Ecuador vive ahora una nueva experiencia: la del “conflicto interno”. Y digo nueva, porque ya en los años 80 del siglo pasado vivió una experiencia semejante bajo el gobierno de León Febres Cordero. Entonces el antagonista del Estado fue el movimiento guerrillero Alfaro vive ¡Carajo! y hoy lo son los todopoderosos carteles del narcotráfico que, durante los gobiernos de Lenin Moreno y sobre todo de Guillermo Lasso, experimentaron un crecimiento espectacular. Hasta el punto de que este último ejecutó la llamada “muerte cruzada”, su renuncia a la presidencia de la república y la disolución simultánea de la Asamblea Nacional, con el fin de evitar el juicio político que le esperaba en esta última.
El origen de este juicio hay que situarlo en la investigación periodística de La Posta titulada “El gran Patrón”, en referencia al empresario Danilo Carrera, cuñado de Lasso, quién lo nombró asesor de la Empresa coordinadora de empresas públicas. Con la misión de supervisar a todas las empresas públicas del país con el supuesto fin de hacerlas “tan eficientes como las empresas privadas”. Un loable propósito que, sin embargo, y como es habitual en los regímenes liberales, se convirtió en medio de montar una operación de corrupción a gran escala que mediante cuantiosas coimas y jugosos sobornos desvió los dineros públicos a las cuentas corrientes de este encumbrado representante de la lumpen burguesía del país hermano. Lo calificó así porque él logró en dicha operación entrelazar el saqueo del erario público con los muy rentables negocios del narcotráfico. Lo hizo contando con el concurso indispensable de dos personajes, igual de sinestros que él.
El primero, Hernán Luque Lecaro, a quien él hizo nombrar como presidente del Directorio de la Empresa coordinadora antes mencionada para poder ejercer el control de la misma sin levantar muchas sospechas. Fue su hombre de paja. El segundo, Rubén Cherres, garantizaba el enlace de la trama corrupta con los capos del narcotráfico. Que encontraban muchas maneras de aprovecharse de los contratos fraudulentos con la administración pública, incluido el lavado de dinero. No hay que olvidar que, desde los años 70 del siglo pasado, Ecuador es un país dolarizado, o sea, un país en el que el Sucre, la antigua moneda nacional, ha sido reemplazada completamente por el dólar. Los vínculos de Cherres con las bandas de narcotraficantes y específicamente con la mafia albanesa, salieron a la luz a raíz de su asesinato en marzo de 2023. En esa fecha su cadáver apareció con evidentes señas de tortura. Los mafiosos suelen ser muy crueles con los que faltan a su palabra o intentan estafarlos. O quienes se ponen al servicio de un cartel rival.
Daniel Noboa, el sucesor de Guillermo Lasso en la presidencia y vástago de un linaje de grandes empresarios que por décadas ha ejercido una enorme influencia perniciosa en la política del Ecuador, intentó cerrar el escándalo, ajustándole las clavijas a los cárteles. Restableció el control de las cárceles, donde los capos actuaban con entera libertad y amenazó con la extradición a los Estados Unidos de algunos de los más importantes. La respuesta ya la conocemos: motines en los penales, secuestro de personal penitenciario, carros bombas, asesinatos a mansalva e incluso la toma de una canal de televisión. Una réplica de la guerra de Pablo Escobar contra el Estado, que le sirvió a Noboa de justificación para declarar que Ecuador está inmerso en un conflicto interior, imponer el estado de sitio y militarizar al país.
Decisiones políticas aprovechadas de inmediato por Washington, que bien sabe que “en río revuelto, ganancia de pescadores”. Empezó por presentarse como un salvador, el amigo leal del pueblo ecuatoriano, dispuesto a ayudarlo desinteresadamente en esta hora difícil. Ignorando, mejor, pasando por alto la cuota de responsabilidad que le corresponde en la generación de esta tragedia. Porque si el Estado y la sociedad ecuatoriana se encuentra en la crítica situación en la que se encuentran es debido a la suma explosiva del Consenso de Washington de 1989, las conclusiones de los informes Santa Fe I y II de esa misma década y desde luego la perversa “guerra” contra el narcotráfico declarada hace mas de medio siglo. Entre todas ellas han conseguido la ruina de la agricultura y la industria, la privatización a gran escala de los recursos naturales, las empresas públicas y el presupuesto nacional y el crecimiento exponencial del narcotráfico. Como lo prueba el hecho de que, las políticas contrarias a esta triada demoníaca adelantadas desde la presidencia por Rafael Correa, redujeron notablemente el saqueo de los recursos naturales y de la hacienda pública, así como del narcotráfico y por consiguiente de la inseguridad ciudadana.
Washington está sacando evidentemente provecho de la aceptación por parte del gobierno de Noboa de la ayuda ofrecida. Sobre todo, en el plano militar
Washington está sacando evidentemente provecho de la aceptación por parte del gobierno de Noboa de la ayuda ofrecida. Sobre todo, en el plano militar. Porque ha conseguido que se apruebe un acuerdo de cooperación en materia de seguridad para instalar de manera permanente tropas en Ecuador. Que en adelante podrán entrar y salir del país a voluntad sin que las autoridades ecuatorianas puedan fiscalizarlas y menos aún juzgarlas en el caso de comisión de atropellos o delitos por parte de ellas. Esta ocupación subrepticia encaja en los planes estratégicos del Pentágono, que incluye la ampliación del perímetro defensivo del Canal de Panamá mediante la implantación y el fortalecimiento de su presencia militar en el archipiélago de las Galápagos del Ecuador. Y en isla Gorgona, dicho sea de paso.
