Educación pública en Colombia: una historia de lucha

Educación pública en Colombia: una historia de lucha

Partiendo de la premisa de que los jóvenes han sido históricamente sujetos políticos de cambio, una mirada sobre el tema

Por: Mauricio Vargas González
mayo 19, 2020
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Educación pública en Colombia: una historia de lucha

Introducción

Es indiscutible que la juventud universitaria se ha convertido en un importante actor político en la vida pública nacional, su último hito fue sentar el presidente Duque ─quien representa a las fuerzas más fascistas, atrasadas y violentas del país, la extrema derecha y el uribismo─ para llegar a un entendimiento en una mesa de negociación con profesores y rectores, para conjurar la crisis financiera de 26 años de vigencia de la ley 30 inspirada en la lógica neoliberal. Esto apenas un par de meses de posesionado el nuevo ejecutivo y avizorando así un gobierno con franca oposición de las ciudadanías libres y los movimientos sociales.

Fue precisamente el carácter masivo de este movimiento y su método de protesta pacífica no violenta lo que conquistó el corazón del amplio espectro de la opinión pública y el pueblo colombiano, movilizando una gran masa crítica que obligó al gobierno a firmar un acuerdo para aumentar el presupuesto de la educación superior, adicionando 5,85 billones para las Instituciones de Educación Superior, IES, por un cuatrienio (1). Logro histórico subestimado por la miopía infantil de izquierda en la universidad pública, quienes lo desconocieron, boicoteando e impidiendo empoderar a las regiones de mesas locales y departamentales de negociación para lograr interlocución con alcaldes y gobernadores en torno a la educación pública, privilegiando estos la estrategia marginal y costosa de la confrontación física con el ESMAD y los bloqueos callejeros, es decir, el tropel y la capucha.

Antecedentes

Movimiento estudiantil de 1971

El antecedente histórico de esta gran victoria lo encontramos en el movimiento estudiantil de 1971, donde la batalla de los universitarios se centró en democratizar los órganos directivos y las instancias nacionales desde las cuales se orientaba la política educativa de las universidades públicas, claramente marcada por la sumisión a las prescripciones neocolonialistas e imperialistas de Estados Unidos (2).

Se caracterizó por Macelo Torres y el sector estudiantil que lideraba a la universidad como aquella esfera privilegiada donde se desarrolla la cultura y la ideología de la sociedad, cuyos receptores eran en primera instancia los obreros cualificados, forma como se les denominó a los estudiantes universitarios. También se realizó una fuerte crítica al positivismo que dominaba los currículos académicos, donde se castraba a la ciencia de la reflexión social y de su incidencia en las problemáticas nacionales.

Evidenciaron la relación directa del alma mater con la soberanía. El saber no solo empodera al joven para que sea autónomo, independiente y tome el destino en sus manos mediante la producción, sino que también empodera al país de sus recursos naturales y humanos (3).

En su programa mínimo se propuso además que la investigación científica se financiara enteramente por la nación, separándola de fundaciones y fuentes extranjeras. Separar de los organismos directivo de las universidades a la curia, gremios bancarios, industriales y comerciales como agentes externos que distorsionaban la visión y misión de la universidad para ponerla al servicio de intereses particulares y que la alejaban de la autonomía universitaria (4).

Este movimiento marcó un hito y conquistó por primera vez en el país el cogobierno universitario, la máxima consecuencia de autonomía universitaria, toda vez que puso por un corto periodo de tiempo la administración, planeación y formulación pedagógica y curricular en cabeza de los estudiantes y profesores. Este nuevo órgano alcanzó a elaborar un presupuesto de 630 millones de pesos, suspendió el pago de la deuda y los contratos con el BID y otros organismos internacionales, detuvo la aplicación del Plan Atcon, base de una reforma universitaria reaccionaria, impulsó la participación democrática en la elaboración de la reforma universitaria, reintegró los estudiantes y profesores expulsados, amplió cobertura estudiantil y aumentó el presupuesto de bienestar, nuevos criterios para las líneas de investigación, legisló sobre las comisiones de estudio y desarrolló elementos sobre asignaturas prácticas y teóricas (5).

