La semana anterior presenciamos cómo un pueblo se emancipó de esas políticas capitalistas y neoliberales que siempre terminan por empobrecer a las clases emergentes; políticas excluyentes, a las que nosotros los colombianos nos hemos acostumbrado a vivir y sobre todo a aguantar desde la simple cotidianidad.
El pueblo ecuatoriano, digno en su conciencia de derechos, encontró que el decreto 883 era una medida que volvería a la clase media ecuatoriana más pobre y aumentaría la vulnerabilidad de las clases con menos alternativas económicas del país.
Por eso estas protestas indígenas y sindicales, que estallaron el jueves 3 de octubre, rechazaron las medidas económicas que adoptó el ejecutivo como parte de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para recibir créditos por USD 4.200 millones con los que pretendía “reducir “el alto endeudamiento del país.
Los cerca de 20.000 indígenas que protestaban en Quito objetaban la eliminación de los subsidios al diésel y a la gasolina conocida como "extra", la de mayor consumo nacional; la reducción de 30 a 15 días de las vacaciones anuales para empleados públicos; la disminución en un 20% de los salarios en la renovación de contratos ocasionales y el aumento del aporte obligatorio mensual de un día de salario. Así mismo, exigían la renuncia de los ministros de gobierno, María Paula Romo, y de Defensa, Oswaldo Jarrín. Todos estos acontecimientos económicos los hemos vivido los colombianos por años.
Recordemos, nos subieron el IVA del 12 al 15 %, después del 15 al 16%, luego del 16 al 19%, este último para financiar problemas de corrupción; impusieron el 2 x mil y luego el 4 x mil; hicieron modificaciones al Código Sustantivo de Trabajo; suben el precio de la gasolina cada mes; proponen pagarle menos que el mínimo a los egresados menores de 25 años, además de reformas laborales y pensionales que van en contra de la clase trabajadora; roban continua y descaradamente los recursos públicos, entre otros.
El pueblo ecuatoriano estalló con la décima parte de lo que hemos tenido que tolerar los colombianos. Tal vez los colombianos hemos sido víctimas de una manipulación de la información y sobre todo de nuestra poca e irrisoria conciencia de derechos, ausencia que no nos ha permitido cuestionar en qué clase de Estado social de derecho es en el que estamos viviendo o si es que nuestro país verdaderamente es un pueblo soberano y democrático.
Es importante reflexionar sobre el tema, pues en Colombia hemos demostrado que la violencia tal vez nos volvió tolerantes con la injusticia, la violencia y la desgobernanza. La ciudadanía se siente huérfana en la toma de decisiones, pues el Congreso termina legislando para los poderes económicos y muy poco, por no decir nada, en favor del pueblo colombiano.
El problema que tiene nuestra sociedad es que la gran mayoría de organizaciones sindicales gozan de corruptelas que no les permiten ser la verdadera voz de un pueblo. Por ahora los indígenas, campesinos, docentes y estudiantes son los únicos que han logrado movilizarse y tener resultados, pero no de un gran calado. Se necesita unión y conciencia de clases para que se pueda determinar la máxima de Gaitán: “El pueblo es superior a sus dirigentes”.
Para terminar, me gustaría que reflexionáramos sobre la importancia de un pueblo empoderado en sus derechos: en Ecuador pagaban $5.900 (COP) por galón de combustible, subieron el precio a $7.648 (COP) y la ciudadanía estuvo a punto de dar un golpe de Estado; mientras tanto en Colombia, el galón de gasolina corriente ronda por los $10.000 y la extra por los $12.000, y todos siguen muy tranquilos.
Tal vez el día en que todos los colombianos tengamos plena conciencia de los derechos podremos dar un salto cualitativo en la interpretación del país, por ahora tocará aplaudir la dignidad del pueblo ecuatoriano mientras nos reunimos y nos disponemos a ver Yo me llamo.