Edelmira Boller, la dama de hierro
Opinión

Edelmira Boller, la dama de hierro

Su aislamiento, el de siempre, la tiene despreocupada del mundo circundante y a sus ochenta años es una mujer libre de prejuicios sociales

Por:
febrero 04, 2017
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Cuando uno le pregunta por su infancia, lo único que dice es: “He sido siempre una niña rebelde”. Reacción con consecuencias que ha construido desde la soledad. Muy despojada de su propia historia, solo le interesa crear formas. El aislamiento, al que ha recluido siempre, la tiene despreocupada del mundo circundante y a sus ochenta años es una mujer libre de prejuicios sociales.

 

edelmira 1 - Edelmira Boller, la dama de hierro

 

Su mundo imaginario y real comenzó con un libro cuyo título no recuerda ni el nombre ni el autor (yo como crítica debería hacer la búsqueda, pero prefiero seguirla). El libro, cuenta ella, se trataba de un viejito solitario que vivía en las montañas de Suiza con una nieta. El viejo solitario, tenía un perfecto olfato del oficio cotidiano y, donde las horas estaban calculadas para cada momento de la vida, que las repartía en sus funciones. Y así, la soledad era parte de un oficio determinado. Así, ella se casó con un suizo pensando en el viejo del librito que conoció. Pero como la vida siempre nos muestra que nuestras proyecciones de la pareja no corresponden al imaginario: Peter Boller, se fue como se le van a ella todos sus afectos. Los olvida sin sufrimiento. Sella montañas sin pensar ni sentir sus consecuencias. Tiene fortaleza única y es despojada del mundo terrenal.

edelmira 4 - Edelmira Boller, la dama de hierro

Conoció a su suizo que venía a trabajar en seguros, en un espectáculo en el Teatro Colón. Viuda siguió el pensamiento fundamental de su vida: ser artista. Únicamente estudió con el maestro David Manzur. —Yo aterrerada de semejante historia, la escuchaba mientras ella hablaba de su contradicción—. Fue y sigue los mandatos de su maestro mientras realiza sus obras: “Que nada falta y que nada sobre”. Intuye y sigue los mandatos estrictos de la composición de una obra. Otra ley que no olvida mientras crea es sobrepasar el ridículo —no importa cómo— mientras se logre el equilibrio desde el desequilibrio y el orden en el desorden. Se convirtió en escultora porque Manzur observaba en sus dibujos una dimensión escultórica en su trabajo y cómo era su relación con el espacio. Un día cualquiera le comentó que quería que ella realizara una máscara con expresiones. Entró a un cuarto del taller solamente con cartón y tijeras. Y desde ese día, se decretó escultora estricta a las leyes del instinto. Porque es tan valiente que su única opción le nace de esa ruptura con la razón.

En su primera exposición en la Galería Belarca, conoció a un verdadero amigo. Su otro gran maestro y vecino: Eduardo Ramírez Villamizar.  Mientras caminaban le enseñó a ver en la naturaleza las formas más exactas. Él encontraba en cada flor una forma geométrica o lo inspiraba a soñar con la libertad del pasto, el olor de una rosa. Le enseñó a ver en bello mundo desde la geometría. En la naturaleza, encontraban cada forma: los triángulos, los cuadrados, los círculos de una flor.

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Las obras que Eduardo Ramírez Villamizar realizó no se mezclan con Edelmira Boller: el primer motivo es porque ella sigue al instinto como lo aseguraba el pintor más autodestructivo¸ inglés genial Francis Bacon. La razón obstruye el camino de la creación.

Pero eran amigos ausentes y presentes. Eduardo Ramírez la visitaba o ella lo buscaba.  Había días de silencio. Otros de melancolía y también historias. Pero lo unía la cercanía y a vocación de cumplir la mejor de las historias: una amistad.

Edelmira Boller abrirá su exposición en el Museo de Artes Visuales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano el 16 de marzo.

 

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