'Durante 30 años, el Estado colombiano mantuvo intacta la mentira sobre mi hermana'

'Durante 30 años, el Estado colombiano mantuvo intacta la mentira sobre mi hermana'

René Guarín, hermano de la 'Siempreviva' del Palacio de Justicia, se sincera con este escrito

Por: René Guarín Cortés
noviembre 24, 2015
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'Durante 30 años, el Estado colombiano mantuvo intacta la mentira sobre mi hermana'

El pasado 20 de octubre, la Fiscalía general de Colombia, el cuerpo técnico de investigaciones conocido por sus siglas CTI, el Instituto nacional de Medicina Legal y un delegado de la Procuraduría General de Colombia, en presencia de varios acompañantes, entre los que destaco al presidente del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo (CCAJAR), y al secretario de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, me notificaron el hallazgo de algunos fragmentos óseos y pertenencias de mi hermana Cristina del Pilar, desaparecida 30 años antes en el llamado holocausto del Palacio de Justicia.

La noticia me llegó de manera inesperada y me condujo a rememorar a mis padres, José y Elsa, quienes desde los minutos siguientes a la finalización de la retoma del Palacio dejaron impreso en mi ser la consigna de que claudicar es peor que la muerte. Los instantes siguientes a la atenta escucha del dictamen científico y la observación del hallazgo desencadenaron lo que muy pocas veces he llegado a hacer en público, quizás por la formación machista recibida en el seno de mi hogar y por mi pasado en la guerra: el llanto.¿Llanto de derrota?¿Llanto de alegría?¿Llanto de tristeza? Aún no lo sé. Con el paso de los días estoy concluyendo que, sin lugar a dudas, la persistencia logró ganarle una batalla a la mentira, la falange fue la testigo muda de aquel triunfo inesperado.

Durante 30 años el Estado colombiano mantuvo intacta la mentira de que mi hermana había fallecido dentro del Palacio de Justicia y se negó, en los últimos cinco años, a confrontar un presunto testimonio falso que se ordenó investigar en 2010 y que llevaría a contemplar su no salida viva de Palacio. Negó su desaparición en instancias nacionales e internacionales hasta el pasado 6 de noviembre cuando el presidente de Colombia pidió perdón y reconoció, por fin, su desaparición forzada. A mi memoria llegan esporádicamente las palabras de uno de los procesados y actualmente condenados por otras dos desapariciones (no por la de Cristina, Cristina en sentencias últimas recibió el calificativo de “extraviada”). Se llegó a afirmar en juicio que a Cristina la enterraron en el cementerio del sur un sepulturero llamado José Antonio Sánchez Borda y presentó como válida una declaración dada el 24 de marzo de 1987.

Los restos de Cristina (licenciada en ciencias sociales de la Universidad Pedagógica) aparecieron en el Cementerio del Norte en una exhumación que no tuvo curiosamente un acompañamiento internacional, como sí lo tuvieron las exhumaciones del año 1998, en la tumba que estaba rotulada como Marina Ferrer de Velásquez, una nueva desaparecida del Palacio, un mismo dolor y una misma tragedia une hoy a los familiares de Marina y de Cristina por cuenta de un pacto de silencio que hoy, con el hallazgo de los restos, algunos quisieran presentar como un simple error administrativo cuando es evidente que se trató de un crimen de Estado. Las cosas quisieran presentarse como la confusión de entrega de pedidos que ocurre en una empresa de logística de mensajería: entregaron unos restos confundidos a otra familia, las contradicciones entre las versiones de familiares de la señora Ferrer y lo que nos presentaron en medicina legal evidencian manipulación de cadáveres.

Colombia necesita la verdad. El presidente dio un primer pasó con el acto de reconocimiento del 6 de noviembre pasado, mi alma comienza a sanar heridas que partieron mi vida en dos. Espero que muchas familias en Colombia tengan este privilegio que, con el paso de los días, se ha ido transformando en un bálsamo para el alma, gran enseñanza para mí ha sido la de haber vivido los acuerdos de paz de 1989 y 1990: la reconciliación y la paz necesitan más que la firma de un papel y unos perdones que van y vienen; el blindaje jurídico de los acuerdos de paz es apenas el primer escalón de la Colombia que todos soñamos: la Colombia del tamaño de nuestros sueños, una Colombia que nos dé cabida a todos.

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