Educar y parar en tiempos de pandemia

Educar y parar en tiempos de pandemia

"Si la pandemia ha demostrado algo es que los maestros tienen la razón"

Por: Alejandro Castillo
agosto 12, 2020
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Educar y parar en tiempos de pandemia
Foto: Pixabay

El paro nacional virtual de 48 horas programado para este 12 y 13 de agosto del magisterio colombiano básicamente vuelve a pedir los mismos puntos que los profesores han pedido desde hace varios años: mejora al sistema de salud, garantías para la profesión docente y financiación para la educación pública. Si la pandemia ha demostrado algo es que los maestros tienen la razón. Y la han tenido en cada una de sus justas luchas reivindicativas.

Plantear hoy la alternancia para el retorno presencial a clases significa exponer sin razón alguna a un gran sector de la sociedad. En vez de ello, el país requiere que se apruebe una renta básica para la población vulnerable, que, contrario a los $160.000 que pretende entregar el gobierno, debería ser al menos de un salario mínimo mensual. Los maestros somos conscientes de los contextos familiares por los que pasan nuestros estudiantes y sabemos que ninguna práctica pedagógica es efectiva si ellos y sus familias hoy pasan hambre y enfermedades.

Al dar un rápido repaso a las condiciones de las instituciones educativas, encontramos sus falencias en higiene, sanidad e infraestructura. Las escuelas no cuentan con elementos simples como jabón o papel higiénico y sus pupitres y tableros están deteriorados. En muchas escuelas se presenta una baja conectividad y una inadecuada infraestructura tecnológica. Incluso algunas carecen de energía eléctrica. De acuerdo con el Dane, el 52.7% de los hogares colombianos tiene acceso a Internet, pero su distribución es desigual: mientras que en el sector urbano la conectividad es del 63%, en los sectores rurales es del 16.2%. Los diferentes gobiernos de turno han hecho poco para mejorar su situación. Creer que ahora estos mismos gobiernos dotarán de lo mínimo tecnológico y asegurarán condiciones de bioseguridad es sólo un acto de buena fe.

No hay condiciones para retornar a clases presenciales.

Las exigencias por el respeto a la vida y las garantías para la labor docente son reales. La mayoría de líderes sociales son educadores de su territorio, a quienes este gobierno ha dejado en soledad, haciéndoles víctimas fáciles de cuanto grupo armado criminal intenta ocupar los territorios.

Hoy la conectividad sigue siendo preocupante. Desde la básica primaria hasta la superior, varios estudiantes no cuentan con acceso a Internet ni siquiera con un computador en casa. En los sectores más vulnerables, los estudiantes son hijos de padres analfabetas. Estudiantes que hoy se encuentran a su suerte. Si tenemos en cuenta que a cada colombiano nos hace falta ganar en autonomía, no es raro que muchos de los estudiantes se muestren apáticos a las clases virtuales. Ya lo hacían con las clases presenciales.

Al menos dos enseñanzas ha dejado esta pandemia para los educadores y las autoridades educativas. Por un lado, la relación técnica maestro – estudiante requiere ser revisada. El distanciamiento social es muestra de ello. Seguir contando con aulas de 40 0 50 estudiantes, separados por escasos centímetros, implica exponer a la población a futuros contagios. Segundo, el debate de la educación postpandémica no es didáctico sino curricular. Esta pandemia muestra todas las consecuencias de un sistema mundo individualista, competente, eficaz, que profundiza en el desarrollo, las lógicas de mercado neoliberal, la destrucción de la naturaleza y la homogenización de las culturas. Situación que no se mejora colocando el énfasis sólo en una distribución de guías, vídeos, formatos y cuanta estrategia hoy se está improvisando, ya de por sí abusiva.

La pregunta, entonces, sería qué proyecto se quiere construir de ahora en adelante. ¿Cuál es la finalidad del proyecto educativo después de que esta pandemia ha puesto en evidencia la fragilidad de la existencia humana?

Ésta situación impone nuevos desafíos al magisterio. Entre el dilema de las clases presenciales o las clases virtuales, la pregunta no sería el cómo educar. ¿Y s este año no retornamos a las aulas? ¿O si regresamos con la pandemia presente entre nosotros?

El desafío que tenemos los maestros hoy consistirá, en primera medida, desaprender las estructuras tan rígidas que nos formaron en la labor docente, para, desde ahí, lograr que la transformación de la escuela se consolide con currículos que aporten a eliminar prácticas patriarcales y totalitarias que se reproducen en el aula. Instalar otros discursos, otras prácticas, otras enseñanzas que prioricen la vida por encima del mercado, que enseñe otras formas de organización social, de organización económica y de sentipensar con la tierra pasan por el qué hacer de los maestros. El respeto por la diferencia, por el género, por la especie, por el fin de la violencia contra la mujer, contra los viejos, contra los niños, contra los animales y la naturaleza y la comprensión de que la cultura es un elogio a la vida, no a la muerte injustificada de seres sintientes son insumos para un debate curricular de hoy.

Un currículo en sintonía con el territorio hace énfasis en el carácter sagrado de la vida, sin distinción de especie. Como colombianos, tenemos la posibilidad de habitar una nación fragmentada en regiones, cada una con sus propias características, necesidades y realidades. Más aún, tenemos la posibilidad de lograr un diálogo de saberes con las comunidades negras, indígenas, gitanas, campesinas que también hacen parte de nuestra nación. Cada comunidad humana, cada animal, cada planta, cada montaña, cada río, laguna, quebrada, mar, cada bosque, cada ser humano es sagrado. Elevar la solidaridad a categoría pedagógica es tomar conciencia de ello. Esos currículos que emergerán, entonces, serán el latido mismo de la comunidad y la senda para recorrer caminos de buen vivir.

Realizarlo no es una tarea fácil, pero la tarea deberá empezarse con prontitud. Las crisis como la que estamos viviendo son oportunidades. Fidias esculpió a la Ocasión como una hermosa diosa con una larga caballera por delante de su rostro y calva en la nuca y con pies alados. Quienes osaban asirla tenían un solo intento.  ¡A la ocasión la pintan calva! El magisterio hoy tiene nuevos argumentos para la dignificación de su profesión: queda demostrado que las escuelas carecen de recursos tecnológicos para brindar una educación tecnológica y científica propia del siglo XXI, la relación técnica no puede ser la misma y urge alfabetizar a los maestros en el uso de las tecnologías. Basta ya la cacería de brujas que algunos maestros continúan contra las nuevas dinámicas y los nuevos dispositivos tecnológicos que disfrutan hoy los estudiantes. Así como basta ya la cacería que algunas autoridades educativas realizan contra maestros que promueven el pensamiento crítico en sus aulas. Al maestro se la exigido demasiado y se le ha dado poco. Se lo quiere héroe y salvador de la sociedad con unas condiciones inmisericordes de mendicidad. La pandemia vuelve a poner el debate en cuestión. La pelota se encuentra en el campo del gobierno.

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