Lastimosamente para los sectores radicales extremos del movimiento estudiantil de la época, este logro les pareció una traición a la revolución, pues creían que la universidad al igual que la policía o la iglesia era un “aparato ideológico” del Estado y que por tanto no podría ser transformada hasta cuando no se destruyera las instituciones y la democracia burguesa mediante la violencia y la toma del poder por las guerrillas foquistas o prosoviéticas. Y en medio de este oportunismo de izquierda terminaron siendo en la práctica aliados del gobierno de Misael Pastrana que ilegalizó este nuevo órgano del cogobierno.

Los años 80, el túnel o la década perdida

Posteriormente en los años 80 tenemos una época difícil en las luchas sociales en Colombia producto del recrudecimiento del conflicto armado y de unas organizaciones armadas ultraizquierdistas que amparadas en los diálogos de paz con el presidente Belisario Betancur se expandieron geográficamente a sangre y fuego, dando muerte y desterrando incluso a líderes populares y revolucionarios que encarnaban proyectos e iniciativas populares no armadas (6) como es el caso del asesinado de Raúl Ramírez, Eduardo Rolón y Aideé Osorio del MOIR (7) a manos de las FARC. Esto sin contar con la persecución del Estado y fuerzas paramilitares a las alternativas sociales y políticas de aquella época, agresión aún vigente con el asesinato de líderes sociales hasta la fecha.

Además de la notoria aparición de los encapuchados en las universidades y de la imposición de este método y accionar que suplantaba la acciones de masas de los estudiantes por los actos heroicos anarquistas e individualistas o tal como lo registra el investigador Mauricio Archila (8):

Estos grupúsculos de la extrema izquierda acudieron a tomas de establecimientos o de entidades públicas y emisoras. Con lamentables hechos como la muerte de una monja en una camioneta incinerada frente a la Universidad de Antioquia, en medio de protestas por la visita del vicepresidente George Bush a Colombia (9).

Si bien se resaltan episodios como la movilización para salvar a la Universidad Pedagógica y Tecnológica (UPTC) de Tunja, que contó con gran apoyo ciudadano pero que “se empañó con los saqueos de expendios vecinos que hicieron los agitadores en aras de denunciar cierres de cafeterías y problemas de bienestar estudiantil, como ocurrió en enero con la Universidad Nacional de Bogotá y se repitió en marzo en Pereira. A ello se agregó la denuncia de utilización de dinamita en las jornadas antielectorales desarrolladas en la capital (10).

Nuevamente otros grupos ultraizquierdistas de la Universidad del Atlántico en 1983 tuvieron roces con el sindicato de trabajadores. Se registraron igualmente actos anárquicos de estudiantes de centros educativos, como los sucedidos el 8 de octubre de la Universidad Nacional de Bogotá y la toma a la brava de instalaciones de la Universidad Distrital por 120 encapuchados (11).

O los choques violentos en mayo del mismo año por el desalojo de las residencias universitarias en la Universidad Nacional que produjeron el cierre más prolongado en la historia de esta universidad de casi un año.

Dice el investigador que: “Los sectores estudiantiles, con registros de acciones menores que las de años anteriores, orientaron sus luchas cada vez más a la denuncia de violación de derechos humanos y en particular contra la desaparición de miembros de la comunidad educativa” (12).

Sin duda los paradigmas de la "lucha armada", la “combinación de las formas de lucha”, el tropel y la capucha fragmentaron al movimiento estudiantil en los 80, lo minaron en su capacidad de referirse a la audiencia nacional y pervirtieron todo intento de organización autónoma y gremial que se alejara de la lógica del conflicto armado y del radicalismo extremoizquieridista, contribuyó al “descenso en los registros de luchas sociales, con excepción del sindicalismo” (13).

Todo este en el marco de la guerra sucia y de la acción de sicarios que afectaron trágicamente y en especial a la Universidad de Antioquia cobrando la vida de profesores y defensores de derechos humanos de la talla de Héctor Abad Gómez (14).

