Un filósofo cuyo nombre no recuerdo ahora acuñó la frase: “La educación debe ser el vestido de gala para asistir a la fiesta de la vida”.
Después de más de 200 años de vida republicana, Colombia es un país bastante rezagado en varios aspectos, si se compara con otros países del mundo e inclusive con otros países latinoamericanos.
Sobran evidencias para afirmar lo anterior. Hace décadas se hablaba de uno de los países subdesarrollados o del tercer mundo, que estaba en vía de desarrollo; pero con el devenir de los años, los cuatrienios, y con ellos el cambio de gobiernos con sus respectivos programas y políticas de turno, la mejoría en el nivel de vida de amplios sectores de colombianos no se ve por ningún lado. Al contrario, ha desmejorado considerablemente: el sistema de salud y el paseo de la muerte, el alarmante desempleo, la precaria, abandonada y saqueada educación, la escasez de vivienda para muchos, el incremento galopante en el costo de vida, la pérdida significativa en el poder adquisitivo del peso colombiano por la frágil economía, la privatización de los servicios públicos básicos, con costos altísimos a los usuarios, etc.
No obstante, Colombia es el país de las paradojas. Según Freire “el pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos” y en la encuesta anual realizada por Gallup Internacional resulta que el pueblo colombiano es el segundo más feliz del mundo, después de islas Fiji, y en tercer lugar Filipinas, entre 55 naciones del mundo entre las que se hace anualmente esta encuesta.
Según los especialistas del comportamiento humano, psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales, la felicidad depende de múltiples factores como la edad, el sexo, el nivel de educación, la ausencia o no de compromisos, la situación socioeconómica y una lista larga de etcéteras.
La educación es un proceso indispensable en la formación de las personas y de los grupos humanos, de los ciudadanos que forman el conglomerado social; la educación nos permite comprender el proceso total de la vida y es la herramienta que permite el crecimiento cualitativo y cuantitativo de las personas y de los países, es decir de las sociedades. Ella ha permitido al hombre crear y desarrollar las civilizaciones a través de la historia de la humanidad, desde los cimientos de las mismas hasta nuestros días.
El término política tiene un significado muy amplio, pero en sentido estricto se refiere a los gobiernos y a las naciones, es decir “es el conjunto de las decisiones y medidas tomadas por determinados grupos que detentan el poder, en pos de organizar o administrar una sociedad o un grupo humano particular. La política es tan antigua como la humanidad, cuando después de ser nómada, el hombre se hace sedentario y por necesidad organiza su sociedad familiar, para después organizar las tribus, los clanes y otras formas de agrupación.
Etimológicamente la palabra política, proviene del latín politicus, relacionada con la expresión polis, sinónimo de pueblo, vida ciudadana. En el siglo V. A.C el filósofo griego Aristóteles popularizó esta palabra al publicar su obra Política.
Poder, estado, pueblo, ciudadanía, democracia, organización, ideología, administración y decisión son términos muy ligados con el sentido y el ejercicio de la política. Es aquí donde la educación y la política se cruzan, se ligan, y tienen un entronque sistemático, sistémico y práctico; y es aquí donde Nelson Mandela expresa sabiamente que “la educación es el arma más poderosa que se debe usar para cambiar el mundo”.
Según el enfoque político de quien gobierna un país o una nación así será el tipo o clase de educación que se imparta a sus ciudadanos, y en Colombia lo típico ha sido la ausencia total de políticas educativas por parte del Estado o de los gobiernos. De hecho, en las últimas décadas tenemos educación de mala calidad, con todo tipo de carencias para pobres, y una educación privada de mejor calidad, mejor dotación con más y mejores recursos para estratos altos.
En Colombia si la educación en general es precaria, la educación política no existe en ninguno de los niveles del sistema escolar, ni en educación no escolarizada, la única conocida es la carrera de ciencias políticas, a nivel universitario, en pre o en posgrado. En el nivel popular, la educación en política no se vislumbra por ningún lado, por el contrario existe una ignorancia política abismal.
A pesar de la enseñanza de la cívica y la urbanidad, la educación ética y valores, el desconocimiento de la historia patria, (escrita por quienes detentan el poder); el proyecto de educación para la democracia que se dicta o desarrolla en la básica secundaria, la cual se limita organizar las elecciones del gobierno escolar; el analfabetismo en educación política continúa alcanzando altas proporciones entre los escolares y jóvenes en general.
Además, existe en Colombia un régimen de exclusión y segregación económica, política y social por parte de la clase política que durante muchas décadas ha detentado el poder y se ha apropiado y atornillado a él. Son unas contadas familias y su ascendencia, hijos, nietos y demás familiares, las que han gobernado el país, en diferentes ramas y jerarquías del poder político nacional; y los pocos líderes de distinta procedencia que han intentado llegar, han sido eliminados de una u otra forma.
La tan cacareada democracia en Colombia está lejos de serlo y se limita a los constantes procesos electoreros para elegir gobernantes y legisladores locales, regionales y nacionales, donde existen unos gamonales, lagartos y manzanillos; maquinarias que se encargan de manipular a los ciudadanos votantes, aprovechando la ignorancia y la falta de educación política, siendo esta una de las causas más significativas y relevantes del estado de cosas y del desgreño o crisis total en que se encuentra sumida nuestra querida nación.
Es por esto que la tarea docente se hace urgente en esta ruta de la educación política para que los nuevos ciudadanos del siglo XXI, que van saliendo del sistema escolar, se proyecten en varios aspectos de la vida político-administrativa y social de nuestro país en el ámbito local, regional y nacional para así buscar la superación del atraso, la crisis y el abandono; y vislumbrar a mediano plazo un país más equitativo e incluyente, sobre todo con los sectores menos favorecidos de la población colombiana.