madera y de esta manera fue creando a su alrededor una buena historia de superación.-

Encontrarse en la vida con personajes como Joaquín Yepez, Arturo Correa, José María Uparela, un señor al que le decían Pipuqui y a Jairo Arango, que después fue alcalde por voto popular entre los que se recuerdan para estas crónicas, resultaron definitivos para su vida que muy pocos recuerdan en El Bagre, pero que señalaron, como muchos de sus contemporáneos, un verdadero camino entre la humildad y el carácter, mezclados con la honradez de lo que significó una vida hecha a pulso, como lo podremos leer en la próxima entrega.-

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