"Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma". Gabriel García Márquez.
La educación pública de alta calidad no es el resultado de políticas educativas por sí solas, sino también de políticas sociales. Esta máxima del modelo finlandés comprende que un país con igualdad de oportunidades parte de la educación pública, pluralista, gratuita y de calidad, articulada al bienestar social, al desarrollo sostenible y a la calidad de la democracia.
Nada es casualidad en un país sin memoria: en el día mundial de la salud mental, los estudiantes se movilizaron en defensa de la educación superior, por la grave amenaza de recortes sustanciales a su financiación. Muchos al escuchar sus consignas sufrimos una especie de déjà vu; otros, lanza en ristre, salieron a censurar la manifestación de la indignación de los estudiantes, durante la movilización, y después de la misma, en presiones y ceses de actividades. En un país democrático es clave que dejen a los estudiantes pensar por sí mismos y expresarse a su manera. El pluralismo es el soporte fundamental de la autonomía universitaria y de una ciudadanía estudiantil.
Para Amartya Sen, la ampliación de la capacidad del ser humano tiene importancia directa e indirecta para conseguir el desarrollo. En este punto, la educación es una capacidad esencial que posibilita el progreso de un país, promueve la autonomía, fortalece otra escala de valores, permite el diálogo social como forma de resolución de conflictos, le aporta a la movilidad social y cultural. Por ejemplo, muchos consideran que la lucha eficaz contra la corrupción parte de una educación de calidad.
La educación no solo genera competencias, habilidades y destrezas en el individuo, sino que lo aproxima a la libertad, así como justifica la revitalización del ser político por medios diversos y alternativos, en los que le permite auto reconocerse, en su visión y rol en el mundo de la vida. En un país en que haya igualdad de oportunidades de acceso a la educación, habrá mayor calidad de vida. Por ejemplo, en Santa Marta, tanto el rector de la Universidad del Magdalena como el alcalde actual, así pareciera que ahora no miraran en la misma dirección, son egresados del sistema de educación pública hasta el nivel superior, son fruto de un proceso de recuperación de lo público, en el que inició su liderazgo, y se formaron como profesionales y como ciudadanos: ¿qué tal que caminaran unidos o en propósitos comunes de desarrollo social para la región Caribe?
Cuando una persona se priva de la posibilidad de educarse asume que, de manera inevitable, esa carencia será un lastre y un limitante en su vida. Mientras que una educación universal, que siembre conciencia en ciudadanos libres, para que se enganchen en la productividad del país, como agentes del desarrollo, con trabajo digno, será el pasaporte hacia el avance social. En esa vía, para el estudio J14, los jóvenes en Bogotá, que desertan en su educación, lo harían por problemas económicos o para poder avanzar en su proceso educativo, deberían trabajar y estudiar; en el caso de las mujeres, su no continuidad en los estudios se asociaría al embarazo a temprana edad o al cuidado de sus hijos. Es decir, cuando dejan de ser jóvenes en sus vivencias, adquieren responsabilidades de adultos, por lo que, pareciera, les tocará escoger entre estas mismas y su vida propia o bajar los brazos para etiquetarse como "ninis", los que ni estudian ni trabajan, los que se ven sometidos al atraso, a la trampa de la pobreza, a la inseguridad y a la instrumentalización. ¿Será por esto que sólo 16 de cada 100 jóvenes en la capital del país accedan a la educación superior? En fin, quizás para responder a esta pregunta, en Bogotá para 2015, se invirtió más del 12% (3,2 billones) en educación, de lo que se gastó en todo el país; ya veremos si esta acción se trunca o refuerza en el futuro.
Las nuevas ciudadanías que se movilizaron en defensa de una causa transversal que reivindican, no le pertenecen a nadie: bájense de esa nube. Representan una ciudadanía informada, así haya mucha basura y frivolidad, en diversos espacios formales e informales, como, por ejemplo, en las redes sociales; que está en una búsqueda de espacios de deliberación política y que se encienden con causas que reivindican, no por personas o liderazgos carismáticos, sino en defensa de sus derechos. Los jóvenes y capas medias que se movilizaron por la educación superior, fueron los que en su mayoría votaron por el sí a la paz, se pronunciaron en las elecciones al Congreso de la República, en las primarias de las consultas internas e interpartidistas, en la primera y segunda vuelta y en la consulta anticorrupción. Esto no significa que militen en partido o movimiento político alguno.
La reivindicación del derecho a la educación es una causa política que une a la ciudadanía. Además, representa una de las pocas oportunidades que da la fuerza para superar a la desigualdad social. Eso no se puede desconocer. Allí uno podría reflexionar que la pregunta en educación no es usted no sabe quién soy yo, sino ¿usted no sabe quién podría llegar a ser yo? Lo que ocurre es que le temen a una ciudadanía empoderada para el buen vivir, la dignidad y la democracia. La defensa de la educación es una causa popular que une en propósitos comunes y genera esperanza. Por tanto, es una aptitud política. Ojalá buscara adaptar al ciudadano a su tiempo, para que en una Colombia más educada se experimente la paz.