Cuando se habla de economía subterránea, economía informal o economía oculta, se hace referencia al sector de la economía que no aparece en las estadísticas oficinales, pero que aporta sustancialmentente al producto Interno Bruto (PIB).
Las transacciones se llevan a cabo en efectivo y no se pagan impuestos; no existen facturas, ni tampoco declaraciones de renta; la mayoría de los trabajadores, por su condición de informalidad, no tienen acceso a ningún servicio de seguridad social: no contribuyen ni al régimen de salud ni están afilados al sistema general de pensiones, adicional a ello, el estudio “Los retos de la economía informal en Colombia - Notas Fiscales 2011” del Ministerio de Hacienda y Credito Publico, Dirección General de Política Macroeconómica, argumenta que los empleados informales – si así los podemos llamar- ganan, en promedio, menos que los empleados formales.
En palabras más claras, la economía subterránea son aquellas actividades que, teniendo fines lícitos, se basan en medios ilícitos para llevarse a cabo, como el caso de los vendedores ambulantes o vendedores callejeros.
El vendedor ambulante es, en primer lugar, un comerciante. Sus fines son lícitos, pero se tienen que basar en medios ilícitos – no cumplir con las regulaciones legales, no cumplir con las normas laborales y no pagar impuestos- porque no le queda otro remedio que hacerlo así. No pueden ingresar en la economía formal porque ésta impone claramente en Colombia un costo oneroso que resulta insufragable para las personas y para los empresarios con pequeños ingresos.
La informalidad es, entonces, una situación en la cual la gente quiere trabajar legalmente pero no puede. Lo único que le queda es trabajar en esa zona de relativa ilegalidad que el resquicio legal deja en la sociedad no solo en Colombia, sino en toda Latinoamérica.
Aunque varía de país en país, la importancia de la informalidad es muy amplia. En el caso de Colombia, según un reciente estudio del Banco Mundial, la economía informal representa el 39 por ciento del PIB del país, uno de los porcentajes más altos de América Latina, solo comparable con Brasil (40 por ciento) y Perú (60 por ciento). El peso de esta economía paralela oculta es posiblemente, mayor aún, si a la economía informal se suman actividades ilegales como la venta de drogas, el contrabando o la prostitución.
Eso nos permite obtener algunas conclusiones iniciales. En primer lugar, que social y económicamente la informalidad es grande, ya que, en pocas palabras, en Latinoamérica 41 personas de 100 trabajan en la informalidad. Según “Economía informal y desarrollo humano” de Pro Desarrollo Paraguay, el promedio de la economía subterránea en América Latina y el Caribe es del 41,4 %
La segunda conclusión es que existe una relación inversa entre el nivel de desarrollo económico de los países y el tamaño de la economía subterránea. Así como una relación directa entre la carga tributaria y la economía subterránea, los países con mayores porcentajes de impuestos tienden a tener mayores índices de informalidad.