Plantea Mauricio Archila en su investigación que las tomas y bloqueos representan apenas un porcentaje total de 8% en las modalidades de protesta del pueblo colombiano entre 1958 y 1990 y que estas obedecen a una “expresión radical” o “desesperada” de una confrontación limitada por la represión del Estado o por misma la violencia de los actores armados (12). Adquiriendo mayor notoriedad estas formas en 1983 y 1987, los años de la cruda violencia, como iniciativas “desesperadas” para llamar a atención de los medios de comunicación e impactar a la opinión pública. Los disturbios solo representan el 6,6% de las modalidades de lucha en su investigación en el mismo rango de 1958-1990. Y plantea que su descenso anticipan su remplazo por repertorios con un menor choque violento entre manifestantes y fuerzas del pública (15).

En los años ochenta, el sentido del tropel cambió de una “protesta con motivos explícitos” a actos aislados de unos cuantos encapuchados sin una consigna política explícita, llevándolos a una “caducidad ritual” progresiva que los incomunicó de la ciudadanía y la comunidad universitaria, ya que estos intentaban arrogarse su vocería de facto (16).

La contracara de los 80 la representa la lucha estudiantil pacífica, no violenta quienes inventaron ingeniosamente nuevas formas simbólicas de capturar la atención de la opinión pública (17) como ejemplo, Mauricio Archila nos ilustra los siguientes:

1. Marcha estudiantil de la UIS de Bucaramanga a Bogotá en 1964 con gran impacto público.

2. La caminata estudiantil de 1982 desde la UPTC hacia Bogotá con apoyo de boyacenses, donde jugaron un partido de fútbol con los policías, logran simpatía de la opinión y de los mismos policías.

3. Acciones pacíficas en los 80’s con excelente acogida como la toma simbólica en 1981 de la Universidad Nacional con acampada. El recurso lúdico con peñas folclóricas, con “canción protesta”, los happenings y obras de teatro.

La apertura neoliberal o recolonización imperialista

Con los 90 nos adentramos en la llamada etapa neoliberal o neocolonial del imperialismo globalizado de Estados Unidos, ese Nuevo Orden Mundial anunciado con bombos y platillos mediante misiles y masacren a gentes inocentes en un recóndito territorio del Medio Oriente llamado Irak ─Guerra del Golfo─. La expansión militar y hegemonía política de la primera potencia mundial que se levantaba sobre las cenizas de la extinta Unión Soviética ─que colapsaría por su imperialismo desmedido─.

Se inició pues junto al despliegue bélico en el orbe una contraofensiva retórica en favor de la Escuela de Chicago y de las viejas teorías económicas. En favor del capitalismo salvaje a que sacrifica las concesiones que el Gran Capital concedió para detener la influencia de movimientos de liberación nacional, y que se conoció como el Estado de Bienestar. La muerte del Keynesianismo a manos de Hayek…

Así en Colombia de la mano del terrorismo de Pablo Escobar, los diálogos de paz con las insurgencias errantes y con la complicidad de un “movimiento estudiantil” cooptado por el establecimiento se llevó a cabo la célebre constituyente (18).

Este movimiento “nacional” aupado por Washington para adaptar la superestructura del país a las nuevas condiciones de dominación, trajo la Constitución de 1991 que pletórica de derechos sociales terminó apuntalando los principios y la estructura del libre mercado y con ella el desmonte de la industria nacional y la privatización del patrimonio público como la salud y la educación.

Justamente la creación de la Ley 30 de 1992 convertiría la educación en una maquila más, orientada a la competitividad y a la rentabilidad financiera, a la autofinanciación junto a la aparición del sistema de los préstamos condonables y en general la entrega de este servicio público esencial y derecho fundamental a las dinámicas del mercado (19) caracterizada por la desaparición del carácter nacional de la educación, donde únicamente accede a la educación quienes puedan trasladarse a las grandes ciudades, en una clara política antiregionalización y la aparición del sistema de acreditación, que de la mano con la desfinanciación de la educación pública, busca asegurar la financiación de los estudiantes, proyectos y programas de investigación a las instituciones acreditadas, es decir destinando recursos públicos también a privadas y priorizar la investigación no a resolver las necesidades y desarrollo del país y el bienestar de la población, sino al lucro.

Cabe precisar que es precisamente el Estado quien debe llevar la educación y la cultura a las regiones para desarrollar el potencial productivo y humano que allí reside, de lo contrario el desarrollo neoliberal concentra todas las ofertas académicas en las grandes urbes con el único fin de producir trabajadores calificados para las multinacionales y el capital extranjero.

