Economía del colombiano de a pie a 6 meses del gobierno Petro

Economía del colombiano de a pie a 6 meses del gobierno Petro

"Se evidencia una atmósfera de frustración, pero, al mismo tiempo, de conformismo e incluso justificación"

Por: Leonardo Moreno Lerma
febrero 15, 2023
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Economía del colombiano de a pie a 6 meses del gobierno Petro
Foto: Twitter @infopresidencia

La pandemia del COVID-19 generó la peor crisis económica mundial desde la Segunda Guerra. Colombia, con altísimos niveles de desempleo e informalidad laboral, fue uno de los países más afectados a nivel regional. Esta coyuntura influyó gravemente en la popularidad del gobierno Duque, quien cometió el error de plantear una reforma tributaria en el escenario menos propicio, a la vez que impulsó el apoyo a Gustavo Petro, cuyo discurso radical se expuso como la respuesta a todas las problemáticas. Finalmente, la izquierda tuvo la oportunidad de llegar a la Presidencia en Colombia. Seis meses después de instaurado el nuevo gobierno, cabe evaluar sus efectos en la vida cotidiana de las personas… de aquellos ciudadanos que confiaron en la promesa de cambio.

La nueva reforma tributaria fue una de las primeras contradicciones entre el discurso de campaña y las acciones de gobierno: se pasó entonces de slogans como “el dinero alcanza si no se lo roban” a plantear una reforma de 50 billones, el doble de la propuesta por el gobierno Duque. Los adalides del petrismo insistieron en que la reforma no afectaría a las clases populares, lo cual se desmiente fácilmente: entre los productos y servicios gravados con nuevos impuestos se encuentran desde el Chocorramo, tradicional golosina de los niños, hasta plataformas de alta popularidad como Netflix. El juego de chance, costumbre de padres y abuelos, o el consumo en bares y restaurantes, sana distracción para todos, también fueron incluidos. Aquellos que desean viajar resultaron igualmente afectados, pues los impuestos a los tiquetes aéreos pasaron del 5% al 19%, representando alzas de hasta $400.000 en vuelos a Europa. No siendo suficiente la avalancha de impuestos, el gobierno Petro desmontó los populares días sin IVA, una posibilidad para la clase media de adquirir computadores, celulares y otros electrodomésticos a precios más favorables.

Sin embargo, el gran atentado contra las clases populares llegó con el alza a la gasolina. El argumento fue subsanar el déficit del Fondo de Estabilización de Precios, aspecto que nunca fue aludido en campaña y que por el contrario contrasta con las declaraciones de Gustavo Bolívar y otros líderes de izquierda, quienes anteriormente acusaban al gobierno Duque de un precio elevado del combustible. Tal decisión ha acelerado el fenómeno inflacionario de la canasta familiar teniendo en cuenta que el 30% del transporte de carga utiliza gasolina (y no diesel), además de que ésta resulta necesaria en toda la cadena productiva, desde el campesino que utiliza una guadaña para limpiar la finca, hasta el pequeño motocarro que distribuye los huevos en la tienda de barrio. El aumento afecta claramente a un parque automotor de 17 millones de vehículos, de los cuales 10 millones corresponden a motocicletas. El gremio que aglutina a estas últimas fue uno de los pocos en manifestar su inconformismo frente al gobierno, pero finalmente cedió ante una reducción del SOAT que estuvo acompañada de una menor cobertura, pésimo negocio para motociclistas y peatones.

Más allá de referirse a todos los gravámenes, lo cual requeriría varias páginas, se destaca que sea un gobierno de izquierda quien los imponga. El anuncio de unos cuantos de estos impuestos en un gobierno de derecha hubiera bastado para que la denominada Primera Línea y otros colectivos sociales y políticos se manifestaran masivamente en las calles, incluso con acciones violentas. En contraste, se evidencia una atmósfera de frustración, pero, al mismo tiempo, de conformismo e incluso justificación. Hoy, la realidad es que la vida de los ciudadanos resulta mucho más precaria. El aumento del salario mínimo, de 16% respecto a una inflación del 13%, implica un aumento real insignificante que en ninguna medida compensa las alzas. Tampoco se avizora un crecimiento de la economía en conjunto: no habrá generación de empleo mediante grandes cargas tributarias a las empresas, ni tampoco se fomentará el consumo gravando alimentos, bienes y servicios. La pregunta es cuándo los ciudadanos tomarán conciencia de su vida verdadera, y de cómo difiere completamente del discurso de cambio. Solamente esa conciencia (expresada en el pasado) permitirá detener a tiempo las reformas negativas, anteponiendo la sensatez al fanatismo político.

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