El pasado 2 de enero, apenas comenzábamos el años nuevo, recibimos una demostración más del espíritu de subordinación y obediencia a Estados Unidos que motiva toda la cosmovisión de quienes mantienen el poder en Colombia. Fue ampliamente conocida y difundida por la reacción de indignación pública que causó la proposición que hizo Duque tanto en Tweet como en la declaración que ofreció al término de la reunión con el secretario de Estado de Estados Unidos: “Hace 200 años, el apoyo de los Padres Fundadores de los Estados Unidos a nuestra Independencia fue crucial”. Las críticas fueron absolutamente fundadas y provinieron en primer lugar de los historiadores, luego fue generalizada y en redes sociales se transformó en una andanada de memes que se burlaban de distintas maneras del equívoco presidencial. Memes que fundamentalmente utilizaban las figuras de la independencia norteamericana descontextualizadas en eventos de la independencia de la Nueva Granada y Venezuela, también se hizo uso de personajes de ficción o reales de la contemporaneidad que se incluían en escenarios pictóricos de la epopeya independentista.
No obstante, tanto la mayoría de los argumentos académicos, por parte de los historiadores, como la reacción pública manifiesta en las redes sociales se centraban en la reafirmación de la constatación de la no correspondencia entre el enunciado expuesto públicamente por Duque y la realidad histórica. De la misma manera lo hacían, aunque muy pocos, quienes, defendían al presidente. Es decir, el debate público se centraba en un asunto semántico, la correspondencia del significado de las proposiciones con la realidad, entendida esta como verdad, pues en su campo se indaga sobre las condiciones de verdad o falsedad de una aseveración con respecto al mundo. Todo en el marco de una lógica veritativa. No obstante, en este marco se pierde la riqueza en el sentido de lo dicho por Duque ese día. Riqueza que sólo es desentrañable en el contexto del enunciado duquista, en sus relaciones con todo el discurso enunciado en un tiempo y momento particular, con unas motivaciones e intenciones determinadas.
Del terreno del debate semántico bebemos entonces deslizarnos a un escenario de análisis más cercano a la pragmática. Es decir, preguntar sobre la función y utilidad de lo dicho para quien lo dice en un contexto de comunicación determinado. Es decir, ir más allá de los criterios de verdad de su enunciado y encontrar el sentido de lo que se dice en las relaciones y en el contexto. Un posicionamiento así requiere ir más allá de lo expresado por Duque que generó tanta polémica, y ver esta proposición articulada con otras de las proposiciones de su discurso, además, de ver el discurso de ese día en un contexto y relacionado, a su vez, con otros discursos con los que comparte sentidos.
De este modo, vale la pena rastrear qué es lo que busca afirmar y a la vez negar el enunciado en cuestión. La afirmación de Duque se hace en el acto de declaración pública y conjunta de los resultados de la reunión entre el presidente de Colombia y el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, en el marco de una gira de este alto funcionario de la Casa Blanca en Brasil y Colombia. En Brasil asistió al acto de posesión del ultraderechista Jair Bolsonaro, donde antes del evento se reunió con el canciller del Perú, Néstor Popolizio, en cuya declaración pública manifestaban un acuerdo en “incrementar la presión” sobre el gobierno de Nicolás Maduro y así, en sus palabras, “restaurar la democracia y la prosperidad” en Venezuela. La visita de Pompeo tenía el propósito expreso de ultimar detalles para la declaración de Lima que se daría el 4 de enero desconociendo el gobierno de Maduro a posesionarse el 10 de enero y rompiendo relaciones diplomáticas con su gobierno al desconocerlo por considerarlo ilegítimo e inconstitucional. En este contexto Colombia juega un papel fundamental y en el discurso de Duque y Pompeo en Cartagena el 2 de enero esto queda claro, y es allí donde se inscribe la afirmación de Duque cuyo menor interés es la precisión histórica.