Al calor de esta lucha contra la educación neoliberal sintetizada en la ley 30, nace el Consejo Nacional Superior Estudiantil de Colombia, como una organización amplia, plural y democrática que se propuso la conquista de una educación pública, científica y democrática.

Su norte en es la de lograr una universidad ligada al desarrollo de las fuerzas productivas nacionales, que apunten a la soberanía del país mediante el conocimiento científico, tecnológico, con un alto estándar de calidad, currículo y plan de estudio sistémico y cualitativo que recojan los distintos tipos de conocimientos, y metodologías actualizadas, bajo la dinámica de la autonomía universitaria, la democracia, libertad de cátedra y con un importante estímulo a la investigación.

Actualidad

La Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE)

Con ocasión de la reforma a la Ley 30 presentada por el presidente Juan Manuel Santos y la Ministra de Educación María Fernanda Campo, se introducían polémicas figuras como: la educación con ánimo de lucro, mayor inversión en créditos educativos pagables vía deuda con el ICETEX por parte de los estudiantes, autonomía económica para las universidades públicas, aumento de agentes externos a la universidad en los consejos superiores universitarios, permitir la declaración de insolvencia empresarial en las instituciones estatales y privadas, permitir la vinculación de profesores por horas, destinación de recursos públicos a instituciones de educación superior privadas, profundizar en la obligación de la un paro nacional universitario universidad pública en competir por recursos públicos, autosostenimiento por ventas de servicios y aumentos de matrículas, limitar los recursos destinados a las instituciones de educación superior estatales (20).

Se constituyó una organización de carácter nacional llamada Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE), cuyo primer acierto que desmarcarse de la violencia y las expresiones vandálicas dentro de la universidad para cuestionar el marco neoliberal que convertía la educación en mercancía y negocio y la desfinanciación, enfoque que se profundizaba con dicha reforma de ley.

En septiembre de 2011 inició, se llevaron a cabo emblemáticas jornadas como la Marcha de Antorchas, la Toma a Bogotá y la Jornada continental de movilización por la educación, y jornadas de movilización en las principales ciudades del país.

Finalmente el presidente Santos accedió a retirar la reforma, mediante el Congreso de la República y se dio por finalizado el paro, además de comprometerse con generar un espacio democrático para la construcción conjunta de una reforma con la comunidad universitaria.

La MANE construyó una propuesta de ley alternativa de educación superior a través de múltiples encuentros en diferentes ciudades, pero que fue ignorada por el ejecutivo.

El Frente Amplio por la Defensa de la Educación Superior (FADES)

A mediados de 2018 profesores de la Universidad de Antioquia entra en paro producto de los desproporcionados incrementos de los tributos de más del 1000% en las declaraciones de renta impuesta por la reforma tributaria de 2016 y eliminación de deducciones y exenciones.

De la misma manera, el Sistema Universitario Estatal (SUE), organizaciones de profesores como ASPU y Asoprudea, de estudiantes como la Unión Nacional de Estudiantes de Educación Superior (UNEES), la Asociación Colombiana de Representantes de Educación Superior (ACREES) y la Federación Colombiana de Representantes Estudiantiles de Educación Superior (FENARES) denunciaron a la opinión pública el terrible déficit de las 32 universidades de entre $11,2 y 18 billones (21).

Las organizaciones estudiantiles y profesorales se unieron y conformaron el Frente Amplio en Defensa de la Educación Superior (FADES).

Siguiendo la misma línea de la MANE de movilización pacífica y no violenta, el 10 de octubre se desarrolla la Marcha por la educación superior en Colombia, movilizando una gigantesca masa de jóvenes sin presentes en las ciudades colombianas y al otro día se decreta el paro nacional universitario.

Después de un tire y afloje del FADES con el gobierno nacional, en la Mesa Nacional de Diálogo, y respaldada por las movilizaciones, se logra un acuerdo donde el presidente Duque se compromete con otorgar 5,75 billones de pesos en un cuatrienio para la educación superior.

