El sistema económico capitalista que se ha impuesto en el mundo ha traído consigo su inevitable combustible: el consumismo. Desde que los fabricantes de bombillos descubrieron que para poder hacer sustentable su negocio tenían que construir estos dispositivos de tal forma que tuvieran un tiempo de vida programable, las personas se han visto envueltas en una constante presión para consumir recursos que sostengan la maquinaria capitalista.
Claro que no les bastó con hacernos comprar cada cierto tiempo un elemento, porque al anterior se le terminaba el ciclo de vida, sino que además impusieron el concepto de obsolescencia. Haciendo uso de la publicidad y el mercadeo hacen creer cada cierto tiempo, cada vez más corto, que nuestros bienes se han vuelto obsoletos y es necesario cambiarlos por otros, así los que tenemos aún funcionen bien.
El paso de los bombillos hacia otros elementos fue veloz. La tecnología que para muchos empezó con los computadores fue la primera prueba fuerte. Tener que deshacernos de nuestro computador a los dos años porque parecía demasiado lento, no fue fácil para todos. Luego los equipos celulares aceleraron aún más este proceso, solo por poner unos ejemplos, pues ahora queremos cambiar todo lo que tenemos cada cierto tiempo para sentirnos actualizados o a la moda.
Parece inevitable que el consumismo invada todas las áreas de nuestra vida, pero el motivo este artículo, es la educación. Se hace cada vez más evidente, que se están aplicando las mismas estrategias de mercadeo para que las personas consumamos educación.
Aun recordamos muchos como hace unas décadas tener un título de bachiller era un privilegio y cuántas puertas abría. Luego la oferta de bachilleres se hizo grande y fue necesario hacer el sacrificio económico para enviar a los jóvenes a las universidades. Ahora es obvio que un profesional recién egresado de una universidad no tiene posibilidades de ingresar al campo laboral con un salario digno, pues las universidades responden rápidamente a la demanda con postgrados, maestrías, doctorados y aunque a Colombia aun no llegan ya vemos como en el mundo un profesional sin postdoctorado está quedando limitado en sus aspiraciones laborales.
Toda esta oferta educativa, tentadora y extremadamente costosa, de la mano con la presión que ejerce la publicidad, invitándonos a tener el carro de último modelo, el apartamento bien ubicado, las vacaciones en el extranjero y a enviar a los hijos al mejor colegio, hacen que las personas sacrifiquen una parte enorme de su vida solo estudiando y pagando por estos estudios con la esperanza de un futuro, por lo general incierto. Lo regular, es que hoy en día una persona sienta que culminó su proceso de formación académica cerca de los 35 años, esto son 30 años estudiando, y como la gran mayoría lo hacen por medio de créditos, ya podemos hablar de personas que pasan de los 40 años aun pagando por el privilegio de sentirse bien preparados.
Y al final todo esto para que las universidades hablen, como si fuera lo más lógico, de la pertinencia de la educación. Es decir que las personas estudien lo que la economía necesita, en conclusión están formando para que vayamos a una fábrica a producir un elemento consumible, para que con el salario que recibamos podamos comprar esos mismos elementos consumibles. Convirtiendo al ser humano en un engranaje deshumanizado que hace funcionar la base de ese sistema capitalista consumista, y con la esperanza de que con muchísima suerte a los 65 años, al menos en esa edad vamos, nos permitan retirarnos con unos pocos años de una salud precaria, a disfrutar de solo un porcentaje de lo que ganábamos y preferiblemente a seguir consumiendo productos pensados para las necesidades de los jubilados.