Edwin Barrera guardó silencio unos instantes y trató de mantener la calma cuando su prueba COVID-19 salió positiva, consciente de que una actitud tranquila es definitiva para superar este temible virus, que tiene la sagacidad para leer y afectar aún con mayor ferocidad a quienes le demuestran temor y desesperación, y posteriormente se apresuró a aclarar a familiares, amigos, funcionarios y casanareños, que aunque fue vacunado con las dos dosis de Pfizer, eso no impedía un eventual contagio, sino que disminuía la intensidad de los síntomas, o incluso evitaba terminar en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) o dado caso llegar a fallecer.
En ese momento, Edwin evocó los sabios consejos de su abuela, quien desde niño le advertía que no jugara al balón en medio de los torrenciales aguaceros en Paz de Ariporo –en donde nació— y negándose a contarle a ella que para ahorrarle costos al reducido bolsillo de su Mamá, decidió vivir varios años en los helados garajes de las casas en Tunja, cuando estudió la carrera de Medicina en la Universidad de Boyacá, que le repercutió en una leve afectación en los pulmones, y que en estos momentos al adquirir el COVID-19 se podría convertir en un factor en contra del tratamiento.
El proceso de recuperación del COVID-19 lo asumió entonces como una larga y compleja carrera de atletismo, consciente de no acelerar el paso con desesperación, sino trotar a mediana velocidad, con la pausada y debida respiración, pero ante todo con la suficiente proactividad y ganas de vivir, que le permitiera al cabo de trece días llegar a la ansiada meta –como efectivamente sucedió— cuando se considera que el paciente está clínicamente recuperado.
En el confinamiento de su casa, desempolvó los libros de un doctorado pendiente –se le veía subrayar con un desgastado resaltador amarillo, que conserva desde la época de la Universidad— y aprovechando el milagro de la virtualidad continuó dirigiendo el día a día de su amada ESE Salud Yopal, sin descuidar un solo detalle, con la misma intensidad de siempre, recorriendo a través de la cámara cada dependencia de la entidad, revisando cada particularidad y pidiendo explicaciones cuando cierta circunstancia no lo convencía, en medio de la preocupación de los funcionarios por su pronta recuperación, quienes le reiteraban que todo estaba bien y que por favor se dedicara de una vez por todas a descansar.
No era la primera vez que Edwin Barrera —con tres especializaciones y una maestría en administración en salud— se tomaba un reto como una carrera de atletismo, porque a mediados de la década pasada, cuando asumió la gerencia de ESE Salud Yopal, entendió que recibía una entidad partida en mil pedazos, con una monstruosa burocracia, sin vestigio de las nuevas tecnologías –con papeles y máquinas de escribir— y bajo el tinte político de las pasadas administraciones municipales, cuando en medio de la crisis de gobernabilidad se designaron a cinco gerentes en menos de un año.
Al entrar por primera vez al abandonado despacho de gerencia, iluminado por un débil bombillo de veinte vatios, se dedicó a poner en su lugar los cientos de papeles que estaban esparcidos en el antiguo y monumental escritorio, evocando esos días felices de su niñez cuando acompañaba al trabajo a su señora madre, una abnegada secretaria quien le decía –mientras abría el archivador y metía algunas carpetas— que “el orden era el principio de la claridad”, y hasta no dudó en llamarla para resolver algunas dudas sobre la organización manual de una oficina del siglo pasado.
Al mismo tiempo implementaba un cuidadoso plan de modernización de la entidad, acudiendo a la fascinante mentalidad avanzada de su tío, aquel comerciante en Paz de Ariporo que le puso el primer “Software” a su negocio —que Edwin administraba con sigilo y responsabilidad en sus cortas vacaciones de la universidad— quien mucho después le dio el dato de un “programa gratis” en internet para que se pudieran asignar citas de manera digital a cualquiera de los centros de servicio de la entidad, dejándolo sorprendido el ingeniero de sistemas de la misma, al responderle que no había implementado ese programa porque hasta ese momento ningún “gerente” se lo había solicitado.
Al dimensionar ese cúmulo de trabajo, agradeció la férrea disciplina que le inculcó su padre –asesinado en la reciente época de la violencia en Casanare— quien lo levantaba a las cinco de la mañana y le revisaba por última vez las tareas hechas el día anterior para la escuela, lo que le formó el carácter y lo conminó a tomar cualquier trabajo con la suficiente rigurosidad, sin desconocer que el constante diálogo con los funcionarios era otra poderosa herramienta, quienes en el pasado por el miedo a ser sancionados o despedidos de su trabajo, no se atrevían a exponer las falencias ni a proponer soluciones, por lo que en esta etapa Salud Yopal se convirtió en un escenario de discusión y concertación entre las directivas y la planta de personal, como también el constante aporte de los usuarios, quienes desde ese momento empezaron a percibir una entidad renovada y de puertas abiertas.