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Conclusiones
"La diferencia entre la autocomplacencia y la liberación, entre la payasada y la ironía, entre las pandillas de criminales y las comunas (¡el solo nombre debería ser sagrado!) solo pueden marcarla los propios militantes ─no debe dejarse que la establezcan los tribunales o la policía─. Cuidar esa diferencia implica la represión de sí mismo, precursora de la disciplina revolucionaria": Herbert Marcuse, Contrarevolución y revuelta.

Hoy requerimos de una juventud progresista del siglo XXI que con nuevas sensibilidades (ambiental, lgtb, animalismo, afro, etc) construya una resistencia efectiva contra las políticas e instituciones neoliberales de mercado, el fascismo-uribismo y la desigualdad social, para lograr una Colombia en paz, con soberanía y democracia. Su principal herramienta y medio es la movilización, organización y politización de las amplias masas urbanas, en especial las trabajadoras y estudiantiles. Es la vinculación efectiva de estos luchadores con la sensibilidad autóctona, raizal, territorial, con los problemas y las luchas cotidianas, por la supervivencia, por los derechos, por los salarios, por la vida digna de las ciudadanías anónimas.

Es fundamental una crítica frente a la normalización de la violencia, el culto y la adoración a ese fascismo espiritual nihilista impuesto por las multinacionales que azuzan las guerras por los recursos naturales y contra los pueblos del sur global, que deslocaliza el mundo, fragmenta comunidades, erosiona nacionalidades y aniquila culturas ancestrales.

Y en ese marco la promoción de salidas individualistas y grupales aisladas de las masas como bien aconseja la propaganda del capital ─mass media, mass culture─, ante un "sistema total" donde ya no hay salida ni escapatoria, donde primero ocurre el armagedon y el apocalipsis que la garantía de salud, educación y trabajo para los humildes es la capitulación de la desesperación pequeñoburguesa del infantilismo de izquierda y del extremoizquierdismo, que ante el reflujo histórico de la rebeldía global de las gentes y países de la periferia y la imposibilidad de desalienar y liderar los amplios márgenes de la opinión pública ─por su propio dogmatismo, anacronismo o empirismo─.

De una manera cínica, derivan en "la acción violenta", la "acción directa", la transgresión normativa y simbólica por las vías de hecho, recayendo, en nombre de las ideas de la razón, de ideologías científicas y mitos patrióticos o ecuménicos, en una especie de "fascismo de izquierda", esto es, un autoritarismo guerrerista, que opera bajo la lógica de "amigo-enemigo" de Carl Schmitt, que impide el florecimiento de una verdadera y auténtica democracia en la Universidad, toda vez que la dinámica de combate contra los aparatos policivos y represivos del Estado nublan, reprimen y cohíben toda lógica que busque trascender este juego performático: La imposición violenta de la “autoridad legal y legítima” de un Estado afirmando el monopolio de la fuerza y la de una rebeldía instrumental, integrada, normalizada y utilizada por el establecimiento y el gobierno para negar al movimiento social en su conjunto, negar el movimiento autónomo, constituyente y mandatario de las masas, su importancia, su poder, su jerarquía, su autoridad popular y sus exigencias. Es mediante esta violencia que unos pocos pueden hegemonizar el debate y castrar la posibilidad de la diversidad y por tanto, la de la articulación efectiva de las mayorías. Tropieza torpe la democracia bajo los gritos mesiánicos del abnegado, sordo y terco opositor a un régimen que ya lo cooptó y aprendió no solo a dominarlo, contenerlo y secularizarlo sino que le saca provecho político.

Ya el tropel y la capucha no son esos sucesos espectaculares, imprevisibles, estallidos de ese carácter telúrico ─que mencionó alguna vez el pensador de Otra Parte─ del sujeto oprimido, de los pueblos sojuzgados o de subjetividades en ebullición que se abren camino histórico. Sino la de shows sumamente organizados, milimetrados, calculados, planificados, limitados, aislados, fríos y cotidianos que se reprimen con facilidad por un régimen ilegal, ilegítimo e impopular.

