El sábado 14 de marzo se inauguró la exposición de Edelmira Boller con sus “35 años de escultura” en la Galería Alonso Garcés en Bogotá. Ella es una artista muy reservada y casi invisible aunque su obra tiene una majestad geométrica. Nació en Bogotá en 1936, se casó joven y tuvo dos hijos, razón por la cual solo asistió al taller de David Manzur. Después de mucho pintar sus cuadros, un día le apareció con una escultura en acrílico y como buen consejero, el profesor la obligó a tomar la ruta de la escultura. Por eso dice ella: “la escultura me encontró a mí no yo a ella”.
Comenzó a trabajar con rigor y en 1979, tuvo su primera exposición individual en la galería Belarca donde expuso su serie de cuadrados enormes hechos en con acrílico y hierro. En esta oportunidad conoció a Eduardo Ramírez Villamizar, quien fue su amigo de siempre. Y es cierto, solamente la veía en la casa taller del maestro. No me la encuentro en ninguna inauguración, en ningún pasillo, en ningún cine y menos en una reunión social. Ella es autónoma del mundo y para distanciarse más, hace diez años compró una finca en Villeta donde pasa frecuentes temporadas. Tanto es el autoexilio que con esta nueva exposición mucha gente descubrió que seguía viva. Y sigue trabajando. Se atrevió a mostrar su recorrido de 35 años de trabajo porque en ArtBo encontró una pieza suya atribuida a Eduardo Ramírez Villamizar quien fue para siempre su maestro. Esta feliz irregularidad, la animó a exponer su trabajo.
En la exposición se exhiben obras desde 1969 que, son trabajos donde la trasparencia del acrílico contrasta con la solidez y la textura del metal. Pero tuvo que abandonar el acrílico por ser un material difícil de manejar —si se quería ser tan rigurosa como es ella— pero al pulir el acrílico, el polvillo le resultó tóxico.
En 1982 comenzó entonces otra serie con Relieves pintados, severos y armónicos donde no se puede negar la influencia de Ramírez porque para ella, él es su mejor complemento. Tanto así que en la muestra está Homenaje al Maestro del 2014 realizada en retal de hierro donde existe una bella distancia: el buscaba caracoles y ella líneas rectas. Él se mantenía unido a las estrellas del arte precolombino, ella está pendiente del mundo de lo casual. Por ejemplo, el retal de hierro lo encontraba primero en La Chatarrería Central y cuando la cerraron, encontró otro mundo en Imprenta Nacional, donde dejó una escultura sobria y sellada que es como una sellada puerta medioeval. Con esos retazos construye sus obras. A la forma ya está predeterminada del retal, ella consigue buscarle una nueva forma escultórica.
Ahora trabaja con chatarra, con piezas de carros que los pule y de ese trabajo salen dibujos tan interesantes como extraños del material.
Sobre su obra, Ramírez comenta:
Conozco muy bien la obra de Edelmira Boller desde sus inicios, conozco el procedimiento de su elaboración y creación. En su estudio tiene un lugar de hierros viejos y partes de máquinas con un orden que solo ella conoce. Como el vocabulario de un poeta que ya tiene escogidas a lo largo de su vida y experiencias las palabras que lo distinguen de los demás poetas...
No improvisa, su labor es larga y paciente relacionando formas, colores y texturas. Después de cierto tiempo estas formas bajo su control y sensibilidad se convierten en algo que tienen magia y vida…