Tres textos que la velocidad del internet me colocó simultáneamente la tarde del primer día de marzo me hicieron sentir como si hubiese dado reversa en el tiempo. Vi en la primera página de The Guardian las impresionantes fotografías de los daños ocasionados por el avance ruso en Ucrania y pensé inmediatamente en que eran iguales a las que debieron haber llegado en septiembre de 1939 al escritorio de mi abuelo Marcial en las páginas de El Tiempo, que leía religiosamente todos los días en la tranquilidad de la esquina noroccidental del Parque Boyacá de Tuluá, donde tenía su imprenta y papelería Minerva, cuando Hitler invadió Polonia y comenzó la Segunda Guerra Mundial.
Después, al abrir el correo personal, me encontré las pruebas finales de la maqueta de la edición española de La misa ha terminado, mi escandalosa y quizás agresiva novela, editada y vendida arrolladora y masivamente hace 8 años pero solamente en Colombia y que Pigmalión pondrá atrevidamente en las Ferias del Libro de Madrid en mayo y de Bogotá en abril. Reviví entonces cuando hace 54 años yo le dictaba a doña María Elisa, en su casona del barrio San Antonio, los borradores de mi novela La tara del papa, y ella, usando su máquina de escribir Remington y el papel carbón, me la pudo entregar completa para mandarla a Haydée Jofré Barroso, la directora de Fabril Editores en Buenos Aires .Fueron muchos los meses que tuve que esperar para que me regresaran por el mismo sistema tortuguesco del correo por barco,las pruebas finales. Y casi 2 años hubo de gastar para el viaje de ida y vuelta hasta el día que estuvo en vitrina,en 1972, en la Librería Colombiana, al lado de la catedral de Cali. Eran los tiempos del correo de babas, cuando los sobres venían con su borde engomado.
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Reviví entonces cuando hace 54 años yo le dictaba a doña María Elisa, en su casona del barrio San Antonio, los borradores de mi novela "La tara del papa"
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Pero, como para que ese primer día de marzo no se me fuera a olvidar, por el mismo correo de Gmail llegó esa tarde la impactante maqueta de la traducción que el Dr Tittler hizo en inglés de Cóndores para Atmosphere, la imprenta de Texas, que en abril pondrá a la venta por online en Amazon, Barnes and Nobles y en todo ese poco de variadas estanterías cibernéticas que reemplazaron con sus libros a domicilio las librerías. Me quedé mirando alelado A Condor Dies, impactado por la carátula que hizo expresamente el brasilero Ronaldo Alves usando de fondo los tres colores de la bandera colombiana y las alas negras del cóndor envolviendo completamente el libro. Fue entonces cuando entendí que tenía el privilegio de haber podido echar reversa en el tiempo para forzadamente medir, entre asombrado y feliz, la magnitud de mis actuaciones y la enternecedora habilidad conque llegué hasta aquí… aunque todo haya cambiado tanto.