Paradójicamente esa “forma de lucha” gestada como una salida, de resistencia y oposición radical frente a una tiranía de la clase política y el modelo económico, termina ella misma convertida en otra forma más de opresión que debe tolerar y sufrir el movimiento social y los estudiantes en general. Las interrupciones, la exageración y prolongación de los paros ─siempre definitivos, salvadores y disruptivos─ y el anidamiento de aparatos ideológicos y políticos minoritarios que hegemonizan la participación política y cooptan la democracia estudiantil, que de manera irresponsable legitiman, favorecen y apoyan estas tácticas erradas de forma autocrítica terminan por reforzar la apatía, la lejanía y la soledad del Alma Mater, castrando el espíritu rebelde de las masas estudiantiles, aburridas del anacronismo y del fracaso histórico de las guerrillas narcotizadas, en busca de horizontes diferentes de lucha y de un porvenir común forjado en el combate popular de masas.

Y es este mito el que debemos demoler como el Muro de Berlín para la reunificación y unidad de las masas en desobediencia:

“Sin embargo, la historia está llena de ejemplos en los que la mera rivalidad entre grupos que representan no clases sociales sino sólo estratos sociales (en otras palabras, diferenciados según sus respectivas posiciones en relación, no con los medios de producción, sino con la superestructura del Estado) han degenerado en conflictos más sangrientos y devastadores que otros que han acompañado a profundas transformaciones sociales. Un análisis comparativo de los trastornos que siguieron a la descolonización de la posguerra en África sería revelador a este respecto. Y si volvemos a las revoluciones que marcaron el paso del modo de producción feudal a las relaciones capitalistas, la falta de simetría entre la magnitud de los cambios sociales y la escala de las luchas armadas que los han puntuado es aún más evidente”: Arghiri Emmanuel, El Estado y la transición al socialismo.

Cincuenta años de guerra y conflicto solo han producido al uribismo y encumbrado a la extrema-derecha fascista. Solo la paz permite el avance de las nuevas ciudadanías en busca de mayor igualdad, justicia y bienestar en Colombia. La universidad como territorio de paz se configura como la consigna apropiada, la bandera indicada para avanzar en la democratización, la financiación y la autonomía universitaria para una Colombia soberana.

Se debe continuar la historia de lucha por la democratización de la universidad, su avance científico, investigativo y lograr vincularla con las necesidades del aparato productivo nacional y su compromiso con los intereses patrióticos del pueblo colombiano.

Notas

(1) ¡Un movimiento estudiantil exitoso! 

(2) Plataforma de Reforma Universitaria aprobada por el VI Encuentro Nacional Universitario. 

(3) Nuestra política en el movimiento estudiantil. 

(4) El Programa Mínimo de los Estudiantes de 1971. 

(5) El Movimiento Estudiantil de 1971 en Colombia. Miguel Ángel Pardo - Miguel Ángel Urrego.

(6) Sobre las discrepancias en el Polo en vísperas de su Congreso

(7) Nuevo aviso del MOIR ante el asesinato de Aidée Osorio por parte de las FARC (*)

Resistencia civil.

Elementos de las Farc asesinaron a Eduardo Rolón

Mensaje del MOIR a raíz del asesinato de Raúl Ramírez

(8) Mauricio Archila. Idas y venidas, vueltas y revueltas. Protestas Sociales en Colombia. 1958-1990.

(9) Ibidem. Pag 150.

El Colombiano, 15 de octubre de 1981, pág 6.

(10) Ibidem. Pag 151. Repertorio de la Protesta. 1980-1990.

El Tiempo, 4 de marzo de 1982 pag 1 A.

Voz Proletaria adujo que fue una provocación de unos pocos encapuchados (4 de marzo, págs 1 y 8).

(11) Ibidem. Pag 153. Repertorio de la Protesta. 1980-1990.

El Tiempo, 8 de octubre de 1983 pag 1 A.

El Espectador, 28 de octubre de 1983, págs 1 y 5A.

(12) Ibidem.

(13) Ibidem.

(14) Ibidem. Pág 155.

(15) Ibidem. Pág 163.

(16) Ibidem. Pág 173.

(17) La comunidad educativa frente al neoliberalismo. Precisiones sobre la Constituyente. ¿Cuál movimiento estudiantil?

(18) Ibidem.

(19) Ibidem.

(20) Movilización estudiantil en Colombia de 2011.

(21) Desfinanciamiento de la educación superior en Colombia. La realidad de la crisis en el sistema de financiación de las universidades estatales.

Universidades públicas denuncian déficit de 18,2 billones de pesos

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