Duque y su primera masacre: las palabras tienen poder

Duque y su primera masacre: las palabras tienen poder

A propósito de la objeción de la ley estatutaria de la JEP por parte del gobierno y del nuevo Plan Nacional de Desarrollo que poco o nada habla de la paz

Por: Fabian A. Fonseca C.
marzo 13, 2019
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Duque y su primera masacre: las palabras tienen poder
Foto: Las2orillas

Es realmente importante reconocer en la historia la relevancia del lenguaje y las palabras como fundamento real y tácito del proceso de construcción y comunicación humana, donde gracias a esa comunicación expresada en el lenguaje, su narrativa y sus palabras, lograron darle identidad, apropiación y sentido a las comunidades. Un ejemplo claro de lo anterior sucedió con nuestros indígenas y minorías de la época de la independencia, cuando estos, y gracias a sus luchas pudieron acceder a aquel lenguaje que había sido convertido en un privilegio para los que ostentaban y malversaban el poder, y que estos no entendían, ni mucho menos conocían, ya que nunca habían tenido el gusto de saborearlo, y por ende disfrutar en la praxis los términos como independencia, libertad, ciudadanía, derechos, entre otros.

Jürgen Habermas, Ferdinand De Saussure y el mismo Noam Chomsky hablaban directa e indirectamente por medio de sus teorías, escritos académicos e investigativos, precisamente de la gran importancia del lenguaje en un contexto, de la interpretación y de la facultad crítica del lenguaje en una sociedad determinada y de los alcances de esta en el desarrollo y progreso de los pueblos y la comunicación. Se podría afirmar que sin lenguaje, palabras y las narrativas de la misma, los individuos y la sociedad quedan en un orden del desconocimiento, de la invisibilidad y de la negación.

Esa tal negación, invisibilidad y desconocimiento infortunadamente la estamos viviendo hoy en nuestro país en primera persona, debido a varias noticias, entre esas dos, que encarnan la vergüenza y la deslegitimación del proceso de paz, y por ende de las políticas públicas a favor de esta por parte del gobierno de turno de la ultraderecha de Iván Duque, ya que por un lado se pudo evidenciar la estrategia de este en materia de políticas en su plan nacional de desarrollo PND, donde en sus más de cien páginas de manera descarada y desconociendo resultados y lo pactado en el proceso de paz, dejan ver su negación a esta, su inconformismo y su política clara de su jefe político. Una política basada en el miedo, en la guerra, en la intimidación y en la desigualdad.

En ese plan que está en este momento en el Congreso para su aprobación se pudo observar la eliminación de la narrativa, lenguaje y comunicación de forma y contenido claro de todo lo que acarree o conlleve la palabra paz, siendo esta reemplazada por el término: legalidad de Duque o también la eliminación del término reforma rural integral, entre otras. Todas estas aberraciones con la verdad, la justicia y las víctimas quedaron reemplazadas por un plan de gobierno que en su introducción se enarboló en mostrar su fanatismo con la política de guerra y su famosa seguridad democrática, a la cual nos acostumbramos desde el gobierno del innombrable.

Otra de las noticias que hoy hacen también eco, es la ya esperada objeción de la ley estatutaria de la Jurisdicción Especial para la paz JEP, corazón de los acuerdos y responsable de impartir justicia y verdad del conflicto. Este gobierno, sin argumentos de fondo, y más bien con odios y triquiñuelas políticas, objeto seis nociones claves de esta ley, ley que necesita de la aprobación del ejecutivo para seguir en sus objetivos en un proceso de paz que cada vez más agoniza.

Con claridad podemos ver como este gobierno, el gobierno del miedo, de la guerra y de la desigualdad, logra socavar la importancia no solo del lenguaje y la narrativa de la paz, sino que también logra hacerla trizas a como dé lugar, usando medios "legales", pero moralmente ilícitos. Las palabras tienen poder, y esto lo sabe muy bien Duque, por esto desde que asumió el cargo ha tratado de que estas dejen de tenerlo, sobre todo aquellas que tengan tintes de tranquilidad, ese término que en Colombia ha sido tan esquivo, gracias a aquellos viles grupos, y fundamentalmente a aquellos viles gobiernos que elegimos cada cuatro años, pero que en su forma siempre han sido lo mismo. Defendamos la paz, defendamos la JEP, defendamos la tranquilidad de sus hijos y nietos, pero fundamentalmente defendamos las palabras y ante todo la vida.

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