Entiéndase por economía informal, toda aquella actividad comercial que se ejerce sin regulación, ni control, al margen de la ley, cuya práctica, es más antiquísima que las legales, regidas por disposiciones vigentes y tratados de comercio internacional. La informalidad es compatible con la ilegalidad, en las operaciones ficticias, contrabando, piratería, falsificaciones, tráfico de lavados, utilización y explotación de personas y mercados clandestinos, amparados y protegidos, por fuerzas oscuras y organizaciones criminales. En las operaciones de economía informal, se eluden las transacciones financieras, trámites, costos y se evaden; los impuestos fiscales. Tampoco se garantiza calidad, de los productos que se adquieren en compra, sin ninguna garantías de responsabilidad futuras, para los vendedores que las trasfieren.
La economía informal se caracteriza por la competencia desleal, las ofertas de mercados, productos de consumos y otros usos. También imperan, las irregularidades en servicios, que se ejercen sin el cumplimiento de protocolos y requisitos de seguridad. La informalidad sin ocultamiento, prevalece por la falta de autoridad local, regional o nacional; que la prevengan o controlen aprovechando las ocasiones, de oportunidad, abandonos e indiferencias; de los mandatarios, que no se inmutan, por implementar el orden mercantilista y servicial.
Se calcula que en Colombia el comercio informal en ingresos de explotación sobrepasa el 40% del Producto Interno Bruto –PIB, contabilizando por lo menos de manera global, en unos 300 billones, relativo a ventas de productos y servicios. Esta economía se ha fortalecido de manera desmesurada, que no será fácil de erradicar, en las cadenas de enlaces, manejados en círculos de corrupción, que amedrantan, intimidan y ejecutan; con infraestructura criminal.
En la informalidad comercial, los dineros o medios económicos no se depositan, ni consignan o transfieren en cuentas bancarias o financieras. Las compraventas se efectúan en efectivo, al igual que los créditos y préstamos; que de manera directa, se materializan con intereses “gota a gota” o a términos con tarifas preestablecidas y garantizadas, con bienes (vehículos e inmuebles, letras de cambio o pagarés), que deben ser sufragados en el tiempo estipulado, de los contrario se cobran no con “chepitos”, sino con redes de sicarios, que duplican el valor de las deudas, exigida con amenazas de muerte.
Los constantes robos de vehículos automotores, celulares y toda clase de artículos o elementos es origina en el auge de informalidad. Al igual que en las contrataciones de personal, para labores de servicio, profesional, técnico o varios, imponiéndose condiciones esclavizantes, por las necesidades de los interesados, pagando salarios, por debajo de lo legal, trabajando más de lo normal. Las personas que viven en pobreza extrema y los emigrantes, resultan víctimas de las explotaciones laborales. Por ejemplo, la emigración de venezolanos a Colombia, igual a como ocurría antes, de colombianos en busca de trabajo en Venezuela, constituyen mercado de servicio informal, que niega derechos, prestaciones y seguridad social.
La falta de oferta de trabajo induce a la participación de la informalidad por rebusque, con labores domésticas o artesanales, tales como: vender fritos, dulces, comidas corrientes, jugos, artesanías, productos agrícolas y otros; que se ofrecen en el mercado callejero. El arte, la cultura, agricultura y minería ilegal, son víctimas de la informalidad, en explotaciones, suplantaciones y reproducciones; de ediciones de obras, arrebatando, los derechos y beneficios, de regalías a las personas y Estados beneficiarios.
La ANIF, Asociación de Instituciones Financieras, ahora achaca la informalidad del mercantilismo, a la circulación y uso, de los pagos de dineros en efectivos, con la finalidad de que se multipliquen las aperturas de cuentas ban-financieras, obligando a la utilización de tarjetas créditos, débitos y múltiples; nacionales e internacionales; lo cual no resulta fácil, en una economía pobre como la de Colombia, donde los bancos, tienen un tope mínimo para abrir cuentas de ahorros, que en vez de incrementar intereses, más bien los evaporiza con cobros de manejos mensuales y retiros de depósitos.
La informalidad cotidiana no es más que una rueda suelta que opera mancomunadamente en concierto delictuoso, impulsado por la corrupción, sin generar ninguna contribución, a favor de la Nación y los lugares, donde se ejerce la actividad, sin garantizar seguridad, ni calidad a los consumidores y usuarios, que lo requieran en contraprestación de pago o precio del producto o servicio prestado. La informalidad no es fácil de acabar, pero sí de limitar, al implementar requisitos y ejercer controles reiterativos. También, con cultura ciudadana al sancionar gradualmente a los renuentes, morosos y desobedientes con multas y cierres.