Economía ecológica en América Latina: crítica al extractivismo y alternativas sostenibles

Economía ecológica en América Latina: crítica al extractivismo y alternativas sostenibles

La economía ecológica latinoamericana es un campo transdisciplinario que se enfoca en los complejos vínculos entre la economía, la ecología y la sociedad

Por: Dustin Tahisin Gómez Rodríguez
octubre 07, 2024
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Economía ecológica en América Latina: crítica al extractivismo y alternativas sostenibles

La economía ecológica latinoamericana es un campo de estudio transdisciplinario que se enfoca en los complejos vínculos entre la economía, la ecología y la sociedad. América Latina es una región marcada por un modelo económico extractivista que ha generado severas consecuencias sociales y ambientales.

El presente escrito critica los discursos convencionales de desarrollo económico, proponiendo un enfoque alternativo que ponga en el centro los vínculos entre los seres humanos y la naturaleza, desde una perspectiva integradora y sustentable.

En América Latina, el crecimiento económico ha estado históricamente vinculado a la explotación intensiva de los recursos naturales. Este patrón de desarrollo, conocido como extractivismo, se refiere a la extracción y exportación de materias primas como minerales, petróleo y productos agrícolas.

El modelo extractivista ha sido impulsado por el contexto global, en el que las naciones industrializadas demandan cada vez más recursos naturales para sostener sus economías de alto consumo. Sin embargo, este modelo ha generado graves problemas socioambientales, especialmente para las comunidades locales, como los pueblos indígenas y las comunidades rurales, que habitan en las llamadas fronteras de extracción.

El extractivismo no solo es una actividad económica, sino que configura un patrón metabólico en la región de sostenibilidad débil. Este concepto se refiere al flujo de energía y materiales que atraviesa la economía humana y que tiene profundas implicaciones para el medio ambiente y las sociedades. En América Latina, el metabolismo social del extractivismo ha llevado a la degradación de los ecosistemas y a la intensificación de los conflictos socioambientales. Estos conflictos, no solo son el resultado de la presión económica sobre los recursos naturales, sino también de una colonialidad persistente que ha perpetuado formas de explotación y desigualdad desde la época colonial.

El concepto de metabolismo social es clave para entender los flujos de energía y materiales que recorren las economías extractivistas de América Latina. La economía ecológica analiza estos flujos para comprender las interacciones entre el sistema económico y los sistemas ecológicos. En este análisis, se destacan las profundas desigualdades que caracterizan el patrón metabólico de América Latina, donde la mayor parte de los beneficios económicos derivados de la explotación de los recursos naturales no se distribuyen equitativamente, y los costos ambientales son soportados por las comunidades más vulnerables.

De la misma,  forma, la sostenibilidad débil se basa en la creencia de que es posible y deseable un crecimiento económico perpetuo y desmaterializado, confiando en que las nuevas tecnologías resolverán cualquier restricción ambiental. Este enfoque considera a la naturaleza como una forma de capital natural que puede ser sustituida por capital físico, es decir, infraestructura o máquinas. Sin embargo, esta visión es especialmente problemática en América Latina, donde el modelo extractivo ha demostrado ser insostenible, tanto desde un punto de vista ecológico como social.

Desde el punto de vista metodológico, la economía ecológica propone un enfoque multicriterio para la toma de decisiones, en contraste con los enfoques convencionales basados en el análisis costo-beneficio. La economía ecológica rechaza la idea de que todos los valores puedan ser traducidos en términos monetarios, y en su lugar, respalda por una comparabilidad débil de valores. Este enfoque reconoce que la pérdida de valor ecológico o sociocultural no puede ser compensada con una ganancia económica, y que las decisiones deben ser deliberativas e inclusivas, con la participación de las comunidades afectadas.

La crítica al modelo extractivista no se limita a sus consecuencias ambientales, sino que también incluye una crítica estructural al sistema capitalista global. En particular, las fallas del neodesarrollismo o progresismo extractivista, que sigue considerando la explotación de los recursos naturales como una vía hacia el desarrollo económico. Este enfoque, que ha sido adoptado por algunos gobiernos de América Latina en las últimas décadas, no ha logrado superar las desigualdades históricas ni garantizar una distribución justa de los beneficios del crecimiento económico.

Desde la perspectiva de la economía ecológica, la naturaleza no puede ser reducida a una mercancía o un valor monetario. Este enfoque promueve una pluralidad de valores que incluye no solo el valor económico, sino también los valores ecológicos, culturales y sociales. En este sentido, la economía ecológica cuestiona la idea de que los ecosistemas y los bienes naturales puedan ser simplemente sustituidos o compensados por el crecimiento económico o por el desarrollo tecnológico. Más bien, se propone un enfoque que reconozca los límites biofísicos del planeta y que valore la diversidad cultural y biológica de la región.

En consecuencia, es imperativo avanzar hacia un modelo post-extractivista que esté basado en el buen vivir, un concepto que proviene de las cosmovisiones indígenas de América Latina. El buen vivir pone en el centro la vida y el bienestar de las comunidades, promoviendo una relación armónica entre los seres humanos y la naturaleza. Este modelo rechaza el crecimiento económico como fin último y propone, en su lugar, una reorganización profunda de las instituciones económicas y sociales para garantizar la sostenibilidad y la justicia social.

Sin olvidar que las crisis socio ecológicas contemporáneas, que se manifiesta no solo en el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, sino también en la degradación de los suelos, la deforestación, la contaminación del agua y el aire, y la expulsión de comunidades de sus territorios. La economía ecológica propone una crítica a los acuerdos internacionales sobre el medio ambiente, como el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París, señalando que estos acuerdos han fracasado en detener la tendencia hacia la degradación ambiental. En su lugar, promueven una narrativa de sostenibilidad débil que sigue priorizando el crecimiento económico por encima de la protección ambiental y los derechos humanos.

De ahí que, la importancia de las alternativas comunitarias y las prácticas transformadoras que están surgiendo en América Latina. Estas iniciativas se basan en el diálogo de saberes, la igualdad de género y la autonomía territorial. Se destacan experiencias de economía solidaria, agroecología y manejo comunitario de recursos, que representan alternativas viables al modelo extractivista y promueven la justicia socioambiental.

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