Educación: motor del Perú

Educación: motor del Perú

A propósito del bicentenario de la independencia de ese país, algunas claves de la importancia de la educación en las naciones latinoamericanas

Por: David Auris Villegas
agosto 05, 2021
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Educación: motor del Perú
Foto: Pixabay

La educación necesita morar en crisis para perfeccionarla continuamente. De lo contrario, sería perfecta lindando con lo absurdo. Por ello, cuando escuchamos al gobernante peruano declararla en emergencia, está reivindicando su importancia en el bicentenario. Ciertamente, hay poco por celebrar, salvo nuestra sobrevivencia al la covid-19 y la esperanza de construir un país desarrollado rumbo al tricentenario.

En el contexto mundial, nos encontramos sitiados por la pandemia y expectantes de la cuarta revolución industrial, la inteligencia artificial, la automatización, la internet de las cosas, los valores prácticos, el atroz consumismo y el inevitable bombardeo de informaciones desde todos los frentes, todo creado por nosotros mismos.

En este novedoso itinerario, los actores de nuestro bicentenario, con una mirada socioemocional, estamos obligados a abordar los problemas sociales desde una perspectiva propositiva, para contribuir a la construcción de una sociedad más equitativa, solidaria y productora de nuevos conocimientos y crear una industria centrada en la educación como motor de desarrollo.

Pero una educación humanista y tecnológica, cuyo rol protagónico recae en los actores del aprendizaje, la comunidad educadora del bicentenario. Con la esperanza de una redistribución de oportunidades para todos, comprometámonos a apuntar hacia un país con desarrollo sostenido, donde la palabra marginal vaya reduciendo su presencia en la sociedad gracias a una educación en constante cambio.

Atendiendo este desafío, es lícito preguntarnos: ¿qué hacemos los educadores para construir una sociedad más justa y solidaria con vistas al tricentenario?  En esta línea, esbozaré cinco tópicos que seguramente potenciarán nuestra praxis docente. Haciendo una reingeniería pedagógica, ejecutemos acciones novedosas para afrontar los desafíos de hoy y mañana.

Eduquemos ciudadanas y ciudadanos creativos, solidarios, críticos, innovadores, emprendedores e incapaces de ver al Estado como un botín para enriquecerse que, cuando ejerzan la función pública, lo hagan como un privilegio de servir al país.

Asimismo, la comunidad docente está obligada a leer clásicos de la pedagogía para forjar nuestra identidad educadora, reflexiva, crítica, creativa y propositiva, haciéndonos amigos de: Inger Enkvist, Peter McLaren, Ken Robinson, Claudio Naranjo, Robert Swartz, Johan Galtung, entre otros pedagogos contemporáneos que amplían nuestro foco formativo y nos invitan a navegar con solvencia académica y moral las aguas de la educación.

¿Acaso es propicio rebelarnos contra un sistema educativo enseñante y meritocrático? Sustituyamos el paradigma de competencias por el aprendizaje colaborativo, como sugería Humberto Maturana, para sensibilizar la solidaridad humana, creativa y productora, tan necesarias en tiempos de pandemia y en nuestra cotidianidad, provocando un sentimiento de amor genuino hacia los demás.

Prioricemos el aprendizaje socioemocional y explotemos la infinita mente humana, sobreponiéndonos a los aprendizajes tradicionales, como recomienda la comunidad científica, con el objetivo de convivir en paz, como sugiere la Unesco, y desarrollemos nuestra capacidad holística de adaptarnos a los constantes cambios, fruto del vertiginoso avance de la ciencia y los problemas socioambientales.

Dada la incertidumbre del futuro, aquello que hoy aprendemos tal vez mañana no valga para continuar ejerciendo con éxito la pedagogía. En tal sentido, desarrollemos la capacidad de aprender las novedades del mañana, en el menor tiempo posible, como único salvoconducto para el éxito pedagógico y social, como sostiene David Perkins.

Finalmente, hagamos del profesorado la profesión del siglo XXI reclamada por Alex Beard. Eduquemos personas solidarias y altamente creativas, para conmemorar el tricentenario como un país desarrollado, donde respiremos el aire tibio de la libertad y la esperanza de continuar la historia humana.

 

 

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