La visita del secretario de estado Mike Pompeo a Colombia, en realidad una breve escala en Cartagena en su ruta hacia Brasil el 2 de enero, ha dado para toda suerte de comentarios y memes en las redes sociales. La atención se ha centrado, obvio, en la tesis de Duque: “…el apoyo de los padres fundadores de los Estados Unidos a nuestra independencia fue crucial…”
George Washington subiendo de rodillas a Monserrate o lanzando un tejo para entretenerse después del paso de Pisba o, agonizante después de beber un vaso de agua ofrecido por la fiscalía. El capitán América dirigiendo las tropas patriotas en el Puente de Boyacá… En fin, la feria de la creatividad y del debate en el que han intervenido políticos educados como Jaime Castro, historiadores como Jorge Orlando Melo y la misma vicepresidenta Ramírez.
Mas allá del cuento o, mejor, de la actitud del presidente frente al funcionario norteamericano, que quizás le sorprendió al mismo Pompeo, no se habla de dos aspectos cruciales que fueron tratados en la reunión de 40 minutos.
Textual del secretario de Estado: “Los EE. UU. apoyan todo el trabajo que ha venido realizando Colombia para alcanzar una paz estable y duradera que merecen todos los colombianos, para mejorar la gobernanza y los derechos humanos, pero también para tener más oportunidades comerciales…” Aun viniendo de un alto funcionario de Trump, el presidente que asocia inmigrantes centroamericanos con el terrorismo, la afirmación respalda el esfuerzo realizado por la administración Santos en busca de la paz.
El segundo tema, del cual se ha dicho poco, es el relacionado con las modestísimas pretensiones de reducción de los cultivos de hoja de coca por parte de los Estados Unidos. Como se sabe, Colombia se ha trepado, de nuevo, al liderato como mayor productor de cocaína en el mundo. El número de hectáreas cultivadas en 2017 fue de 171.000. Según Pompeo, se espera que Colombia cultive la mitad en el 2023, es decir unas 85.000 hectáreas.
Como contrapartida, se comprometió a que la demanda de cocaína se reduzca, también, a la mitad en los Estados Unidos.
Si no fuera porque la conversación se dio entre el más alto funcionario de los EE. UU. y el presidente de Colombia, se podría pensar que también estamos en el terreno de los memes y las burlas en las redes sociales. Un verdadero homenaje al fracaso de la política antidrogas salpicado de buen humor.
Si no fuera porque la conversación se dio
entre el más alto funcionario de los EE. UU. y el presidente de Colombia,
se pensaría que estamos en el terreno de los memes y las burlas en redes sociales
Comencemos por el consumo actual, comparado con el de hace más o menos dos décadas. Sumando marihuana, la familia de los opiáceos y opiatos, anfetaminas, éxtasis y cocaína, según las Naciones Unidas (Unodoc, 2019), el 5,6 % de la población comprendida entre 15 y 64 años consumió alguna de tales drogas en el 2016 en el mundo. Dieciocho millones de ellos consumieron cocaína.
De acuerdo con las Naciones Unidas, a finales de la última década del siglo pasado, el 4,2 % de las personas entre 15 y 64 años consumió alguna de las drogas mencionadas en todo el planeta; las NU afirmaban que había 14 millones de consumidores de cocaína (UNDCP, 2001).
El consumo, sencillamente, ha aumentado.
Y, por supuesto, para abastecer una demanda en aumento, que puede ubicarse entre 800 y unas 900 toneladas métricas de cocaína, se requieren, más o menos, 200.000 hectáreas. Se les tienen, monitos, piensan y actúan los narcotraficantes.
En 1999 no había claridad acerca del área produciendo hoja de coca en Colombia. El rango era amplio y oscilaba entre 110.000 y 160.000 hectáreas, dependiendo de la oficina emisora de las estadísticas. Lo cierto es que el Plan Colombia pretendía, también en cinco años, la reducción al 50 % del área. Similar a lo que el secretario de Estado pretendería 20 después.
Por supuesto, el Plan Colombia tuvo éxitos locales, como la reducción de los cultivos en Putumayo… a cambio del aumento de los mismos en Nariño, la zona del finado Guacho. El ministro del Interior prometió, en 2003, que el narcotráfico se liquidaría en un año.
La charla entre los gobiernos de Estados Unidos y Colombia el pasado 2 de enero solo ratifica el fracaso estruendoso de la política antidrogas. Ya ni siquiera hay exigencias ni propósitos audaces en la propia narrativa, aunque sí nuevas visiones del proceso de Independencia.