Suena trivial, frívolo y banal entutelar al presidente por temas de tanta simpleza como un breve escrito, una pequeña frase o un simple trino sobre la virgen; "desocupado", "tinterillo", "vago" y hasta "inútil” le han dicho en coro los medios y las redes al autor de la tutela. Ahora, bien llamar estúpidos a los asuntos de la santísima virgen seguramente suena a blasfemia, insulto, sacrilegio e irrespeto a la fe católica; pues sirvan las frases como buen ejemplo de que en temas religiosos las cosas no son tan simples, banales o frívolas como las simples e inocentes trinos, y por eso merecen una tutela.
Y es que si nos detenemos en el tema del trino, si hay alguien experto en perseguir frases e intolerar escritos ha sido la Iglesia católica. Ella inventó eso de la blasfemia; castigada con la pena de muerte, pues blasfemar es “usar una frase injuriosa contra la majestad divina”. Fueron los católicos los que crearon el Índice de libros prohibidos, lista de escritores peligrosos que incluyó a autores como Rabelais, Descartes y Montesquieu. Aquí en Colombia también tuvimos cazadores de letras diabólicas; en el libro Novelistas buenos y malos, del cura Pedro Ladrón de Guevara, se censuraba y prohibía ni más ni menos que a 2.057 autores, entre los que estaba Rubén Darío, Víctor Hugo, Flaubert, Nietzsche y Dumas. En ellos el cura encontró frases, situaciones, dichos, blasfemias, injurias, herejías e indecencias contra la fe católica.
Y es que ese maridaje catolicismo-Estado no es tan sencillo como un trino y sigue tan enquistado y naturalizado que cientos de funcionarios de todos los niveles (procuradores, alcaldes, maestros, gobernadores) consideran como algo obvio dentro de sus agendas y por consiguiente dentro de los tiempos y recursos públicos: consagración del municipio algún santo o a alguna virgen, participación en procesiones de muerte y resurrección, fiestas patronales, preparación de los alumnos para primera comunión y bendición de las obras a inaugurar entre otros (como si la iglesia católica financiara al Estado).
Solo hasta hace un par de años el entonces procurador Alejandro Ordóñez se dedicó a perseguir a notarios, médicos y políticos de izquierda; detrás de esto estaban temas como matrimonio homosexual, aborto y pensar diferente, por supuesto todo contrario a su fe católica, no obstante su condición de funcionario público.
Dicen que el segundo libro de la Poética de Aristóteles se “extravió” durante los años más oscuros de la edad media, esto tal vez por el poder liberador de la risa y el humor que eran su contenido. En la novela de Humberto Eco, el libro estaba bajo custodia del Ciego Jorge, un bibliotecario inquisidor que seguramente si hoy viviera estaría dedicado a revisar los trinos y el Twitter de los ateos y a condenarlos a la hoguera por insultar a la santísima virgen.
