La Tierra, este hermoso planeta en el que vivimos, tiene una extensión de superficie de 510.072.000 kilómetros cuadrados, de los cuales 361.132.000 kilómetros cuadrados están compuestos por agua y otros 148.940.000 kilómetros cuadrados están compuestos de tierra.
Por lo tanto a lo largo y ancho de su vasta extensión se encuentra la civilización humana, en su mayor porcentaje concentrada en las grandes urbes cosmopolitas.
Pero también es posible encontrar la presencia del hombre en lugares remotos, lugares donde las condiciones de vida se alejan un poco del fenómeno de la globalización y adquieren mayor sentido actividades más prolijas, orientadas a las necesidades básicas del día a día.
Edimburgo de los Siete Mares es considerada la isla más remota del mundo y con debida razón, porque para empezar está situada en medio del archipiélago británico de Tristán de Acuña, conformado por 6 islas que se encuentran en medio del Atlántico Sur.
Este lugar es prácticamente inhóspito. De hecho, el sitio más cercano es la Isla de Santa Elena, situada a unos 2.000 kilómetros de esta, a 2.400 kilómetros de Sudáfrica y a unos 3.360 kilómetros de América Latina.
De acuerdo con el diario británico Daily Mail, Edimburgo de los Siete Mares tiene poco menos de 300 habitantes. En la isla residen 80 familias procedentes de Escocia, Inglaterra, países Bajos, EE.UU. e Italia, y los apellidos más comunes son: Glass, Green, Hagan, Lavarello, Repetto, Rogers, Swain y Patterson.
La única vía de acceso al lugar es a través de bote ya que no hay aeropuerto. Las embarcaciones emprenden viaje desde Sudáfrica y tardan alrededor de 7 días en llegar.
Los lugareños viven de la agricultura, en parte porque cada familia se hace cargo de una porción de tierra y de ganado. También son exportadores de langosta, comercian artesanías y curiosamente la venta de sellos deja ingresos considerables.
Además, la población generalmente disfruta de buenos niveles de salubridad, por ejemplo, no se enferman de resfriados, excepto cuando hay presencia de turistas.
El único factor que ha representado mayor peligro para la población es el Pico de la Reina María, un volcán que entró en periodo de actividad, por lo que se vieron obligados a trasladarse a Reino Unido, donde se alojaron por dos años, pero eventualmente todos regresaron a la isla.
A continuación algunos datos históricos de este remoto lugar, al que, independientemente de lo difícil de su acceso, se recomienda visitar por lo menos una vez en la vida:
El establecimiento fue fundado en 1815 con el nombre de Fort Malcom para evitar que, desde Tristán da Cunha, las tropas francesas intentasen tomar al asalto la Isla de Santa Elena donde cumplía su exilio Napoleón Bonaparte. Para ello, una guarnición militar se mantuvo en las islas y permaneció allí hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
Recibió su nombre actual en honor a la visita que hizo el Príncipe Alfredo, Duque de Edimburgo, en 1867 en su viaje alrededor del mundo recorriendo las diferentes posesiones británicas de Ultramar.
Como se mencionó, la isla fue dañada en una erupción volcánica del Pico de la Reina María en 1961, que obligó a la población a abandonar el asentamiento y evacuar a Calshot en el Reino Unido. La erupción destruyó la fábrica de langostas del asentamiento.
Tras el regreso de la mayoría de los isleños en 1963, el asentamiento fue reconstruido. El puerto de Edimburgo de los Siete Mares fue nombrado Calshot Harbour, en homenaje a su hogar temporal en el Reino Unido.
Edimburgo de los Siete Mares es en definitiva un lugar insólito, uno de esos sitios en el que llegar a él es parte de la aventura y en el que realmente viajas en el tiempo en una época en que las cosas no eran tan complicadas y en que la gente vivía en verdad y no estaba pegada a sus pantallas o a su celular para hacerlo.