Si bien las mujeres representan el 60% de los graduados universitarios en América Latina, solo 3 de cada 10 se gradúan en carreras relacionadas con áreas conocidas como STEM, por sus siglas en inglés (acrónimo de los términos Science, Technology, Engineering and Mathematics). Asunto que se observa principalmente en aquellos campos que incluyen ingeniería de sistemas complejos, robótica, electrónica, o telemática y donde según estadísticas de las Naciones Unidas solo un tercio de los perfiles de investigación a nivel mundial corresponden a mujeres.
Brechas de género observadas en las áreas STEM, cuya convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas, está transformando el mundo tal como lo conocemos y donde muchas de las nuevas oportunidades de empleo se presentan en ocupaciones relacionadas con su creación, desarrollo y uso. Sumada a la consideración que las carreras técnicas y científicas son difíciles, que contribuye a perpetuar la diferencia salarial que existe entre hombres y mujeres. Principalmente, en regiones como la nuestra, donde puede significar hasta un 40% menos de ingreso, teniendo a su vez las mujeres solo el 33% de los trabajos mejor pagos.
Cierre de brecha que implicaría beneficios, no solo para las mujeres y sus familias, sino también para las economías de los países; en los que incluso, si las mujeres ganasen lo mismo que los hombres, la riqueza global aumentaría un 14%. Riqueza que impulsaría la economía al reducir los estigmas relacionados con estereotipos de género y la falta de referentes femeninos, que también tiene un grave impacto en las futuras vocaciones científicas de las generaciones más jóvenes. Demostrando que realmente las mujeres pueden prosperar en campos del "aprender haciendo" (de la metodología STEM), ante un futuro laboral que se presenta cada vez más tecnológico. Para de este modo poder contar con un futuro verdaderamente inclusivo, donde los avances científicos y digitales reflejen—y efectivamente atiendan a—la diversidad de la población, en un mundo que no es plural.
En instituciones de enseñanza superior abiertas a la innovación, al pensamiento crítico y a la búsqueda de rigor, pero que a la vez cuidan la tradición y no arriesgan en sus estilos de ejercer la docencia (en el mundo solo un 29% de los decanos son mujeres); y en una sociedad como la actual, que está mostrando mayores niveles de exigencia en relación con la calidad de la formación profesional. Exigencias entre las que se cuentan: a) Dar respuesta al análisis del impacto de las nuevas tecnologías, en los diferentes ámbitos de la ciencia, la economía y el mundo del trabajo. b) Disponer de un adecuado modelo profesional, que permita continuas y aceleradas incorporaciones de nuevos conocimientos y técnicas de trabajo. c) Demanda de óptimos profesionales, que de forma autónoma sean capaces de desaprender y adquirir nuevos conocimientos.
Mujeres que en general siguen siendo infravaloradas, trabajando más y ganando menos, pese a que muchas veces están mejor preparadas (en el rango predoctoral 7 de cada 10 alumnos son mujeres). Entendiendo que cuando las mujeres avanzan, la sociedad avanza y el futuro luce bien, a 26 años contados desde que la "Plataforma ONU Mujeres de Acción" - Beijing 1995 (adoptada por 189 países), estableció el modo de eliminar las barreras sistémicas que impiden la participación igualitaria de las mujeres en todas las esferas de la vida. Que, a pesar de algunos progresos, el cambio real ha sido lento para la mayoría, sin que hoy ningún país pueda pretender que ha alcanzado la igualdad de género, ya que varios obstáculos permanecen inalterados en su legislación o en su cultura.
Aceptando que, en el mundo, aún existe un desigual reparto de riqueza, de oportunidades y de derechos, en función del sexo de las personas. Y que, a partir de esa conciencia, se debe tomar partido por "formar en la igualdad", a fin de conseguir que finalmente mujeres y hombres sean tratados como equivalentes. Con garantía suficiente para lograr una igualdad real y efectiva precisamente a partir de sus diferencias, brindando la oportunidad de una vida productiva con derecho a la propia expresión, a la individualización, a un mínimo de respeto y dignidad. A fin de evitar el pensar siempre, en lograr una equivalencia con el patrón único: el hombre varón.
Y entendiendo por igualdad de género la existencia de una igualdad de oportunidades y de derechos entre las mujeres y los hombres en las esferas privada y pública, que les brinde y garantice la posibilidad de realizar la vida que deseen (Fondo de Población de las Naciones Unidas - UNFPA / Unesco).