Duque primero presenta a su “distinguido” invitado Mike Pompeo, a quien le da la bienvenida en un tono muy familiar, pero a la vez en el marco de lo propiamente diplomático. Después de agradecer tanto su presencia como la de la señora de Pompeo, afirma que ha comenzado el año del Bicentenario y manifiesta su complacencia por iniciar este año Bicentenario con la visita a Colombia del “señor secretario”. Luego, como lo dicta el protocolo, da paso a la declaración de Mike Pompeo. El secretario de Estado en su declaración empieza respondiendo a los halagos de Duque, no hace ninguna referencia a lo señalado por el presidente colombiano con respecto al Bicentenario o al año del Bicentenario. Lo que sí hace Pompeo es inmediatamente comunicarle a Duque el envío del “saludo personal” del presidente Trump, con quien le aclara habló el día anterior en la noche, y continúa con una referencia en términos personales a su cercanía: “ y usted es un aliado muy estrecho aquí en el continente, así que muchísimas gracias por todo lo que usted ha hecho en tantos campos…”. Pompeo fue preciso en organizar su declaración en tres temas: el primero, las condiciones de la paz, pero fundamentalmente alrededor de la lucha contra el narcotráfico; el segundo tema, el de la relación económica entre los dos países y la búsqueda de eliminar más barreras comerciales y generar mayores inversiones de Estados Unidos en Colombia; por último, el tercer tema, fue al que dedicó mayor tiempo y con el que concluyó su discurso y al que denominó “situación de Venezuela”. Es importante detenerse en este último punto, cargado de proposiciones con un sentido imperativo que establecían compromisos: “lograr que Venezuela vuelva a sus bases democráticas”, o más enfáticamente: “restaurar la democracia en Venezuela”. Pompeo le otorga a Colombia y al gobierno de Duque el papel central y fundamental en esta tarea; expresa que “Colombia es un líder natural en los esfuerzos regionales para apoyar la democracia y el Estado de derecho”, debido a que posee “una tradición democrática de larga data” y que “ha hecho muchísimo para apoyar a más de un millón de venezolanos” que llegaron a Colombia, pues “se escaparon de la crisis por el régimen de Maduro y la falta de gobierno de este régimen autoritario”. Luego felicita a Duque y a “su pueblo” por ayudar a esta población venezolana que escapa, allí en este punto enseguida deja claro la ayuda de Estados Unidos con 92 millones de dólares para que Colombia haga frente a “esta crisis que es generada por Venezuela”. De esta manera, da paso en su discurso al mensaje que exhorta a trabajar de manera conjunta con Colombia “a nivel regional para los que se escapan de Venezuela y lograr que Venezuela vuelva a sus bases democráticas”. El secretario estadounidense se despide justo después de afirmar lo anterior, lo que reitera lo último dicho con el tema venezolano en su intervención, pero que como cierre sintetiza el sentido de su visita: “Gracias señor presidente Duque por restaurar la democracia en Venezuela. Gracias por su larga amistad con los Estados Unidos”.
Es claro en el discurso de Pompeo la asunción de una figura de poder por encima del presidente colombiano. Estados Unidos llega a ayudar en una situación regional donde Colombia es el llamado a ocupar una situación central con respecto a los otros países de la región. Estados Unidos como jefe y Colombia segundo al mando por estar más vinculado a la situación a solucionar y por cumplir con el requisito que la hace ganadora a ser el adalid de la democracia en la región: su supuesta estabilidad y tradición democrática. Pompeo mantiene un mayor número de referencias a la persona de Duque como gobernante, en unas ocasiones se refiere a él simplemente como Duque, en otras como señor presidente, en otras como “usted”, en otras ocasiones lo incluye en un nosotros, cuando se refiere a elaboraciones conjuntas con él como secretario y con Estados Unidos, o en un ustedes, referido al equipo de gobierno que Duque preside. Estas referencias se concentran aún más cuando se refiere a la “situación en Venezuela”, donde el nombre propio de Colombia como entidad general surge, pero de una manera pasiva como receptor de los venezolanos y escenario de tradición democrática, es referida cuatro veces; en cambio a la hora de manifestar acciones activas la segunda y primera persona ocupan la mayor parte de referencias nominales, que duplica al alcanzar 8 referencias. Los “colombianos” o “pueblo” son referido en el discurso dos veces, una de ellas cuando habla de la “situación en Venezuela” en la que lo coloca junto a Duque en los esfuerzos por recibir a los venezolanos migrantes. Pompeo en su discurso asigna a Duque y a su gobierno como la punta de lanza y vanguardia en los esfuerzos por acabar con el “régimen” de Maduro.