Una de las primeras acciones de Edwin Barrera, fue eliminar las incontables oficinas de archivo con historia clínicas en físico –con 32 funcionarios— para pasar a un moderno centro de documentación con tan solo cinco funcionarios, mientras le daba un plazo perentorio de un mes a los médicos para que iniciaran a trabajar con la historia clínica digital, al poner a funcionar un software que la entidad había comprado hace casi diez años, y que hasta el momento a nadie se le había ocurrido utilizar, pero que si se estaba pagando a la respectiva empresa por su supuesto uso.
Con la consigna de que Salud Yopal no era una empresa de archivos, sino de servicios en salud, se pasó de contar con quince a cincuenta médicos, abriendo además las salas de emergencia, hospitalización y parto –a catorce años de su fundación— que previamente fueron certificados con ISO 9001 de 2015, al verificar el ciento por ciento de la habilitación del servicio en cada una de éstas, que tienen como referente la atención personalizada y en condiciones dignas para cada uno de los pacientes, quienes encuentran ahora a un personal totalmente afable y dispuesto a prestar un mejor servicio.
Y ha sido un acierto: Edwin Barrera ha logrado que en emergencias no permanezca un solo paciente en silla Rimax, camilla o incluso recostado en el suelo, sino que cada uno pueda contar con su respectiva cama, y como si fuera poco ha facilitado las condiciones para que los partos sean mucho más humanos, al permitir que cada mujer a punto de dar a luz pueda entrar a la sala con un acompañante, o incluso que la pareja pueda filmar todo el procedimiento, logrando además que este fin de semana atendieran el “Parto No 1000”, que se convierte en todo un récord si tenemos en cuenta que esta sala se abrió tan solo hace tres años.
A Edwin le ha tocado enfrentar no solo problemas técnicos sino actitudes reticentes al cambio, como convencer a funcionarios de Rayos X y Laboratorio Clínico del Centro Luis Fernando Londoño –que contaba con equipos prestados y obsoletos— para que se trasladaran y pusieran en marcha los modernos y guardados equipos de la sede central, haciéndoles caer en cuenta que era el momento de dejar los acetatos de las radiografías, por contemporáneos equipos que arrojaban el respectivo resultado digital, que se podía enviar por correo electrónico o “quemando un CD”, o incluso abrir los espacios para que los funcionarios reconocieran las deficiencias en su conocimiento y posteriormente iniciaran un riguroso proceso de capacitación con las nuevas tecnologías, acorde también con las exigentes condiciones del recién inaugurado laboratorio molecular, bautizado con el nombre de mi gran amigo y colega Omar Rey Martínez (QEPD).
La implementación del software ha complementado además el moderno call center remoto para asignación inmediata de citas, que incluso se puede pedir para cualquiera de los centros de la entidad, que tienen disponible en la red cada una de las historias clínicas de los pacientes, sin contar que el mismo software le ha permitido ahorrar mensualmente a la entidad más de setenta millones de pesos en papelería –a pesar del enojo del contratista— y que sin duda ha contribuido en el logro de aumentar la facturación mensual de quinientos a dos mil millones de pesos de esta entidad, que su misma infraestructura le ha permitido enfrentar con eficiencia la pandemia del COVID-19, hasta tal punto que el viernes lograron vacunar a 978 personas en tan solo un día.
Y lo confieso: he quedado estupefacto cuando Edwin Barrera me comentó sobre el establecimiento del Centro de Investigación de ESE Salud Yopal –inscrito en Colciencias— que va a permitir por primera vez una labor científica en este campo, ajustado a las condiciones diferenciales y específicas de nuestra ciudad, que va a aportar de manera definitiva en soluciones al tema de la salud en la Orinoquia y el resto del país, estimulando a nuevas generaciones a vincularse en el estudio y conocimiento de una ciencia tan compleja como esta.
Un dato adicional: es de trascendental importancia el trabajo coordinado entre ESE Salud Yopal y el alcalde Luis Eduardo Castro, a quien Edwin Barrera le reconoce su practicidad y plena disposición para encontrar soluciones, lo que sin duda va a contribuir en una nueva etapa de consolidación y desarrollo de nuestra entrañable entidad de salud local.
Coletilla. Lo he hablado largo y tendido con Edwin, para que en las discusiones de próximo Plan Nacional de Desarrollo en el Congreso de la República, se logre incluir a ESE Salud Yopal dentro del articulado, bases del plan y el plan plurianual de inversiones, teniendo en cuenta además que la transformación de la entidad se puede convertir en un programa piloto del sistema de salud a nivel nacional, y que de manera gradual y selectiva vendría a implementarse en los diferentes municipios del país.