Es a este discurso al que se acomoda la declaración de Duque que sigue a la de Pompeo. Pero el presidente colombiano trata, desde un principio, conectarla con el Bicentenario de la celebración de la batalla de Boyacá y el Pantano de Vargas, y la llegada del ejército libertador al mando de Bolívar a su capital Santa Fe, que asegurarán la independencia definitiva de España al Virreinato de la Nueva Granada. Tal vez en la búsqueda de llenar el vacío de la falta de respuesta a su presentación del secretario de Estado cuando hacía referencia en su presentación como anfitrión al año Bicentenario. De esta manera, al inicio de su intervención, dedica casi el 17% de su declaración de casi cuatro minutos al tema del Bicentenario como modo de ratificar los vínculos con Estados Unidos. Allí es donde se ubica la frase tan controvertida:
Señor Secretario Pompeo: Este es un año muy especial para Colombia, porque es el año en el que celebramos nuestro Bicentenario. Un Bicentenario que tiene también una gran historia de relación entre nuestro país y los Estados Unidos. Hace 200 años, el apoyo de los Padres Fundadores de los Estados Unidos a nuestra Independencia fue crucial. Hoy recibir este segundo día del 2019 con su visita, nos llena de alegría y de honor.
En realidad, aquí Duque no se está refiriendo a la gesta independentista. Está hablando sobre el presente y desde el presente. El Bicentenario le sirve como forma de eternizar y esencializar una relación contemporánea en la invención de un pasado que remonta a 200 años. Un elemento fundacional de la nación es transformado según una conveniencia presente y absolutamente reinventado, ahora el espíritu de la fundación de Colombia es vinculado como hijo de la fundación de los Estados Unidos gracias al soplo paternal y ayuda de los padres fundadores. Y esto Duque lo afirma más claramente finalizando su intervención cuando agradece la ayuda de Estados Unidos, el apoyo a su gobierno y a lo que está haciendo, con lo que contribuye a acabar los problemas que aquejan, según el presidente colombiano, a su país. Dejemos hablar a Duque: “Gracias [agradece a Pompeo]… por hacer de este país un país que en su Bicentenario se libere del terror, de la polarización, del narcotráfico y vea florecer el emprendimiento y las oportunidades en todos los lugares de nuestro territorio”. Es evidente la continuidad en la declaración de Duque entre lo planteado inicialmente en torno al Bicentenario, y su supuesta relación con los Estados Unidos, y este enunciado con el que casi termina su discurso. Lo que se puede concluir, si se relacionan ambas partes de su discurso, es que, así como hace 200 años Colombia recibió la ayuda de los “Padres Fundadores” de los Estados Unidos para lograr su liberación de España, en esta nueva coyuntura bicentenaria la ayuda de los Estados Unidos va a contribuir a realizar la refundación de la nación colombiana al liberarla “del terror, la polarización” y “del narcotráfico”. Es esta una invención del pasado para hacer una propuesta de intervención política en el presente; Venezuela será ese territorio donde desbordará la acción libertadora inspirada y apoyada en el norte para que se restablezca la democracia. La región abanderada por Colombia y con el apoyo y bendición de los Estados Unidos será la ejecutora de este designio. En esta invención de un pasado fundido en los deseos de un nuevo futuro, ya Angostura y los Llanos venezolanos no serán la sede de donde partieron hace 200 años el ejército libertador al mando de Simón Bolívar y luego de atravesar la cordillera en una gesta de epopeya entablar combate en el altiplano y destrozar al ejército realista para después tomar la capital virreinal. La sede de la independencia colombiana en esta invención, y en la cabeza de una elite conservadora, mediocre y sin ningún proyecto de nación, estará seguramente en Filadelfia o Boston.